Jerusalén, 17 sep (EFE).- Jonathan Kadmon es reservista y profesor de neurociencia en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Cuando su unidad fue movilizada de nuevo para la actual ofensiva terrestre contra Gaza, él se negó: asegura que el Ejército no usa suficientes medidas para evitar la muerte de civiles palestinos.
«No soy ingenuo. En una guerra muere gente inocente (…) Pero si tienes conciencia moral entiendes que, aunque haya muchas bajas, alguien debe rendir cuentas», dice Kadmon, médico de combate a cargo de una unidad con ambulancias que atiende y evacua heridos.
«Alguien debe equilibrar las necesidades operativas con la vida de personas inocentes y, en ese momento, no estaba seguro de que ese equilibrio existiera», añade en una entrevista con EFE en el campus universitario.
Las palabras de Kadmon se refieren a principios de 2024, después de servir durante tres meses en la Franja palestina tras los ataques de Hamás. Ya entonces, las dudas sobre las prioridades reales y los objetivos del Gobierno israelí en Gaza, dice este docente que anteriormente fue investigador en Harvard y Stanford, eran evidentes.
Fue el 18 marzo de 2024, con el colapso unilateral del alto el fuego por parte de Israel -que mató de madrugada a más 400 palestinos-, cuando él se dio cuenta de que liberar a los rehenes, su principal aliciente para arriesgar su vida en Gaza, tampoco era la finalidad de esta ofensiva.
«El gobierno no está haciendo todo lo posible para liberar a los rehenes, que es la razón por la que comenzamos», dice Kadmon. Netanyahu ha ido eludiendo cualquier acuerdo definitivo de tregua, pese a que Hamás aceptó la última propuesta presentada en agosto, y pese a que la mayoría de israelíes quieren uno.
Según una encuesta de finales de agosto del Instituto para la Democracia de Israel (IDI), el 64,5 % de los israelíes está a favor de un alto el fuego que incluya la liberación de rehenes y la retirada de las tropas de Gaza. Un porcentaje que aumenta al 92 % entre los encuestados de izquierdas, pero que también es mayoritario entre los votantes del Likud -partido de Netanyahu- con un 52 %.
Un Ejército más radicalizado

En Israel el servicio militar es obligatorio y su abstención está penada con meses de cárcel. No alistarse es ir contra la ley. Las fuerzas armadas constituyen una institución sacrosanta y, para muchos, encarnan el «ejército más moral del mundo» en un país amenazado y traumatizado después del 7 de octubre.
Sin embargo, la cruenta realidad en la Franja de Gaza ha ido mermando esta concepción y reducido también, sin cifras claras, el número de reservistas dispuestos a seguir librando una ofensiva sobre la que existe consenso internacional de que es parte de un genocidio.
«Cuando la gente empieza a negarse por conciencia moral, el perfil de quienes se quedan o acuden juntos cambia», explica este reservista, que apunta a que un porcentaje mayor de quienes sirven ahora son extremistas religiosos. Entre ellos, hay quienes creen en la necesidad de «purificar» y reocupar Gaza.
«Si bien las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) solían ser el ejército del pueblo y representaban a todos los sectores de la población (…) desde los más liberales, pacíficos, contra la guerra; ahora es evidente que una gran parte de los que sirven son más de derechas, más fundamentalistas», detalla Kadmon.
La ofensiva contra Gaza es una guerra librada desde el aire, con drones repletos de explosivos, helicópteros y cazas. Entre los cerca de 65.000 palestinos muertos, según Sanidad, hay más de 19.400 niños: lo que equivale, de media, al asesinato diario de unos 30 menores.
Si bien el registro de Sanidad no diferencia entre milicianos y civiles, una reciente investigación de la revista +972 y el diario The Guardian reveló que el 83 % de los muertos no estaban asociados a ningún grupo armado en la Franja, según información de una base de datos clasificada del Ejército.
«Cuando me negué (en marzo de 2024), la situación era diferente a la actual», dice este médico de campaña, describiendo de «casi sádica» la forma en la que Israel comenzó, hace unos meses, a repartir comida en Gaza mediante un puñado de complejos militarizados cerca de los que las tropas abren fuego.
«Pero (el principal motivo) fue la falta de rendición de cuentas por los daños colaterales de esta guerra (…)», insiste. «Es decir, ¿cuántos ciudadanos no involucrados permites que se conviertan en objetivo?, repite haciendo uso de la jerga militar con la se refieren a las muertes de civiles.
Para algunos israelíes no queda ningún palestino inocente en Gaza tras el 7 de octubre. Para otros como Kadmon, los civiles no son solo «la mayoría», sino quienes más están sufriendo con esta ofensiva que no acaba.
Patricia Martínez Sastre