El teatro como herramienta para que personas marginadas se sientan respetadas e integradas

Ricardo Iniesta, director artístico de TNT-Atalaya, y Juana Casado, directora adjunta de TNT y responsable de los programas comunitarios, posan en el auditorio del Centro TNT-Atalaya. Hace más de cuatro décadas que Atalaya se puso en marcha en Sevilla. Más de 40 años en los que se ha desarrollado hasta convertirse en referencia internacional en investigación teatral y teatro comunitario, hasta el punto de ser la forma que tienen muchas personas marginadas de sentirse respetadas e integradas en una sociedad que muchas veces no les escucha. EFE/Laura Rincón

Christian Afonso

Sevilla, 3 oct (EFE).- Hace más de cuatro décadas que Atalaya se puso en marcha en Sevilla. Más de 40 años en los que se ha desarrollado hasta convertirse en referencia internacional en investigación teatral y teatro comunitario, hasta el punto de ser la forma que tienen muchas personas marginadas de sentirse respetadas e integradas en una sociedad que muchas veces no les escucha.

Atalaya vio la luz en 1983 gracias al impulso de su director artístico, Ricardo Iniesta, que quiso llevar hasta Sevilla un teatro más social, más de calle, como el que había visto durante su etapa de formación en Madrid. No fue hasta 1994 que surgió TNT (Territorio de Nuevos Tiempos), que se erigió como un espacio para fomentar la investigación teatral.

Así, fueron llegando hasta la capital andaluza maestros internacionales de distintas técnicas para participar en ese laboratorio.

En conversación con EFE, Ricardo Iniesta señala que gracias a esta iniciativa Atalaya “se va nutriendo de jóvenes que van entrando”, hasta el punto que en estos 30 años de vida del laboratorio internacional de investigación teatral 50 personas se han sumado a la compañía, y que ya han recibido premios por su trabajo, tanto a nivel nacional como internacional.

Sus obras, clásicos adaptados a los tiempos contemporáneos, han recorrido 45 países de todos los continentes y tienen “una componente fuerte, visual y de acción que proviene de la investigación que se hace”, en virtud de hasta los 140 ensayos con que se busca esa innovación y la construcción de los personajes.

Pero la otra cualidad que califica a Atalaya es lo “comunitario”, el trabajo teatral en la comunidad que les rodea.

Por ello, han recibido recientemente una subvención del Ministerio de Cultura por valor de 80.000 euros para poder seguir desarrollando esa iniciativa de teatro comunitario, que comenzó hace unos 17 años con las mujeres gitanas de la barriada de El Vacie, que estaba justo al lado de donde se erigió en ese momento la actual sede del teatro.

La importancia de sentirte “uno más”

La responsable de todos estos programas comunitarios es Juana Casado, también directora adjunta de TNT-Atalaya. Su vida dio un giro radical cuando le propusieron encargarse de estos menesteres ya que ella fue bailarina y viene del mundo de la danza.

“Es sobre todo muy gratificante para la persona que dirige y creo que hay un intercambio muy grande también entre las personas que hacen este proyecto, que la mayoría de ellos es gente emigrante, gente que no había hecho nunca teatro”, explica Casado a EFE.

Se da como una “simbiosis” entonces entre los profesores y miembros del equipo que trabajan con estas personas y los propios migrantes, refugiados y otros colectivos que forman parte del teatro comunitario.

Entre ellas las mujeres de El Vacie, quienes se apuntaron al proyecto con más entusiasmo del que creían muchas personas externas a la compañía que rechazaron en un primer momento la idea.

Hoy, casi dos décadas después, se ha definido como un éxito rotundo, que ha hecho a las personas que participan en él sentirse “uno más” en la gran familia del teatro, pero también en las propias sociedades con las que conviven.

Destaca Juana Casado que estas personas vienen sin saber muy bien qué esperar de la actividad, ni qué es el teatro, pero que, de repente, “empiezan a entender que hay otra forma de comunicarse y, sobre todo, se les abre otro tipo de conocimientos”.

Al final, el teatro les ayuda “a sentirse respetados e integrados, porque cuando uno sale al escenario, es escuchado”.

Y entonces, esas personas migrantes, refugiadas, gitanas que pensaban que nadie les tenía en cuenta se convierten en protagonistas por un momento y sienten por unos minutos que quienes antes les trataban solo como migrantes, refugiados o gitanos, ahora les escuchan y atienden: “Y sentirse como uno más es algo que para ellos es muy importante”.

Vuelve Bernarda Alba tras cinco años

La pandemia cortó muchas de estas actividades, como hizo con gran parte de la vida diaria de la sociedad, incluida la obra de teatro que las gitanas de El Vacie estaban llevando por múltiples sitios de la geografía nacional e internacional: su versión de ‘La Casa de Bernarda Alba’.

Una función que, cinco años después, regresa de nuevo a las tablas para conmemorar el 600 aniversario desde que se tiene constancia de presencia del pueblo gitano en España. Y qué mejor manera de hacerlo que devolviendo a esas mujeres que se sintieron por fin escuchadas otra vez al ecosistema en el que la integración es posible: el teatro.