Madrid, 19 may (EFE).- “Es un escenario inimaginable hasta hace poco tiempo. Es un premio”. Así resume Iñigo Pérez, entrenador del Rayo, la situación que vive el equipo que llega a la última jornada de Liga octavo clasificado y dependiendo de sí mismo para clasificarse para una competición europea antes de cerrar el curso frente al Mallorca, que no se juega nada.
El equipo vallecano está protagonizando un excelente final de temporada. En las últimas cuatro jornadas ha sumado diez puntos de doce posibles tras ganar al Getafe, Las Palmas y Celta de Vigo y empatar con el Betis.
Esta buena racha permite al Rayo sumar 51 puntos a falta de la última jornada. Los objetivos, por tanto, son varios en este último partido. Por un lado, ganar para asegurar su plaza en competición europea y por otro alcanzar los 54 puntos, algo que nunca antes se había logrado.
El mejor Rayo de la historia hasta el momento fue el dirigido por Paco Jémez en la temporada 2012/2013, en la que concluyó octavo. El segundo mejor fue noveno en la campaña 1999/2000, sumó 52 puntos y se metió en Europa por juego limpio.
“El año pasado cuando vinimos aquí era un contexto muy diferente. Pero si mantienes la unión, entrenas y rindes, el fútbol te permite vivir partidos como el de la próxima semana porque hay mucha igualdad en LaLiga”. De esta forma resume Iñigo Pérez, el actual técnico rayista, lo que se vive dentro del vestuario.
La oportunidad de hacer historia es única y más en el año del centenario, por lo que todo es doblemente especial. En el vestuario lo saben y entre la afición la ilusión está desbordada.
El Rayo depende de sí mismo para llegar a Europa. Si gana al Mallorca estará clasificado y si empata o pierde tendrá que esperar para ver lo que hacen el Celta de Vigo, en su visita Getafe, o el Osasuna en su partido en Mendizorroza contra el Alavés.
Incluso podría ser séptimo si gana al Mallorca y el Celta no vence en Getafe, algo que le abriría las puertas de la Liga Europa en vez de la Liga Conferencia.
El sueño europeo del Rayo está cerca pero en el vestuario no hay confianzas. Saben que para no llevarse sustos todo pasa por ganar. La afición quiere ser el jugador número doce y para una hora y media antes del partido ha preparado un cortejo al equipo y, nada más entrar al estadio, el despliegue de un mosaico del centenario.
David Ramiro