Petah Tikva (Israel), 16 jun (EFE).- Los alrededores del número 17 de la calle Asirey Tzion, en Petah Tikva (periferia de Tel Aviv), son este lunes un hervidero de civiles cargando con sus pertenencias, militares, políticos y voluntarios después de que un misil iraní impactara contra el edificio y destrozara los aledaños, matando a cuatro personas y forzando a cientos a ser evacuadas.
Eitan, Noa, Yonatan y Shahar, un grupo de amigos de 14 años, recorren la urbanización mientras ven cómo los operarios que trabajan en la zona sacan toneladas de escombros de las que fueron sus casas. Hoy siguen siendo vecinos, pero como evacuados a un hotel de Raanana, al igual que parte de las más de 300 familias de la zona del ataque.
«Daba mucho miedo estar en el edificio en el que vivimos. La casa de una amiga de mi madre se incendió, tuvieron que rescatarla los bomberos», cuenta a EFE Yonatan. Anoche hacia las 4.00 (1.00 GMT) fue uno de los millones de israelíes que tuvieron que correr a los refugios en sus casas ante la alerta de una nueva oleada de misiles disparados desde Irán.
Sobre él se atisba un enorme cráter en un esquinazo del edificio, que sigue en pie, sin daños estructurales. Los tres bloques de pisos aledaños se mantienen en pie, aunque la mayoría de piezas metálicas de los balcones y los ventanales han quedado destruidos.
Dos fallecidos en un refugio
Para dos de los habitantes de Asirey Tzion 17, entrar en la habitación segura (salas reforzadas de cara a ataques con las que cuentan muchas viviendas israelíes) no fue suficiente: el misil balístico impactó directamente en el «búnker», acabando con su vida.
Junto a ellos, otros dos vecinos que no se refugiaron (uno en el piso superior al inmueble impactado y otro en el edificio aledaño) perdieron la vida.
«Respecto a refugios en edificios de apartamentos, en algunos casos, afortunadamente muy raros, puede ocurrir: que un misil muy potente impacte directamente en la zona del refugio dentro del departamento. Puede ser devastador», explica a EFE el experto en misiles balísticos y drones israelí Tal Inbar.
A pesar de ello, tanto los civiles en la zona como los empleados del Ayuntamiento de Petah Tikva que coordinan la asistencia los afectados reafirman la importancia de permanecer en los refugios: «Es la mejor recomendación, permanecer en la sala segura, quedarse en el refugio. No salir», dice EFE la portavoz del Ayuntamiento, Michal Maor.
A Dana, de 19 años, la onda expansiva del misil la sacudió dentro de la habitación segura de su casa, en la undécima planta del edificio afectado.
«Corrimos al búnker y cuando íbamos a salir escuchamos una explosión muy, muy, muy aterradora. Pero lo más importante es que estamos vivos», explica mientras sus familiares colocan en el cucharón de una excavadora las maletas con sus cosas, que acaban de sacar de la maltrecha vivienda.
Estrés en la zona del desastre
La mañana posterior al ataque iraní, que causó ocho muertos en todo el país (24 desde el viernes), se vive en las inmediaciones del edificio afectado con una mezcla de nerviosismo y solidaridad.
Fuera de la zona acordonada en la que trabajan los operarios, los residentes de los edificios destruidos discuten, con sus maletas en mano, con los encargados de seguridad para que les permitan entrar a sus casas a recoger sus enseres.
Al otro lado del cordón, voluntarios, soldados y obreros tratan de separar a un empleado del Ayuntamiento y un obrero que casi llegan a las manos en una discusión sobre la retirada de escombros.
«¡No te hagas el hombre! ¡Vamos, venga, ponte a trabajar», se gritan ambos mientras Rachel, compañera del empleado del Ayuntamiento, reconoce el estrés al que están sometidos y el nerviosismo de quienes allí se encuentran.
Poco después, una conversación con el político Yair Golan, líder de la formación de izquierdas Los Demócratas, cuando visitaba el área tuvo que verse interrumpida ante los gritos de un vecino, que le increpaba por su posición contra la matanza de niños en la Franja de Gaza.
Zinaar Shai, que también trabaja para el Ayuntamiento de la localidad, pasea por la zona con rostro cansado: a las noches en vela que le provocaba su bebé de cuatro meses se une ahora la sucesión de alarmas que cada noche le mandan al refugio.
«Cuando vuelves a casa, ya sabes, con la mochila (emocional) que has cargado todo el día, puedes por fin bajarla. Quiero sentarme, relajarme, respirar. Y, entonces: tienes una alarma» lamenta. «Es agotador».
Paula Bernabéu