Almería, 2 ago (EFE).- Lola Martínez, primera preparadora nacional de boxeo y fundadora del club Lola Boxing en Almería, afirma que la esencia de su escuela está en “el trabajo constante y en no rendirse pese a las críticas”, y que esta actividad «no es un capricho, es un proyecto de vida».

A sus casi 50 años, compagina su labor como gestora ambiental en un hospital con su dedicación diaria al boxeo, una disciplina que descubrió con 35 años y que en una entrevista con EFE defiende como “una herramienta de disciplina y valores”.
Nacida en el barrio de la Colonia de Los Ángeles, Martínez comenzó su andadura deportiva en el atletismo, el baloncesto y la natación. El boxeo, sin embargo, se convirtió en su principal motor. Se inició como alumna y después como competidora.
Más tarde, obtuvo el título de preparadora autonómica en Valencia y completó la formación nacional entre Córdoba y Madrid, donde, según recuerda, era la única mujer en su promoción.
“El nombre del club ya fue un obstáculo”, explica. “Me decían que ‘Lola Boxing’ no daba buena imagen. Que nadie iba a tomárselo en serio”. Comenzó con tres personas y muchas dudas en su entorno. “Lo que necesitaba era empezar”, resume.
Su club, con una trayectoria de una década, se ha consolidado con una metodología basada en el compromiso personal, la formación emocional y la técnica. Martínez destaca que el trabajo con menores ha sido una de sus principales aportaciones. “Me decían que los niños no podían practicar boxeo, que era para mayores de 14 años. Yo lo vi como una vía de disciplina”, asegura.
Muchos de esos chicos, recuerda, llegaron con la idea de que el boxeo servía para defenderse. “Luego se sorprenden de los valores que transmite”, señala. Entre sus pupilos cita al joven boxeador Tristán Romero, cuya figura continua inspirando a sus compañeros.
Su jornada arranca a las seis de la mañana. Trabaja en el Hospital de La Inmaculada de Huércal-Overa (Almería), donde coordina la gestión ambiental y energética. Después de más de una hora de trayecto de vuelta, apenas descansa antes de abrir el gimnasio por la tarde. “Llego a casa a las diez de la noche. Esto no es un capricho», reitera.
Martínez señala que muchas veces se ha juzgado su trabajo sin conocer ese esfuerzo diario: “Me duele cuando se valora sin saber lo que supone compaginar todo esto”.
En su trayectoria, asegura haberse enfrentado al machismo y a prejuicios por edad, género o físico. Dice que, en este entorno, muchas veces se la ha juzgado por no encajar en el estereotipo.
También ha vivido situaciones en las que se puso en duda su capacidad para continuar al frente del club tras romper con una relación personal. “Muchos pensaron que, si se iba esa persona, yo caería. Pero los títulos siguieron llegando. La esencia era yo, y no lo sabía”, afirma.
En los últimos dos años, ha atravesado una etapa difícil. Reconoce haber sufrido desengaños y haber tenido que apartar del proyecto a personas de su entorno más cercano. “Cuando vas bien, todo el mundo quiere estar contigo. Cuando llegan los problemas, muchos desaparecen”.
Aun así, afirma sentirse orgullosa de haber formado a jóvenes que hoy siguen vinculados al deporte. “Muchos entraron sin saber lo que era un gimnasio. Hoy son entrenadores o boxeadores que transmiten lo que aprendieron aquí”.
Martínez defiende un enfoque integrador y emocional del boxeo. Considera que el gimnasio debe ser un espacio donde se eliminan las etiquetas. “Cuando entras por la puerta, da igual cómo te llames o a qué te dediques. Aquí entrenamos personas, no géneros”.
Reivindica que el boxeo no es violento, sino exigente. “No es un deporte de golpes. Es táctica, control y cabeza fría. Los que piensan que la violencia te hace boxeador no han entendido nada”, señala.
Para el futuro, su objetivo es continuar formando deportistas con una base sólida. “El talento por sí solo no basta. Lo que marca la diferencia es el trabajo, trabajo, trabajo. Y que lo que hagas, lo hagas con pasión”, concluye.
Miguel Martín Alonso