Madrid, 26 sep (EFE).- Es «profundamente miope» hacer cálculos económicos en materia de prevención de desastres naturales, sostiene la periodista estadounidense Kathryn Schulz, Premio Pulitzer por un artículo sobre el futuro terremoto de Cascadia, que defiende que es «más sensato prepararse para el antes que para el después» en este tipo de catástrofes.
‘El gran terremoto’ (‘The Really Big One’), publicado originalmente en The New Yorker en 2015, se edita en formato libro por primera vez en el mundo en Libros del Asteroide, que lo considera «una investigación medioambiental fascinante».
En su trabajo, Schulz expone la línea temporal de la actividad sísmica de Cascadia para demostrar que la probabilidad de que se produzca un terremoto muy grande (magnitud 8-8,6) en el noroeste de Norteamérica en los próximos cincuenta años ronda el 30 % y de que llegue ‘el gran terremoto’ (8.7-9,2) es del 10 %.
La zona de subducción de Cascadia abarca 1.100 km desde el cabo Mendocino, en California, hasta la isla de Vancouver, en Canadá.
Los expertos calculan que el gran terremoto causaría unos 13.000 muertos: mil por el temblor y el resto por el posterior tsunami en una zona inundable de 5 km, la más poblada del área.
«Los sismólogos saben que cada año que no sucede el terremoto, de manera infinitesimal las probabilidades de que suceda el año siguiente son algo mayores», señala Schulz, que en su artículo demuestra la falta de preparación de la zona, con viviendas, colegios y hospitales sin escapatoria.
Diez años después de escribirlo, «algunas cosas han cambiado para mejor y otras para peor, pero la ciencia que hay detrás, la magnitud del riesgo, la falta de preparación general y trágica de la región siguen siendo mayormente reales».
Un taburete de tres patas

La preparación individual, comunitaria y de las administraciones para este tipo de catástrofes conforma, según la autora, «un taburete de tres patas» en el que «no puedes cortar ninguna».
«Ha habido un enorme aumento en la responsabilidad personal», dice Schulz sobre el efecto «inesperado» de su premiado artículo.
«Si tienes un plan, un kit de emergencia, una reserva de alimentos y agua, no agotarás los recursos de quien no los tiene. Y mucha gente ha dado pasos adelante: hay más casas atornilladas a sus cimientos que hace diez años, hay más personas que tienen suministros de emergencia…», apunta.
«Lo mismo ocurre a nivel comunitario, con vecindarios que se reúnen mensualmente para elaborar planes que salvarán vidas y facilitarán el trabajo de las emergencias», añade.
La evolución no es tan positiva en cuanto a políticas públicas.
«Lo más importante es que ahora existe un sistema de alerta temprana ante posibles terremotos en el noroeste del Pacífico. Me sentí muy aliviada cuando sucedió», señala.
«Pero desgraciadamente ha habido una relajación en la legislación sobre lo que se puede construir en la zona inundable, incluidos hospitales, instalaciones de emergencia… Atornillar mi casa puede costarme mil dólares, pero para modernizar los edificios en el noroeste del Pacífico», admite Schulz, «se necesitan miles de millones. No es que no entienda los cálculos económicos que se hacen, pero creo que son profundamente miopes».
El desafío, indica, «es mantener el compromiso ante algo que no tiene un marco temporal».
«No es la habitual temporada de huracanes, es un acontecimiento que no ha sucedido en la memoria viva de nadie ni, francamente, en la historia escrita de esta nación. Hay catástrofes más apremiantes, pero llegará el día en que esto será urgente y quizá sea tarde», dice.
Escribir esta historia, destaca, valió la pena solo por el caso de unas escuelas primarias que estaban en zonas inundables «y ahora disponen de un campus grande y hermoso en lo alto de las colinas».
«Todos esos niños están a salvo. ¡Son 500 niños!», celebra Schulz, que recuerda que «un número muy muy pequeño de personas arrastradas por un tsunami sobrevive».
El artículo de Shulz se publica junto a ‘Cómo ponerse a salvo cuando llegue el gran terremoto», escrito tras la inquietud generada por el primer texto. Mirar mapas de evacuación, asegurar cimientos, redecorar la casa según la ley de la gravedad y planificar con los vecinos son algunos consejos.
«La conciencia sobre este tema es astronómicamente baja respecto a lo que debería ser. Así que me alegré mucho de que el artículo tuviera una respuesta tan amplia y abriese los ojos a la gente, que es el primer paso», dice Schulz, que se pregunta por que no se ha publicado como libro en su país, como ahora se hace en España.
«Hay una creciente conciencia en el público de que las cosas son extrañas», añade respecto a las noticias diarias sobre inundaciones, incendios o tormentas. «Es la esencia de lo que necesitamos transmitir: que esto no es normal».