El río Amazonas se aleja de Colombia y es cada vez más peruano

Integrantes del Ejército del Perú realizan patrullaje desde un bote guardacostas en la población de Santa Rosa, una isla en medio del río Amazonas bajo soberanía peruana, situada frente a la ciudad colombiana de Leticia, en la triple frontera amazónica con Brasil. Foto de archivo. EFE/ Stringer

Bogotá, 16 ago (EFE).- Las acusaciones del Gobierno colombiano a Perú de apropiarse de una isla en el río Amazonas sacaron a flote un problema ambiental ignorado por décadas: el río más largo y caudaloso del mundo se está alejando de Colombia, y en pocos años podría dejar a su único gran puerto sin acceso directo a sus aguas.

En el centro de la tensión diplomática está Santa Rosa, una pequeña isla formada hace medio siglo en la triple frontera amazónica con Brasil y habitada por peruanos desde hace décadas. Perú dice que es parte de su isla Chinería, pero Colombia reclama su soberanía.

La disputa surge porque, cuando ambos países fijaron sus límites hace un siglo siguiendo el cauce más profundo del Amazonas, Santa Rosa no existía. Tampoco otras islas que han aparecido naturalmente por la acumulación de sedimentos y la dinámica cambiante del curso fluvial.

Una frontera viva

Los ríos evolucionan con el tiempo. Sus brazos pueden secarse, ganar fuerza o desviarse. En esta triple frontera, a la altura del municipio colombiano de Leticia, el Amazonas lleva al menos 30 años desplazándose hacia territorio peruano, mientras los brazos colombianos cada vez tienen menos profundidad, menos volumen y menos caudal.

Ya en los años noventa, estudios académicos advertían que el 70 % del caudal del Amazonas en esta zona pasaba por el canal peruano y solo el 30 % por los brazos colombianos. También hace años, la Armada colombiana proyectó que para 2030 el río podría dejar de fluir frente a Leticia durante gran parte del año.

Hoy, ese 30 % ha caído al 19,5 %, y el riesgo de que Leticia quede frente a un cauce seco es cada vez más real.

Así lo concluyó la más reciente medición que realizó el 25 de junio pasado el ingeniero Juan Gabriel León y su equipo de la sede Palmira de la Universidad Nacional de Colombia.

«Y estábamos en periodo de aguas altas», alerta a EFE León. En los meses secos de septiembre y octubre, agrega, «es muy probable que prácticamente ni siquiera pase agua por el lado de Leticia».

Su estudio registró un caudal de 55.900 metros cúbicos por segundo en el estrecho de Nazareth. Esto son 22 piscinas olímpicas por segundo en el tramo del Amazonas que marca el límite entre Colombia y Perú. Pero, de ese volumen, solo 10.900 metros cúbicos por segundo circulaban por los canales colombianos, menos de una quinta parte.

«El río estaba totalmente encauzado, no había zona inundable», explica León, atribuyendo el fenómeno a procesos progresivos de sedimentación que reducen la capacidad de los brazos colombianos y desvían el flujo hacia el lado peruano, donde, en contraste, la erosión se acelera.

Sedimentación y erosión

La profesora de la Universidad Nacional Lilian del Socorro Posada, que lleva más de 30 años estudiando el comportamiento del Amazonas en la frontera colombo-peruana, explica a EFE que el río es «anastomosado», es decir, se divide en múltiples canales que se separan y vuelven a unirse, con islas o bancos de sedimentos en medio.

Estas variaciones provocan que la corriente sea más fuerte en los estrechos y más lenta en las zonas anchas, y esto influye en cómo se depositan los sedimentos que el río arrastra desde los Andes.

«Aguas abajo de Nazareth, el río se ensancha (…) Eso ocasiona que al perder fuerza el agua pierde energía y los sedimentos que va arrastrando se empiezan a depositar», añade León.

La diferencia clave entre ambas orillas, según Posada, está en su geomorfología: mientras el margen peruano favorece la erosión, el colombiano es «más resistente».

«En el lado colombiano tenemos como una media terraza, un piso más elevado, y rocas más arcillosas», detalla la profesora, que resume: «El río prefiere el brazo peruano por cómo está construida esa planicie, y por eso se repliega para ese lado».

Tras años de trabajo de campo con sus estudiantes de hidráulica y geomorfología fluvial, Posada publicó en 2006 un estudio con medidas concretas: dragar (limpieza y ahondamiento) entre las islas peruana de Chinería y colombiana de Ronda para frenar la sedimentación, y construir espolones sumergidos en el canal peruano para redirigir parte del flujo hacia Colombia.

Eran soluciones técnica y económicamente viables, asegura, pero nunca se ejecutaron.

El problema de Leticia

«Los gobiernos le han dado la espalda a los ríos», critica Posada. Si bien los procesos de sedimentación y erosión son naturales, la investigadora afirma que «las acciones antrópicas los han acelerado» y advierte que, con el cambio climático, las sequías se prevén cada vez más intensas.

Los expertos contactados por EFE coinciden en que, si no se toman medidas, Leticia —que paradójicamente está ampliando su malecón— dejará de ser una ciudad ribereña, con profundos impactos para la región.

«Leticia no puede perder su río porque comercialmente, políticamente, socialmente, todas las comunidades dependen de esto», sostiene León.

Las consecuencias ambientales también pueden ser severas. El sistema de lagos de Yahuarcaca, ubicado a pocos kilómetros de Leticia y crucial para la biodiversidad, podría secarse si deja de recibir agua del Amazonas.

Esto afectaría la fauna y la flora, y también la cultura anfibia de las comunidades ribereñas y actividades de subsistencia como la pesca.

La solución, subrayan los especialistas, pasa por retomar los estudios y, con un diálogo diplomático entre países, evaluar las medidas de dragado y espolones sugeridas hace dos décadas.

No actuar, advierte Posada, es «negligencia».