Ciudad de México, 4 jun (EFE).- En medio del corazón de la Ciudad de México se ubica un cuerpo arquitectónico de 60 años que guarda los vestigios más importantes de la historia mexicana: el Museo Nacional de Antropología (MNA), galardonado este miércoles con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia y donde caben «todas las opiniones y conocimientos”.
Este museo “es una aventura intelectual” al estar hecho “de la opinión, del conocimiento y de la experiencia de todos”, afirma a EFE Antonio Saborit, el director de este cimiento cultural que abriga una colección de 7.761 piezas arqueológicas en exhibición y 5.765 objetos en la sección etnográfica.
Por eso, explica, “una parte muy importante de mi trabajo es quedarme callado y escuchar”.
Este reconocimiento por parte de España, señala Saborit, no se resume a la actualidad, es una distinción “al trabajo que realizaron muchas generaciones antes que nosotros, que nos pusieron hoy en donde estamos y que tenemos el privilegio de celebrar”.
Para Saborit, el MNA es un cuerpo con los achaque de cualquier persona de 60 años, sus tuberías, paredes y techos se reparan constantemente, pero que durante ese tiempo ha acumulado muchos secretos que son revelados «a los ojos que observan».
Por ejemplo, subraya, la luz: “Es lo más evidente pero pasa inadvertido para el visitante” por lo que “añade drama y énfasis a los objetos del museo”.
En 2025, el museo recibió casi 4 millones visitantes, una cifra histórica que incrementa anualmente.
«Guiar es un arte»

Esperanza, periodista de profesión y originaria de la capital, es una observadora ávida de este punto arqueológico desde que era niña, porque fue en esta edificación, diseñada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, donde tuvo su primer contacto real con la historia pues la información que le daban en la escuela “era escasa”.
Son “sus salas enormes” o “el silencio”, en medio de tanta gente, que “da comunión con las exposiciones” lo que te permite aislarte y, al mismo tiempo, estar concentrado, detalla la joven, quien asegura haber estado en el MNA más de 15 veces.
Saborit enfatiza que apreciaciones como las de Esperanza son “lo más relevante del museo”, porque es un “espacio público donde puedes aprender, estudiar, encontrarte, reencontrarte, disfrutar la singularidad estética de sus objetos o bien perderte en sus numerosas significaciones históricas”.
En sus 22 salas de exhibición permanente, donde está la afamada Piedra del Sol, las cabezas olmecas o la tumba de Pakal, rondan sus guías, una figura ya memorable de este edificio moderno.
“Guiar es un arte y los guías de este museo son especialistas en ese arte”, sostiene Saborit, quien tiene doce años a la cabeza del museo, el más importante de México.
Julio es guía del MNA, y hoy está fuera de sus salas, ya que debido al cierre inesperado de actividades por cambio de personal de seguridad, le fue imposible hacer su trabajo.
Sin embargo, reconoce que este es el lugar para los apasionados de “la cultura prehispánica”.
“Este museo es el curso básico para todos los guías porque nosotros no somos historiadores ni arqueólogos, pero sí nos especializamos en el tema y tenemos la tarea de interpretar todo lo que está ahí adentro”, subraya.
Esa interpretación viene desde el presente, aunque, la paradoja, aclara Saborit, está en cuando miras un objeto de siglos de antigüedad y “nos dice más que muchos objetos que nos rodean actualmente”.
Con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, el MNA se consolida internacionalmente como uno de los museos más importantes de Latinoamérica, así como un referente global en el estudio de la humanidad, debido a su compromiso con la divulgación, investigación y preservación del patrimonio cultural.
