En Tel Aviv, un aparcamiento se convierte en refugio nocturno frente a los misiles de Irán

Vista del sistema de defensa israelí la Cúpula de Hierro interceptando misiles iraníes que caen sobre Tel Aviv, Israel. Los bomberos registraron un incendio en un edificio de ocho plantas y otro en un aparcamiento que afecta a una veintena de coches en el centro de Israel tras un nuevo ataque con misiles de Irán pasada la medianoche de este miércoles, sin que por el momento se hayan reportado personas afectadas. EFE/ Abir Sultan

Tel Aviv, 18 jun (EFE).- Decenas de familias pasan la noche en el aparcamiento de una galería comercial de Tel Aviv, la ciudad que se ha llevado la peor parte de los ataques en represalia de Irán contra Israel y donde muchos edificios antiguos del centro no cuentan con refugios antiaéreos.

«La gente tiene miedo», cuenta a EFE este miércoles Ronen Keler, parte del grupo de activistas Brothers in Arms (hermanos de sangre), que ha puesto en marcha este espacio bajo el centro comercial Dizengoff de la ciudad.

«Las casas en Tel Aviv son viejas, tienen a lo mejor 50 ó 60 años y no están equipadas para una guerra. La gente ahora entiende que si vives en el centro de Tel Aviv, una pequeña explosión te puede destrozar la casa», explica el hombre.

Tras el comienzo de las hostilidades, un misil iraní impactó en la madrugada del domingo contra un edificio residencial en Bat Yam, un suburbio en las afueras de Tel Aviv, matando al menos a ocho personas y dejando más de un centenar de heridos.

La noche anterior, un impacto contra Rishon LeZion, al sur de la ciudad, mató a dos personas y dejó varias casas destrozadas. Y el lunes, también de madrugada, otras cuatro personas murieron tras un impacto directo contra Petah Tikva, otra localidad en las afueras de la urbe.

«En mi casa no hay refugio»

«En mi casa no hay refugio y por eso vengo aquí», explica Elam, un joven israelí de 33 años que trabaja para una aplicación de reparto de comida y se dispone a pasar su segunda noche guarecido en el aparcamiento del Dizengoff.

El joven explica que antes, cuando la ciudad vivía ataques con cohetes desde Gaza o misiles disparados por los hutíes del Yemen, le bastaba con refugiarse bajo las escaleras de su edificio para sentirse seguro.

«Ahora los misiles vienen de Irán, son más grandes y más peligrosos», cuenta.

Aun así, Elam entiende la decisión del Gobierno de Israel de lanzar una ofensiva a gran escala contra el país persa. «Si tuvieran la bomba atómica nos matarían», asegura.

«No todas las guerras son necesarias»

No todos están de acuerdo. «He pasado por muchas guerras, desde la del 67 a la del 73, el 82, el 89… Todas y cada una. Y con el tiempo me he dado cuenta de que no todas las guerras son necesarias», explica Dafna, una israelí de 63 años que vive en una de las torres del Centro Dizengoff.

La mujer asegura que se siente «desesperada y furiosa» tras el comienzo de las hostilidades, que han permitido al Ejecutivo que lidera Benjamín Netanyahu apartar el foco de la crisis de los rehenes en Gaza y silenciar las protestas semanales en su contra.

«Cualquier conflicto, cualquier cosa que ponga a un lado los asuntos internos de Israel le beneficiará», asegura la mujer.

Brothers in Arms, la organización que ha puesto en marcha este refugio subterráneo bajo el Dizengoff, dice que no ha recibido ningún apoyo del Gobierno.

«Ni siquiera la municipalidad del Tel Aviv (nos ha ayudado). Dijeron que podemos dormir aquí, pero no han hecho nada más», cuenta Keler.

El grupo ha montado una zona de juegos para los niños, colchones y decenas de tiendas de campaña en la planta -4 del aparcamiento, lejos de la superficie.

El martes, alrededor de 80 familias pasaron la noche aquí resguardados, además de cientos de jóvenes que bajaban al sonar las alarmas antiaéreas y se marchaban poco después. Los organizadores esperan que el número se duplique este miércoles.

Normalidad con matices

En la superficie se respira una normalidad con matices. Muchos negocios están cerrados, pero la gente sale a hacer deporte o a jugar con sus hijos, que no tienen que ir a clase estos días.

A última hora de la tarde, cuando solo unos pocos se han acomodado ya entre los pasillos y las columnas del aparcamiento, suenan las alarmas antiaéreas en Tel Aviv.

El espacio se llena en pocos minutos de personas y mascotas, todos pegados a la pantalla del móvil, charlando y esperando. Se escuchan intercepciones en la superficie.

Poco después, el Ejército da el aviso de que es seguro abandonar los refugios. Tan rápido como se ha llenado, el aparcamiento se vacía, pero no del todo. Algunos deciden quedarse y, poco a poco, se van sumando a los que ya tienen instalado su colchón.

«Seguiremos aquí hasta que esto acabe», dice Elam, el joven israelí. Pero nadie se atreve a predecir cuándo será eso.

Jorge Dastis