

Sin embargo, la orden de confinar permanentemente a los animales chocaba frontalmente con décadas de una ley proteccionista única en el mundo, que prohíbe el sacrificio y obliga a esterilizar y liberar a los perros en su mismo territorio. La orden desató protestas en las calles y una tormenta de críticas por parte de una coalición de estrellas de Bollywood, la mayor industria del cine indio, activistas y políticos de la oposición, que calificaron la medida de «borrado» y «sentencia de muerte». La tensión social se ha visto avivada por una serie de ataques mortales, como el de un bebé de siete meses que murió destripado por un perro en la ciudad de Noida, o el de dos hermanos de cinco y siete años que fallecieron en la capital tras ser atacados por una jauría. La decisión del Supremo no suspende la orden, pero la deja en un limbo y devuelve el foco a la profunda división de una sociedad que ahora espera que su más alto tribunal resuelva la contradicción entre la seguridad en las calles y la compasión a los animales consagrada en sus leyes.










