Santiago de Chile, 24 ago (EFE).- Conocer el origen geológico de los valles vitivinícolas de Chile, descubrir los procesos que convierten a la uva en vino e introducirse en una experiencia única de aromas, texturas y colores a través de la intrigante y oscura leyenda del Casillero del Diablo, esto y más es lo que ofrece el renovado centro de interpretación de una mundialmente conocida bodega chilena, pionero del emergente enoturismo local.
Este remanso natural de 12.000 metros cuadrados de la bodega Concha y Toro permite al visitante sumergirse en un viaje sensorial en el que vino, gastronomía, naturaleza, arte, tecnología y tradición chilena dialogan en perfecta armonía.
“Tenemos que hacernos cargo y custodios de un legado histórico que tenemos el compromiso de dar a conocer, al mismo tiempo que nos mostramos como una marca altamente contemporánea”, explica a EFE la vicepresidenta de Vinos Finos e Imagen Corporativa de la viña, Isabel Guilisasti.
La experiencia comienza atravesando los portones del recinto, acceso directo a un sinuoso y arbolado camino que ya da pistas de la belleza única del paraje en el que se encuentra esta viña, a los pies de la cordillera de los Andes, en pleno valle del Maipo.
Tras pocos minutos de paseo en los que el visitante puede respirar hondo y cerciorarse de que dejó atrás la pesada boina de contaminación de la ciudad de Santiago -que queda a solo 20 km- se llega a la joya de la corona: la experiencia sensorial Casillero del Diablo.
A través de este recorrido, el espectador descubrirá por qué esta zona es la región vitivinícola más antigua y emblemática de Chile, gracias a una serie de proyecciones inmersivas de lava, viento y lluvia que recrean los procesos geológicos que desembocaron en la formación del valle.
Pero en esta experiencia no solo prima lo visual, los sonidos envolventes te hacen olvidar que estás entre cuatro paredes e incluso hay una sala especialmente dedicada a testar si el visitante tiene madera de ‘sommelier’.
Descenso a los infiernos

Tras conocer más sobre los 142 años de historia de Concha y Toro -principal empresa exportadora de vinos de toda Latinoamérica- un cortometraje proyectado en el muro de una de las salas te introduce en la leyenda del Casillero del Diablo, para seguidamente descender varios metros bajo tierra hacia la auténtica bodega de la viña.
Durante este paseo subterráneo, entre la penumbra y las barricas, una serie de tétricas y demoníacas proyecciones van guiando al espectador hasta una desgastada puerta de barrotes de metal donde -ver para creer- entre fuego y ruidos del averno, aparece el mismísimo diablo, protector de la bodega y de todo lo que contiene.
Una experiencia no apta para cardíacos y no recomendada para niños menores de diez años, pero que hace las delicias del visitante, haciéndolo partícipe de la centenaria historia de la marca a la vez que le invita a asombrarse para continuar con el recorrido ya en tierra firme.
Arquitectura, naturaleza, gastronomía y mucho vino

La visita continúa, copa de vino en mano, con un paseo por el espectacular parque natural de 22 hectáreas poblado de flora autóctona chilena en el que los viñedos se pierden en el horizonte.
Entre toda esta vegetación sobresale a lo lejos una imponente construcción de época: la Casa Don Melchor, la auténtica residencia del fundador de la marca -Melchor Concha y Toro- que data del año 1883 y donde los visitantes más selectos podrán disfrutar de una oferta gastronómica exclusiva, adentrándose en la historia y orígenes del icónico edificio.
Para terminar la jornada, una visita al Restaurante Bodega 1883 y a su Gran Barra Bodega 1883 -una barra de 25 metros de largo- donde se ofrecen degustaciones que aúnan vino y gastronomía chilena de manera magistral, haciendo que el visitante abandone el centro con el estómago y el corazón llenos y con ganas de volver.
Un sector turístico estratégico y en auge
Con este renovado centro, que ya recibe una media de 650 personas diarias, Concha y Toro redefine su oferta turística en un momento en el que el enoturismo chileno está en plena expansión.
Actualmente Chile cuenta con 219 viñas abiertas al turismo, lo que representa un incremento del 132,98% en la última década, según el Catastro Nacional de Enoturismo 2024.
“Gracias a la riqueza de nuestros valles, la alta calidad de los productos enológicos y la internacionalización de la industria vitivinícola, nos hemos posicionado como país y puesto en los ojos del mundo”, celebra el director nacional de Sernatur Chile, Cristóbal Benítez Villafranca, en declaraciones para EFE.
Así, en este contexto de auge del sector y entre historia, vino y leyendas, Concha y Toro propone un viaje que comienza en la tierra y termina en la copa, recordando que, en Chile, el vino no solo se descorcha: se vive.
Raúl Gómez García