Javier G. Paradelo
Altamira (Cantabria), 31 jul (EFE).- El Museo y Centro de Interpretación de Altamira encara su primer cuarto de siglo en el ’top 2’ por número de visitas entre los museos estatales de España y con el reto de mejorar su oferta museística y seguir garantizando la conservación preventiva de sus pinturas de 14.000 años de historia.
El edificio, proyectado por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg, se inauguró el 17 de julio de 2001 tras años de investigación para lograr que una sala del museo, la neocueva, reprodujese de forma fiel el espacio, tal y como era durante el Paleolítico, de la cueva original cuando dejó de estar habitada.
A esa reproducción se sumó una exposición permanente dedicada a los tiempos de Altamira, con técnicas y recursos de vanguardia en aquel momento, donde se intercalaron las tradicionales vitrinas con paneles interactivos, audiovisuales, dibujos explicativos o reproducciones a escala 1/1 de arte rupestre cantábrico.
La actual directora de Altamira, Pilar Fatás, asegura a EFE que la construcción del Museo y Centro de Interpretación fue “un auténtico hito” porque permitió eliminar todos los riesgos potenciales para las pinturas originales con la compra de 200.000 metros cuadrados de terreno en el entorno de la cueva.
En ese espacio se levantó la propuesta museística que permite a los visitantes conocer Altamira a través de una reproducción, porque la visita a la cueva original siempre va a ser limitada para razones de conservación.
La burbuja del primer año
Tras la inauguración del museo por los entonces reyes de España, Juan Carlos y Sofía, la novedad hizo que la cifra de visitantes se inflase como una burbuja hasta los 300.000 en el primer año, aunque luego se estabilizó en 250.000.
Fue a partir de 2018, justo antes de la pandemia, cuando la cifra volvió a remontar hasta llegar en 2024 a los 290.000 visitantes anuales, solo superado por el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, que registró 627.334.
Fatás explica que el número de visitantes de Altamira supone “una cifra altísima” para un museo “que está situado en un enclave rural”, al que hay que llegar de forma expresa desde cualquier lugar del mundo para conocer una parte de la historia de la humanidad.
Una investigación al detalle
La encargada de dirigir el proyecto de la exposición permanente de Altamira, Carmen Bueno, recuerda a EFE que la construcción de la réplica tuvo como uno de los aspectos más positivo el llevar a cabo una investigación muy a detalle de cómo eran las pinturas.
Bueno cuenta que la construcción de la neocueva reunió en Altamira a un equipo de trabajo integrado por geólogos, arqueólogos, topógrafos, dibujantes, técnicos con fresadoras y especialistas en fotogrametría, dirigido por Pedro Alberto Saura, fotógrafo especializado en arte rupestre, y Matilde Múzquiz, profesora de dibujo de la Universidad Complutense.
Hubo que realizar una captación topográfica ultra precisa para escanear el techo de la sala de polícromos con una densidad de 40.000 puntos por metro cuadrado y 5,8 millones de puntos medidos para reproducir los contornos.
También se emplearon materiales y técnicas originales, pues se elaboraron pigmentos y soportes siguiendo las técnicas paleolíticas.
La ilusión y el agobio del primer día
Ana Isabel García Varela, una de las guías que atendió a los primeros visitantes del museo, rescata de entre sus recuerdos aquel momento de “ilusión” por poner en marcha un edificio llamado a adquirir fama mundial, pero también “de mucho agobio” por la avalancha de personas que acudieron ese día.
Recuerda que el cambio se ha notado sobre todo en el número de idiomas de los visitantes, ya que ahora no es extraño que se pida un guía en coreano para un grupo de aquel país, aunque en todos los casos la pregunta del millón sigue siendo: ¿cuándo se puede ver la cueva original?
Aun así, todos los visitantes aceptan la realidad de que a la cueva solo pueden verla un máximo de 5 personas por semana por la fragilidad de la llamada ‘Capilla Sixtina del arte rupestre’.