Elena Congost: “No tengo la medalla en la vitrina, pero tengo el corazón lleno”

La atleta Elena Congost, durante la entrevista con la Agencia EFE.EFE/ Siu Wu

Vic (Barcelona), 4 abr (EFE).- “No tengo la medalla en la vitrina, pero tengo el corazón lleno”, reconoce la atleta Elena Congost (Castelldefels, Barcelona, 1987) en una entrevista con EFE a las puertas de la competición que debe abrirle el camino hacia Los Ángeles 2028, donde quiere disputar sus sextos Juegos Paralímpicos.

Los Juegos de París 2024 dejaron un sabor “amargo” a Congost, con un 90% de ceguera de nacimiento, porque fue descalificada por dejar la cuerda que la unía a su guía a pocos metros de la meta, para asistirle en pleno desfallecimiento.

La atleta catalana celebró la medalla de bronce y saboreó la felicidad de “un momento muy bonito”, un año después de ser madre por cuarta vez, pero cuando ya encaraba el camino hacia el test antidopaje le dijeron que estaba descalificada.

“Estaba muy enfadada e indignada. No me entraba en la cabeza que pudiera ser penalizada por un acto de bondad, de empatía, que ponía los valores del olimpismo por delante de todo. Además no me beneficiaba en nada y no alteraba el resultado en nada: la primera y la segunda ya habían llegado y la siguiente atleta venía a cinco minutos”, afirma.

Y, en este sentido, añade: “Los jueces dijeron que la norma era la norma y que no había más. No entiendo qué hubieran preferido. Pero me voy a dormir tranquila, porque sé que lo que hice fue lo correcto. Me costó una descalificación, pero hice lo correcto. Si para tener la medalla hubiera tenido que dejar a mi compañero ahí tirado o arrastrarlo no la querría”.

Volvería a hacerlo una y mil veces más

La atleta Elena Congost, durante la entrevista con la Agencia EFE.EFE/ Siu Wu

“Tenía la sensación de que todo mi esfuerzo se había ido a la basura. Y sentía vergüenza, porque sentía que había fallado a todo el mundo que me había ayudado y apoyado y que estaba en casa viéndome. ‘Les he fallado. Yo no vuelvo a casa'”, recuerda.

La “rabia” por una norma “absurda” y una decisión “surrealista” pronto dejó paso al asombro por “un boom a nivel mundial”. La noticia estaba en todas partes: periódicos, radios y televisiones, y se multiplicaban los mensajes de cariño.

“En paralelo a la desgracia deportiva estaba empezando a pasar algo bonito, algo bueno”, recuerda. Esa experiencia tan desagradable y amarga ha traído “muchas oportunidades”.

Congost admite que, visto con perspectiva, ha sido mejor la descalificación que la medalla: “Es la primera vez que tengo un altavoz tan grande para poder hablar de valores, de deporte femenino, de mujeres, de maternidad, de muchas cosas que a veces no se habla porque se ve a los deportistas como medallas y ya está. La situación que viví me está dando la oportunidad de ser altavoz y transmitir otras cosas que no son medallas”.

El COE le mantuvo la beca como si hubiera logrado la medalla y admite que ha ganado más repercusión y más patrocinadores que cuando logró el oro en Río de Janeiro (2016), en la primera maratón paralímpica femenina de la historia.

“Cuando gané la medalla de oro en Río no salí ni un tercio (en medios de comunicación). Mucha gente ni me conocía. A nivel de repercusión ha sido lo mejor que nos ha podido pasar”, asiente la atleta catalana.

También saborea la posibilidad de dar conferencias, mientras, en paralelo, sigue insistiendo en la vía judicial con el abogado Jean-Louis Dupont, un referente europeo en derecho deportivo que cambió el fútbol mundial con el caso Bosman, con la esperanza de conseguir el bronce de París ex aequo o al menos un cambio de normativa.

A sus 37 años, mira con ilusión hacia los que serían sus sextos Juegos Paralímpicos, tras correr en Atenas, Pekín, Londres, Río de Janeiro y París. Antes de especializarse en maratones, Congost corrió los 100 y 200 metros lisos en Atenas y probó en Pekín los 800 y los 1.500 metros. En Londres, se colgó la plata en 1.500.

El atletismo, su pasión desde que era niña

“Ahora el objetivo es ir a Los Ángeles a quitarse esa espinita”, cuenta sentada en la pista de atletismo de Vic, en el corazón de la provincia de Barcelona, rendida a la que continúa siendo su “pasión” y su “profesión”. “Es lo que he hecho siempre”, añade.

“A los cinco o seis años ya tenía muy claro que quería ser atleta. Quería ser como esas chicas que veía en la tele”, afirma, Congost, quien recuerda que cuando era pequeña escribía en una libreta que quería ser la mejor y que se lo iba a demostrar a todo el mundo.

El atletismo fue una vía de escape en una etapa a veces tan difícil por ser diferente. Porque además le daba la satisfacción de destacar.

Este sábado vivirá su primera competición, la Ibiza Media Maratón, desde aquel extraño día de septiembre en París y el primer paso del trayecto que debe llevarla hasta Los Ángeles.

“El atletismo ha sido siempre mi columna vertebral, mi eje central. Me da una sensación de libertad. De cansarte, de esforzarte, de sacar el máximo de ti y acabar exhausto, pero con esa sensación de satisfacción. Me engancha. Dicen que en el deporte se generan endorfinas y es como una droga y aquí me quedé”, concluye Congost con una sonrisa.

Arnau Segura

La atleta Elena Congost, durante la entrevista con la Agencia EFE.EFE/ Siu Wu