Madrid, 17 jun (EFE).- Aunque su música y el nombre que escogió para apadrinarlas huyera de toda ‘pretenciosidad’, el de Joseluis es un caso excepcional dentro de la música, un ‘milagro’ por el que alguien que hace dos años no se había propuesto hacer canciones o cantarlas hoy goza de la vitola de artista al que seguir de cerca.

La guitarra tiene la culpa de todo. Aprendió a tocarla de niño por unos amigos de sus padres que daban clases y, salvo por un breve paréntesis de adolescencia, con ella inició un romance sin metas ni compromisos por el que ocasionalmente sustituía a otros guitarristas.
«Estaba cansado de eso y un día me dije: ‘O hago algo mío o pongo la guitarra en el Wallapop’, cuenta a EFE este murciano nacido en 1997, que en 2023 autoeditó ‘Navajas de Albacete’ y empezó a tener eco desde la nada.
Tocó después en un modesto festival de música en la calle de su ciudad al que van periodistas y gente de la industria. Nada más terminar su set, «una cosa acústica totalmente, un poco insulsa», una persona que se le identificó como de Sony lo citó en un estudio.
«Pero yo sentía que el estudio no era mi territorio. ‘Mejor hacemos un concierto de verdad’, le propuse, y así hicimos como en las películas, cuando hay un grupo tocando y detrás del cristal del estudio los cuatro jefes viéndolo, como un examen de oposición», rememora sobre su fichaje casi a ciegas por esta multinacional.
El órdago fue a más. Les dijo que tenía un disco cuando, en realidad, le faltaban aún temas para completarlo. «Pero nos metimos a hacerlo y aquí está», narra sobre ‘Por ahora para siempre’, antes de reconocer: «Ha sido una cosa muy milagrosa, que si lo hubiera intentado buscar, no me sale en la vida».
Tras la paradoja adverbial que le sirve de título al álbum, muchas de las canciones hablan «de la búsqueda del afecto». «Entiendo los discos sobre todo como un momento en el tiempo, por eso este habla de ese año y medio de mi vida en que había un poco de eso», precisa quien escogió su nombre de pila como sencillo alias.
«Yo siempre le había tenido mucha manía a mi nombre, que era también el de mi padre, un nombre largo que se me complicaba, pero tenía claro que no quería una cosa pretenciosa. Pensé en nombres de grupo, de artistas… Pero es que no me considero un artista que hace canciones como mi ‘alter ego’. Son mis cosas y creo que mi nombre acompaña bien a mi música, que tampoco es pretenciosa», explica.
Igualmente sus letras tienen mucha toma de tierra, con esa poesía a ras de suelo de otros autores como Kiko Veneno, aunque este no sea un referente consciente, como tampoco lo son Los Planetas ni la escena ‘indie’ noventera con la que se le ha comparado.
«Escucho mucho a la gente y me gusta escribir como yo hablo. No sé hasta qué punto hay folk en ello, entiendo que algún coletazo, pero no diría que este disco sea muy folk, aunque hay una parte muy llana», opina.
Para quien fue «un adolescente un poco friki que escuchaba Neil Young & Crazy horse» y que a partir de ahí descubrió a Wilco, este es sobre todo «un disco de guitarras, o de guitarra en singular», porque en algunos cortes ha tendido a eliminar capas.
Dentro, canciones como ‘Fortuna’ o como ‘Guapo’, todas con una cuidada propuesta estética por su pasado como diseñador gráfico: «¿Cuánta gente va a ver la portada y de esa gente, cuánta va a escuchar el disco? Infinita menos. Por eso quería que tuviesen gancho», afirma.
Quienes quieran descubrir a este hallazgo, tienen oportunidad este jueves como parte de Sound Isidro de Madrid, así como el 5 de julio en el Vida Festival de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y el 5 de septiembre en el Ebrovisión de Miranda de Ebro (Burgos).
Javier Herrero