El Niño de Elche y Raül Refree ofician misa en el Sónar con su espectáculo ‘cru+es’

Raül Refree + Niño de Elche durante el concierto ofrecido en la segunda jornada del Sónar Festival, celebrada este viernes en Barcelona. EFE/Alejandro García

Guillermo Cabellos

Barcelona, 13 jun (EFE).- Apenas se intuyen dos figuras tras el humo azul. La nube, en la que se reflejan los focos, esconde dos siluetas: la primera, la del Niño de Elche, de pie, micrófono en mano; la segunda, la del Raül Refree, amparado por su mesa de mezclas. Ambos están a punto de oficiar la misa que es ‘cru+es’, el nuevo espectáculo que estrenan este viernes en el Sónar.

De dentro de la bruma sale un estruendo, que toma la forma de un «mañana volverá a despertar» en la garganta del Niño de Elche, mientras Refree tira notas electrónicas que se instalan en el auditorio, como si fuera el piar de un pájaro, y los bajos rebotan en los tórax del público.

Así, productor y cantaor invocan el germen de canciones sin nombre con tonadas sobrias que chocan, toman distancia y luego se funden en una base rítmica, que sostiene la repetición de mantras como «nadie sabrá de nosotros y estaremos en todas partes» o «el pan es tu propia cruz y la ira tu bendición, jamás te he visto llorar ni apagar tu luz».

Algunos de los temas se cierran con un «olé» del público, un suspiro propio de una música que en el Sónar aparece fragmentada, porque el zumbido que emana la mesa de Refree infiere un carácter tan poco clásico como sacro.

Misa primigenia

Pese a que el nacimiento del espectáculo lo acoge una feria de congresos, sobre el escenario se ve una especie de misa primigenia, una intuición que queda refrendada con los salmos que canta Paco Contreras, nombre del Niño de Elche.

La reverberación de las ondas se queda atrapada en el auditorio como si rebotara contra los gruesos muros de una iglesia románica, una amalgama de brillantez futurista y peso del pasado, que la voz de Contreras carga con una larga oración en latín, palabras familiares e inconexas que dejan un mensaje evidente e indescifrable.

La oscuridad se rompe tras un bucle interminable de «se desata el mundo», con lo que llega una primera luz blanca, que se enciende y se apaga al ritmo del bajo, y precede a que Refree abandone su mesa para juntarse con el Niño de Elche y tome la guitarra.

Poemas de Ernesto Cardenal

Por primera vez en la velada se ve que ambos visten camisa y pantalón azul mono de trabajo, y sentados en un taburete entonan varios poemas de Ernesto Cardenal, cantos sagrados que invocan a un dios que igual tiene previsto aparecerse por el Sónar.

De nuevo en su set, Raül Refree hace sonar un órgano barroco, que impregna el aire del auditorio de un incienso ilusorio, mientras que el humo refleja las partículas azules de los focos.

El Niño de Elche, estático durante una hora, se aproxima a Raül Refree, como si la cercanía de los cuerpos hiciera reverberar la música con hondura, y canta pugnando con la distancia del micrófono, hasta que luces y sonido rompen en una tormenta eléctrica, un juego de focos casi epiléptico que termina en una brusca oscuridad.

Sin mediar palabra, solo con el intercambio sónico, El Niño de Elche y Raül Refree han oficiado su misa electrónica con este ‘cru+es’, que bien podría servir como inauguración de una nueva catedral en la Fira de Montjuïc.