El Cairo, 3 sep (EFE).- En la céntrica estación de ferrocarril de Ramsés, en El Cairo, el bullicio habitual se mezcla con aires de despedida y esperanza. Alrededor de 940 refugiados sudaneses, cargados con grandes bultos y maletas con pertenencias y recuerdos acumulados durante su exilio, se preparan para abordar el tren que les llevará de regreso a su país.
Esta iniciativa de retorno, coordinada por las autoridades egipcias en colaboración con las sudanesas, impulsa el regreso de miles de refugiados en Egipto a causa de la guerra en Sudán entre el Ejército y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido.
Desde que el Ejército recuperara la ciudad de Jartum el pasado marzo, los enfrentamientos han disminuido y la seguridad en varias regiones, incluida la capital, ha mejorado como para permitir el retorno, pese a que el conflicto continúa todavía en zonas del oeste del país, especialmente en Darfur.
«Todo el mundo está volviendo a Jartum. La vida es muy segura y estable allí ahora», afirma a EFE Muzamel Mohamed Mahjub, un hombre originario de la capital sudanesa que llegó a El Cairo hace mes y medio para reunirse con su mujer e hijos, tras ocho meses de separación, y regresar juntos.
Las promesas de seguridad del Gobierno sudanés y el viaje gratuito para los refugiados, además del deseo de regresar a su hogar, son los principales alicientes para subirse a uno de los 11 vagones del tren número 1940, cuyos costes corren a cargo del Sistema de Industrias de Defensa de Sudán, que asumió el pago de los billetes, el traslado en autobuses desde Asuán a Jartum y las dietas.
«Huí de Sudán por la guerra. La estancia en Egipto fue muy buena, no nos sentíamos fuera de nuestro país. Regresamos porque ya hay seguridad», agrega Nazik Mahjub, una mujer de 38 años que viaja con otros ocho miembros de su familia.
¡Pasajeros, al tren!

El décimo tren organizado por el Comité para el Retorno Voluntario de Sudaneses espera en el andén, donde mozos empujan carretillas cargadas con maletas, bolsas de tela repletas y cajas atadas con cuerdas. Algunos llevan electrodomésticos pequeños, mientras otros apilan mantas y ropa para resguardarse del aire acondicionado del vagón.
Asistentes ayudan a subir a personas mayores en sillas de ruedas, mientras algunas mujeres cargan con sus bebés nacidos en tierra egipcia, como es el caso de Sherihan Mohamed Saleh, de 27 años: «Vine a Egipto al inicio de la guerra. Nos recibieron muy bien, me casé y tuve mi primer bebé aquí, pero quiero regresar a mi país. Anhelamos reconstruirlo».
Las emociones son palpables. Las despedidas están marcadas por lágrimas y abrazos entre quienes regresan a su país, con la incertidumbre de si su casa seguirá en pie, y sus familiares que permanecerán en Egipto.
El país árabe ha acogido 1,5 millones de refugiados de Sudán, el que se ha convertido desde abril de 2023 en la peor crisis humanitaria del planeta.
Futuro lleno de incertidumbre

Los asientos se llenan cuando se acerca la hora de partir. En algunos vagones viajan únicamente madres con varios hijos a su cargo, en otros hay familias completas con miembros de todas las edades y grupos de jóvenes que comparten su experiencia en Egipto y sus planes para Sudán.
«En Sudán tenía un quiosco. Vine a Egipto en diciembre de 2024 y trabajé en una gasolinera en Alejandría. Ahora vuelvo a abrir mi tienda porque la situación en Sudán es mucho mejor», dice a EFE Ali Mohamed Ali, de 30 años, quien no oculta su apego por Egipto.
Salma Abdelqader era profesora en Jartum. «Vivía en el barrio de Faysal, en El Cairo, desde febrero. Nos recibieron muy bien. En Sudán trabajaba en un colegio, y ahora que los colegios reabren, vuelvo a mi trabajo».
En los nueve trenes anteriores, 9.548 sudaneses retornaron a su país, con un promedio de 940 pasajeros por tren, según la Autoridad Nacional de Ferrocarriles de Egipto.
Una organización paso a paso
La presidenta del Comité para el Retorno Voluntario de Sudaneses desde Egipto, Omaima Abdala, explica a EFE que los viajeros deben registrarse en una plataforma y esperar hasta tres semanas por un billete y se asegura de que reciban toda la asistencia necesaria.
«Damos prioridad a las familias que tienen situaciones especiales, problemas o urgencia. Por eso hemos aumentado el número de trenes semanales. No tenemos criterios de selección, basta con ser ciudadano sudanés con intención de volver a Sudán», afirma.
Al Fateh Mohamed al Khalifa, ingeniero de 27 años y miembro del comité, explica el proceso: «Llegamos a las 7 de la mañana, ayudamos a los viajeros con sus billetes, distribuimos desayunos y los apoyamos para subir al tren. La demanda es alta, por eso pasamos de un viaje semanal a tres».
Tras 12 horas de viaje los pasajeros llegan a la estación de la presa de Asuán, donde las autoridades sudanesas organizan la última etapa del trayecto, que divide a los viajeros en autobuses y barcos que navegan el río Nilo.
El tren número 1940 sale a las once y diez de la mañana, con algunas manos que salen por las ventanas despidiéndose de quienes quedan en el andén. El regreso de los sudaneses a Jartum es más que un viaje: es la oportunidad de un nuevo comienzo en su tierra natal.
Rosa Soto y Aya Ragheb