Virginia Vadillo

Cartagena (Murcia), 26 jul (EFE).- En la filosofía oriental, la vida es un ciclo circular sin fin, que no empieza ni termina, que se va transformando, que pasa de una materia a otra, y esa es la reflexión que el artista surcoreano Kihong Chung ha querido plasmar en su exposición “SUM-Aliento”, que estos días se puede ver en Cartagena en el marco del festival La Mar de Músicas.
El festival, que cumple treinta años, tiene a Corea del Sur como país invitado, y Chung, afincado en España desde hace dos décadas, es uno de los numerosos exponentes de la cultura del país de Asia Oriental, entre músicos, artistas, escritores y cineastas, que estos días pasan por la ciudad portuaria murciana para acercar una parte de su cultura y de su mundo a España.
Chung, de 50 años, ha centrado la mayor parte de su trayectoria artística en la pintura, pero a La Mar de Músicas ha traído la que es su primera instalación, hecha especialmente para el festival a partir de una idea que llevaba madurando varios años en su cabeza, ha explicado en una entrevista con EFE.
Su objetivo era transmitir la idea de que “en la naturaleza, después de una vida, todo tiene otra vida” y para ello tomó como inspiración el carbón, que es el elemento principal de esta intervención, que se puede visitar de manera gratuita hasta el 28 de septiembre en la sala Dora Catarineu de Cartagena.
“Antes de pasar por el fuego, el carbón fue un árbol. Ese árbol antes fue una semilla, esa semilla antes fue tierra. El carbón pasará después a ser ceniza y esa ceniza pasará de nuevo a la tierra, a la semilla, al árbol”, reflexiona.
El árbol con el que se ha formado el carbón utilizado para la muestra lo recogió el propio Chung de los montes de Tentegorra, en el propio municipio.
Eligió con cuidado cada tronco por tener una forma o un textura especial que le llamaban la atención, a pesar de ser consciente de que, cuando los quemara, las formas cambiarían y la obra final quedaría fuera de su control.
“Me gustaba la idea de dejar parte de la creatividad a la naturaleza, de que la obra tenga algo que no se puede controlar”, señala.
Los troncos quemados, totalmente negros, se exponen sobre un tapete blanco y rodeados con cuerdas que pretenden ser una metáfora de las dificultades y contratiempos que rodean nuestras vidas.
Como telón de fondo, dos grandes planchas de metacrilato teñidas de negro en las que el artista ha dibujado, a base de rayar la tinta, un nido y una gran piedra, también sostenida por cuerdas: “Como el nido, como la piedra, nuestra vida puede caer en cualquier momento y, a la vez, hay algo que la sustenta”, apunta.
El conjunto lo corona una pequeña escultura blanca de Buda que gira sobre los trozos de carbón.
La luz de la sala apenas ilumina el punto donde oscila esa figura y de algún lugar suena una música budista que representa el latido del corazón.
El resto de la sala permanece vacío y oscuro para “enfocar la atención” en ese “aliento” que se extiende en torno al negro carbón y que apunta a que su vida continúa.
“SUM es la palabra con la que decimos ‘aliento’ en coreano. Carbón se dice ‘SUD’. Me parecía un juego maravilloso, entre ese carbón, de color tan potente y tan palpable, y el aliento, que no se puede ver ni palpar pero, aún así, existe”, apunta el artista.
Chung, cuya obra obra forma parte de colecciones públicas e institucionales en toda España y es un participante habitual en ferias de arte contemporáneo como Art Madrid, ha trasladado a esta exposición su estilo monocromático, de blancos y negros, con el que siempre busca llamar a la meditación.
“La meditación se puede practicar en cada momento, no hace falta buscar algo especial o practicar yoga. Escuchar una canción que te gusta, conducir en calma o mirar una obra de arte es ya una forma de meditación”, apunta.
Para ello solo es necesario encontrar el silencio, apunta, mientras lee la frase que acompaña a esta muestra: “A menudo creemos que el silencio es ausencia. Pero las existencias más profundas, a veces, respiran en la quietud”.