Berlín, 7 jun (EFE).- El poeta y narrador chileno Enrique Winter, considerado una de las voces más importantes de su generación, y que recibe este sábado en Maguncia (Alemania) el Premio Anna Seghers junto con la escritora alemana Marlen Hobrack, ve la literatura como el discurso que tiene «más en su centro la vocación de ponerse en el lugar del otro», según dijo en una entrevista con EFE.
Acceder a la conciencia de los otros e imaginarse las historias que viven es «la única manera» de construir algo que trascienda la identidad individual y grupal y que «en la diferencia vea su riqueza y no su problemática», dijo en conversación telefónica el autor afincado en la ciudad alemana de Colonia.
Winter (Santiago de Chile, 1982) arrancó su andadura literaria como poeta, con obras como ‘Atar las naves’ (2003), ‘Rascacielos’ (2008), ‘Lengua de Señas’ (2015) o ‘Variaciones de un día’ (2022), aunque también ha publicado ensayos y traducciones, entre ellas de la lírica estadounidense Emily Dickinson.
No obstante, su trayectoria, por la que le ha sido otorgado este premio que distingue todos los años a un autor alemán y a otro latinoamericano, incluye también novelas como ‘Las bolsas de basura’ (2015), sobre unos estudiantes de taxidermia en un entorno de provincias en Chile, y ‘Sobre nosotros callaremos’ (2021), en la que intenta reimaginar la historia de su abuela polaca.
«Mi padre es hijo único de un alemán con una polaca, que escaparon de la Segunda Guerra Mundial y eso era todo lo que él sabía», explicó Winter sobre lo que le llevó a investigar esa «fisura de silencio» debida al trauma de la huida, mientras que su abuela con demencia iba perdiendo la memoria.
Un impulso prerracional
Tras entregar la novela, el autor acabó desandando el camino de sus antepasados y migrando de vuelta a través del Atlántico precisamente a Alemania -paradójicamente, como el primero de su familia que no hablaba la lengua- , a donde le llevó el nacimiento de su hijo en plena pandemia.
«Tal vez la parte más valiosa de la experiencia está dada por aquello que no podemos controlar», reflexionó Winter, que señaló más tarde que en su caso, «la necesidad de esa búsqueda hacia atrás era la que iba a decantar esta entrada a un futuro completamente incierto».
Esta falta de control, por la que el autor se sintió atraído ya de muy joven, tras leer a Jack Kerouac, tiene su reflejo en el «impulso prerracional» por el que afirma sentirse tomado una vez que algo «detona» la escritura.
«(En) esas escenas, una vez que las empiezo a escribir, las palabras llevan un cierto ritmo y ese ritmo va depurando la escena y construyendo otra», explicó, con respecto a la forma en la que compuso la novela, y describió su proceso creativo como «una música que me lleva a pensar más que un pensamiento que me lleva a una música».
Es ese ritmo el lleva al lector a tener una experiencia «más viva que vivir» y le hace «más consciente de que respira», señaló Winter, hablando en este caso de un poema que narra el arduo parto en el que nació su hijo, hora a hora y centímetro a centímetro.
Tocar el misterio
Son precisamente espacios liminales como éste, entre la vida y la muerte, en los que «se abre una fisura y la realidad que creemos segura se tambalea», los que son para el autor «un lugar natural para seguir escribiendo, una veta por la que uno sigue picando».
A nivel poético, Winter se declara influenciado sobre todo por los autores ingleses a los que ha traducido, como la ya citada Dickinson o sus compatriotas Charles Bernstein o Susan Howe, de los que ha aprendido «formas, modos, maneras de decir».
Al hablar de las dificultades de la traducción literaria, el autor bosquejó la suma de elementos que para él son constitutivos de un poema.
«Cómo toca el misterio, los hallazgos del lenguaje, los hallazgos de experiencia: que vivamos de otra manera, habiendo pasado por esa experiencia de leer el poema; la experiencia misma en presente de leerlo», enumeró, resumiéndolos finalmente como «comunicación y sonido».
El Premio Anna Seghers, entregado por la fundación homónima según lo que estipuló la autora de ‘Tránsito’ en su testamento, busca impulsar a autores jóvenes que utilizan el arte para contribuir a la formación de una sociedad más justa, basada en la tolerancia y en la ayuda entre personas de diferentes culturas.
Clara Palma