París, 25 may (EFE).- Las lágrimas de Rafael Nadal regaron este domingo la tierra batida donde más triunfos ha conseguido, el trampolín de su gloria eterna que el Grand Slam de tierra batida quiso brindarle una vez más, la decimoquinta, para recibir el aplauso del público, el homenaje de sus principales rivales y el cariño de sus allegados.

El homenaje al que se resistió el año pasado cuando perdió en primera ronda contra el alemán Alexander Zverev regresó con fuerza, con un acto cargado de emotividad. Toda su familia en las gradas, un público enfervorecido que gritaba su nombre y el ‘big4’ con el que tantas batallas protagonizó.

“Me habéis llevado al límite”, les dijo a Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray, a quienes abrazó en medio de la pista en la que durante 20 años dictó la ley y donde solo uno de ellos, el serbio, consiguió derrotarle.
“Creo que hemos demostrado que se puede querer al rival y al tiempo querer ganarlo con todas tus fuerzas y esforzarte al máximo para conseguirlo”, dijo posteriormente.
Fue uno de los momentos álgidos de una ceremonia cargada de emotividad, que comenzó con Rafa Nadal solo en la pista, vestido con traje negro, pisando una tierra que tantas veces recorrió en uniforme de batalla. Un Nadal que no pudo evitar derramar lágrimas mientras el público, vestido con camisetas del color de la tierra batida, aplaudía y gritaba su nombre.
“Quiero mostraros mi infinita gratitud por haberme dado la oportunidad de poder decir adiós en el lugar más importante de mi carrera (…) Aquí he disfrutado, sufrido, ganado, perdido”, aseguró tras ver un vídeo en el que aparecían algunos de sus mayores éxitos en la Philippe Chatrier.
La Philippe Chatrier donde su huella permanecerá para siempre, en una placa que se descubrió barriendo parte de la arcilla, junto a su nombre, otro vestigio de su leyenda, junto a la imponente estatua que saluda al público a la entrada al recinto. “Tener un trocito de mi para siempre en la Philippe Chatrier me emociona solo de pensarlo”, dijo tras el acto.
“Merci Francia, merci París”
“Merci Francia, merci París. Me habéis dado emociones y momentos que nunca habría imaginado. No podéis saber hasta qué punto es emocionante sentirse querido en el lugar que más cuenta para ti. No podré jugar más ante vosotros, pero mi corazón, mis recuerdos seguirán unidos a este lugar magnífico y su pueblo”, afirmó.
Con los ojos vidriosos fue leyendo los agradecimientos, un rosario más para un hombre que ha hecho de la humildad una de sus señas de identidad y que el torneo le puso en bandeja cuando hizo saltar a la pista a los trabajadores que, cada año, le acompañaron en París, desde su chófer hasta el encargado de cuidar las pistas. Todo fue diseñado para elevar al máximo la emoción, para convertir en único el momento del adiós.
Nadal, que reconoció que no es muy dado a dar las gracias en persona, aprovechó para hacerlo ante 15.000 personas que, como él, tenían la piel erizada y los ojos vidriosos.
Su equipo, sus familiares, sus dos abuelas nonagenarias, que asistían en la tribuna principal a acto, sus padres y hermana, su esposa, que, embarazada, sostenía en brazos al pequeño Rafa, que con los ojos bien abiertos acompañaba los aplausos que la grada regalaba a su padre.
Pero la mayor emoción la puso hablando de su tío Toni, el hombre que le forjó como tenista y que hasta 2017 le condujo a por la élite, el que le trasmitió los valores que supo sublimar para firmar un palmarés infinito.
“Eres el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener”, le dijo mirándole a los ojos, Nadal en el centro de la pista mientras su tío estaba en la tribuna presidencial.
Nadal reinaba como el centro de un momento especial para él, pero también para el torneo, el eje sobre el que ha girado la tierra batida estas últimas dos décadas, que quedó marcado en una ceremonia “perfecta”, según sus palabras.
“Es como lo había soñado”, aseguró el español, que confesó no sentirse cómodo siendo el centro de atención y sin una raqueta en las manos, pero que agradeció el tono justo que encontraron los organizadores.
Fuera del foco, tuvo tiempo de explicar a los periodistas que ha empezado una nueva vida en la que vive ajeno al tenis, lejos de las tensiones que le producía y con la calma de haber potenciado “su otra vida”.
“No tengo la sensación de haber hecho sacrificios, porque hacía lo que me gustaba”, aseguró el español, que definió su carrera por “la búsqueda de la mejoría”, el respeto a los demás y la voluntad de sobrepasarse.
“No me fui cansado del tenis, terminé amándolo pero mi cuerpo ya no podía más. Cerré una etapa de mi vida y como no tengo un gran ego, no necesito momentos como el de hoy, vivo bien en el anonimato de la vida cotidiana”, señaló.
Luis Miguel Pascual