España, lejos de estar preparada para convivir con fuegos más severos, según un experto del CSIC

Paraje quemado en el espacio natural de Las Médulas en la provincia de León. EFE/Ana F. Barredo/Archivo

Dominique Campaña

Madrid, 28 ago (EFE).- España «todavía no está preparada» para convivir con incendios cada vez más grandes e intensos, pese a que esta será la realidad a la que se enfrentará en el contexto del cambio climático, advirtió el científico titular del Instituto de Ciencias Forestales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Javier Madrigal.

“No estamos todavía preparados, no tenemos la mentalidad ni asumimos el peligro de incendios que nos rodean”, ha alertado Madrigal en una entrevista con EFE.

Los incendios forestales constituyen una de las principales perturbaciones de los ecosistemas mediterráneos; no obstante, Madrigal ha explicado que, aunque el fuego es un agente natural necesario en muchos ecosistemas -pues rejuvenece la vegetación y recicla nutrientes-, la intensidad actual de los incendios supera la capacidad de adaptación de muchas especies.

En lo que va de 2025, los incendios forestales han arrasado más de 400.000 hectáreas en España, según el Sistema Europeo de Información de Incendios (EFFIS, por sus siglas en inglés) del programa Copernicus.

Aunque se han registrado hasta el momento 276 siniestros, menos que en años anteriores, la magnitud ha sido mayor, siendo al menos 347.000 hectáreas las que se han quemado en 57 Grandes Incendios Forestales (GIF), concentrados en un 81 % entre Castilla y León y Galicia. De esta forma, Madrigal ha indicado que “esta tendencia ya se venía advirtiendo en los últimos años”.

La explicación, ha apuntado el coordinador de emergencias forestales del CSIC, está en dos problemáticas que interactúan y aceleran la propagación de fuegos de gran severidad: el abandono rural, que ha generado grandes masas de vegetación sin aprovechamiento, y el cambio climático, que incrementa el estrés de las plantas y la disponibilidad de combustible forestal.

Este escenario, conocido como “cambio global”, combina la transformación del uso del territorio con los efectos acelerados del cambio climático en los que, cuando confluyen “olas de calor, fuertes vientos o inestabilidad atmosférica”, como ha ocurrido este agosto, se generan los episodios extremos que se han estado viviendo.

Prevención frente a extinción

En cuanto a la gestión de prevención, Madrigal lo tiene claro: España invierte “muchísimo menos” en medidas estrictamente preventivas en comparación con las de extinción.

“En general estamos muy por debajo de lo que sería deseable (…) ese presupuesto, desde nuestro punto de vista, tendría que estar más equilibrado, que también hubiera inversión pública”, ha manifestado.

Entre las medidas preventivas ha mencionado la reducción de la vegetación en áreas estratégicas para evitar fuegos de gran severidad, ya sea mediante tratamientos mecánicos, ganadería extensiva o quemas prescritas en condiciones seguras.

También ha indicado que estas actuaciones deben concentrarse en “zonas estratégicas de gestión”, como áreas próximas a poblaciones o espacios de alto valor ecológico, para maximizar su eficacia.

Por otro lado, el investigador ha resaltado la necesidad de fomentar “comunidades socioecológicas resilientes al fuego”, un concepto que pone en conjunto a la sociedad y a los ecosistemas biológicos.

Para Madrigal, la gobernanza local y el “aprovechamiento típicamente forestal” -ya sea con madera, frutos, resinas o pastos- pueden contribuir a mantener un “régimen de incendios adecuado”.

Después del incendio

Sobre la gestión posincendio, Madrigal, quien lidera la asesoría en Las Médulas del Grupo de Asesoramiento de Desastres y Emergencias, ha resaltado la importancia de actuar con rapidez para proteger el suelo y prevenir la erosión, ya que es “el mayor daño” que se produce tras un fuego.

Por esa razón, ha detallado que una tarea importante que se realiza el día después de un megaincendio es evaluar la severidad del fuego en la vegetación, sobre todo del suelo. Esto se realiza con sensores remotos calibrados con datos del campo.

Asimismo, ha explicado que en áreas de alta severidad, si no se toman las medidas de emergencia se pueden generar depósitos de cenizas que afectan a los desagües de poblaciones generando inundaciones o incluso en zonas vulnerables a deslizamientos como Las Médulas puede comprometer la estabilidad de las laderas.

Los tratamientos de emergencia deben aplicarse en los meses posteriores al fuego y antes de las primeras lluvias, entre ellos ha destacado el “acolchado con paja agrícola”, que reduce el impacto de las gotas de lluvia y evita la erosión.

Además, Madrigal ha explicado que, a medio plazo, se realiza un seguimiento de entre 1 y 3 años en ecosistemas atlánticos y de 1 a 5 años en mediterráneos para evaluar la regeneración natural, la cual es la opción adecuada para regenerar los ecosistemas.

Sin embargo, si en este periodo no se logra la recuperación de especies de interés, “se pueden plantear repoblaciones artificiales”, ha dicho.

Para Madrigal, costará más trabajo vivir en un ambiente “más caliente y con más incendios”; sin embargo, en su opinión, convivir con el fuego no significa “resignarse” a que estos sean los tipos de incendios que se continúen teniendo en un futuro: “La forma de no resignarse es actual a nivel local y nacional”, ha añadido.