Madrid, 24 sep (EFE).- Si cinco años antes alguien hubiese afirmado que un español iba a ganar una carrera en la categoría reina, seguramente lo hubiesen mirado de forma extraña. Y, si en ese momento, a alguien se le hubiera ocurrido afirmar que España iba a festejar a un campeón del mundo de Fórmula Uno, le hubiesen remitido a un buen psiquiatra. Sin embargo, el asturiano Fernando Alonso hizo saltar la banca. Destronó al alemán Michael Schumacher, el piloto invencible de aquella época; y tocó el cielo con un título del que este jueves se cumplen exactamente 20 años.
Fue en Sao Paulo (Brasil). Concretamente en el circuito de Interlagos, idéntico escenario en el que al año siguiente revalidaría título, asimismo con Renault. En la antepenúltima de las 19 carreras programadas la temporada posterior al séptimo título del ‘Kaiser’ -el quinto seguido con Ferrari-. Y dos antes de que debutase en F1 el otro séptuple campeón del mundo: el inglés Lewis Hamilton, aún en activo.
Alonso, que aún brilla a los 44, batiendo numerosos récords en la división de honor del automovilismo; ya había mejorado numerosas plusmarcas de precocidad antes de convertirse en el Autódromo Jose Carlos Pace de Sao Paulo en el más joven campeón mundial -y en el único español- de la historia de la F1. Con 24 años y 58 días. Mejorando, en su casa, al paulista Emerson Fittipaldi, que en 1972 había capturado, a los 25, la primera de sus dos coronas para Brasil.
Fernando había debutado en la elite del automovilismo con 19, en 2001 y a bordo de un Minardi; el peor coche de la parrilla. Con el que logró acabar décimo, en Hockenheim, el día que cumplió 20, el Gran Premio de Alemania: un puesto con el que hoy en día hubiese puntuado -de aquella sólo lo hacían los primeros seis-.
Tras resignarse a pasar un año como probador, ya en Renault, en cuanto el italiano Flavio Briatore lo subió a un monoplaza competitivo, sólo tardó dos carreras para convertirse en el más joven en firmar la ‘pole’ y en subir a un podio (en el Gran Premio de Malasia de 2003).
También se había convertido en el piloto de menos edad en firmar una vuelta rápida, en Canadá, hasta que, asimismo en 2003, en agosto, hizo vibrar a todo el país al convertirse en el primer español y entonces el más joven de todos los tiempos (con 22 años y 26 días) en ganar una carrera: el Gran Premio de Hungría, en el Hungaroring, el circuito de las afueras de la imperial Budapest. Al que, desde el centro de la capital húngara, se llega no sin antes bordear la Plaza de los Héroes.
En 2004 no pudo lograr otro triunfo, pero mejoró notablemente su clasificación en la general, al pasar del sexto al cuarto puesto final en un Mundial que se cerraba precisamente en el circuito de Interlagos. En el que Briatore ya advertía, en una entrevista con la Agencia Efe, de que no dudaba que su pupilo iba «a ser campeón del mundo».
El glamuroso jefe de equipo de Renault -junto al padre del astro incipiente, José Luis, posiblemente la figura más importante en el camino de Alonso hacia la cima- no se equivocaba. Y en menos de un año su pronóstico se hizo cierto.
Fernando, que ya había desatado en España el fenómeno conocido como la ‘Alonsomanía’ -el público comenzaba a abarrotar el circuito de Montmeló (Barcelona), en ‘su’ Gran Premio; y en su Asturias natal se habilitaban cines, palacios de congresos y polideportivos para proyectar sus carreras en pantallas gigantes-, comenzó ganando cuatro de las primeras siete carreras del año. En las que había subido seis veces al podio, con un cuarto como peor resultado.
El sueño tomaba visos de convertirse en realidad. Y, tras ganar los Grandes Premios de Malasia, Bahréin, San Marino (en Imola, Italia) y Europa (en el Nürburgring alemán), el genio astur añadió victorias en Francia y en Alemania para llegar a Interlagos con doce podios -incluido el segundo puesto logrado ante su afición-; liderando con 111 puntos, Exactamente 25 más que su principal rival por el título, el finlandés Kimi Raikkonen (McLaren). Apenas un par de semanas después de que se le concediese el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes; que recogería un mes más tarde en el Teatro Campoamor.
Para proclamarse matemáticamente campeón en Brasil, a falta de dos carreras para el cierre, al mejor deportista de la historia de Oviedo no le hacía falta ganar. Si vencía Raikkonen, le valía con ser cuarto; y si el finés acababa segundo -como finalmente sucedió- le bastaba con acabar en el ‘top 5’.
Antes de consumar una de las más grandes gestas de toda la historia del deporte español, Alonso concedía en Sao Paulo una entrevista exclusiva a la Agencia EFE en la que señalaba que «un título con Schumacher en pista» tenía «más valor;, en referencia al que en esos momentos era, según él mismo reconocía, «el mejor de la historia».
También explicaba que afrontaba el ‘Día D’ con total tranquilidad.
«No estoy nervioso. Tampoco me tomo esta carrera como la última. Sé que faltan tres. Si hago tres séptimos, lo gano igual. Por tanto, me lo tomó así. Aunque en el ambiente parece como si ésta fuese la última carrera; que tengo que hacer podio por narices», afirmaba Alonso horas antes de acabar la carrera donde a él le valía: en el tercer peldaño del ‘cajón’.
Su tercer puesto, en una carrera que ganó el colombiano Juan Pablo Montoya, entonces compañero de Raikkonen, supuso un título que desató el éxtasis. Fernando explotó, inmortalizando su grito de ‘Toma, toma y toma’ en el podio de Interlagos. En el que emuló el tradicional escanciado de la sidra -la bebida típica asturiana- vertiendo el contenido su botella de champán en el trofeo recién capturado.
Junto a Briatore y a José Luis Alonso, ese día también le brillaron los ojos a Luis García Abad, el hombre que durante casi dos decenios fue su sombra dentro y fuera de los circuitos. En el ‘box’ de Renault sonaba ‘Fernando’, uno de los primeros éxitos muy exitoso grupo sueco Abba; en honor al flamante campeón. España vibraba con su nuevo ídolo -por la diferencia horaria la carrera se televisó en ‘prime time’-. Y el mundo se asombraba con la gesta del ‘guaje’ rebelde que acababa de alcanzar la gloria.
En toda Asturias, y más aún en Oviedo, la sidra fluyó a raudales. Y en el Centro Asturiano de Sao Paulo, uno de los mayores del mundo, dieron cuenta de no pocas ‘caipirinhas’ para celebrar el superlativo éxito del ‘paisanín’ que tan orgullosos los hizo, a tanta distancia de su añorada tierra.
«El título se lo dedicaré a mi familia y a mis amigos», había manifestado en la citada exclusiva con Efe el genial piloto asturiano. Consciente de que «muchos» estaban a punto de ir a sacarse la foto con él; y que, de esos, «todos» lo habían ignorado en sus inicios. En aquellos años difíciles, en los que José Luis educaba a un hijo al tiempo que forjaba un campeón; al que trasladaba, en innumerables desplazamientos por carretera, a las pruebas de ‘karting’ que se disputaban en Italia.
«Los tres años he corrido solo, con mis cosas, con mi familia y con mi sacrificio. Y si gano el título, se lo dedicaré a mi familia y a mis amigos. Y absolutamente a nadie más», comentaba a Efe Alonso horas antes de anotarse un Mundial al que aún le pondría la guinda ganando la última carrera, en China; después de finalizar tercero en Japón.
Dedicado a familiares y allegados, ese primer título lo celebraron, sin embargo, no pocas personas, incluido un muy reducido grupo de periodistas deportivos españoles desplazados a Brasil que se unió a la fiesta del crack del Principado; que tuvo lugar en un local paulista cuyo nombre coincide, para más señas, con una conocida marca de coches que también lo fue de una histórica escudería.
En el ámbito internacional ya habían sido pioneros, entre otros, Paco y Blanca Fernández Ochoa, Federico Martínez Bahamontes, Angel Nieto, Arantxa Sánchez Vicario, Miguel Induráin o Carlos Sainz, padre del único otro español, de idéntico nombre, que ha ganado carreras de F1 (cuatro). Y más tarde explotarían Rafa Nadal, Pau Gasol, Carolina Marín, Marc Márquez o María Pérez. Pero en ese momento, con otra gesta que trascendía lo deportivo, Alonso -con 32 victorias y 106 podios en la categoría reina- se inscribía, para siempre y con letras de oro, en la historia de España.
Adrián R. Huber