El separatismo populista de la provincia Alberta preocupa cada vez más en Canadá

Fotografía de archivo en donde se ve una bandera canadiense. EFE/ Roman Pilipey

Toronto (Canadá), 8 may (EFE).- Los canadienses están cada vez más preocupados por la amenaza separatista de la provincia canadiense de Alberta y a la vez que las autoridades locales insisten en reconocer el resultado de una posible consulta independentista, los expertos están de acuerdo en que el riesgo de separación es mínimo.

Una encuesta dada a conocer este jueves por la Asociación de Estudios Canadienses (AEC) señaló que un 52 % de los canadienses considera que las amenazas separatistas de esa provincia, centro del sector petrolífero del país, deben ser tomadas con seriedad.

El sondeo, realizado por la firma Leger entre el 1 y 3 de mayo con entrevistas a 1.626 canadienses y un margen de error del 2,5 %, arrojó un resultado sorprendente: los canadienses creen que el separatismo de Alberta es más preocupante que el de Quebec, a pesar que el referendo separatista de 1995 casi ganó en la provincia francófona.

Los temores están alimentados por la actitud ambivalente de la jefa de Gobierno de Alberta, la conservadora Danielle Smith, que el miércoles aseguró que respetará el resultado de un posible consulta separatista que se podría producir en 2026.

Smith añadió que, por eso, su trabajo es “asegurar que no se llega a ese punto”.

El profesor titular de Ciencias Políticas de la Universidad de Alberta Julián Castro-Rea calificó en una entrevista con EFE como “artificial” el movimiento separatista de la provincia del oeste de Canadá.

“Es un movimiento artificial que ha sido promovido por el Gobierno de Danielle Smith como una medida de presión hacia el Gobierno federal que se renovó hace unos días con la reelección de los liberales”, señaló.

“El Gobierno de Alberta estaba esperando que los conservadores ganaran las elecciones y que el nuevo primer ministro fuera Pierre Poilievre. Y como no resultó así, está usando esta táctica de la separación como un medio de presión”, añadió.

Ese marginal movimiento separatista, representado por el partido Republicanos de Alberta, también está aprovechándose de las amenazas de anexión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

“Hace unos días tocaron a mi puerta para distribuir un panfleto en el que abiertamente promueven la independencia. Y sugieren, incluso por su logotipo, que esa independencia sería el paso previo a una anexión a Estados Unidos”, señaló Castro-Rea mostrando un papel en el que la provincia está marcada con una estrella como la de Texas.

Lo cierto es que en las llamadas provincias de las Praderas (Alberta, Saskatchewan y Manitoba) existe un arraigado resentimiento, el llamado ‘western alienation’ (alienación occidental), que se alimenta de su supuesta marginación en la federación canadiense.

Ese sentimiento se disparó a partir de 1980 cuando el Gobierno de Pierre Trudeau, padre de Justin Trudeau, impuso una mayor redistribución en el resto del país de los ingresos de los masivos yacimientos de petróleo de Alberta.

Los más de nueve años de Gobierno del ex primer ministro Justin Trudeau (2015-2025) no hicieron más que multiplicar esa alienación.

Y Smith considera legítimo ese resentimiento. “Estos sentimientos están arraigados en la forma en la que los liberales han tratado a Alberta durante los últimos diez años. Así que son sentimientos legítimos”, declaró el miércoles.

Castro-Rea, que ha vivido desde hace un cuarto de siglo en Alberta, reconoce que esa ‘alienación occidental’ es evidente.

“Es una realidad palpable. Desconfianza, cierto recelo, incluso odio en algunas regiones a todo lo que lo que proviene del Gobierno federal”, explicó.

Pero el profesor universitario también subraya que la Constitución y leyes canadienses hacen casi imposible que Alberta se separe, incluso en el más que improbable caso que los separatistas ganen una hipotética consulta separatista.

“Las claras reglas establecidas en 1998 por la Corte Suprema de Canadá hacen prácticamente imposible que Alberta logre superar los obstáculos legales para la separación”, dijo.

Una enmienda a la Constitución requiere la aprobación de al menos siete de las once provincias canadienses y que representen el 50 % de la población del país. “En otras palabras, si Ontario y Quebec no están de acuerdo, es imposible de que Alberta se separe”, apuntó el experto.

Hay un obstáculo de similar dimensiones: los tratados indígenas.

“Son acuerdos legales entre las naciones indígenas y la Corona británica que hicieron posible la creación de la provincia de Alberta, que se creó sobre un territorio prestado por los pueblos indígenas, porque ellos jamás cedieron la propiedad”, explicó.

Por lo tanto, según Castro-Rea “el Gobierno de Alberta no tiene ninguna base legal para reclamar ese territorio como suyo”.

Julio César Rivas