Madrid, 21 may (EFE).- España es uno de los países europeos más afectados por la subsidencia, un hundimiento leve pero progresivo del suelo que puede causar daños en las estructuras que se asientan sobre la superficie, según advierte a EFE Sebastià Olivella, profesor de Ingeniería Geotécnica de la Universidad Politécnica de Cataluña.
La sobreexplotación de los acuíferos, derivada de las mayores necesidades hídricas que impone el clima de algunas zonas de España, es, para este especialista, la principal razón de las tasas de subsidencia registradas en su territorio, que son superiores a la media europea, si bien están todavía muy por debajo de los 15,5 milímetros anuales de hundimiento anual en Irán, país que encabeza el listado mundial.
Una investigación publicada el año pasado por la revista ‘Geophysical Research Letters’, sitúa a España como el país del continente europeo -sin contar a Turquía- con mayor tasa media de subsidencia del suelo: unos 2,1 milímetros al año.
Albacete, Ciudad Real y la comarca del Alto Guadalentín (Murcia), son las zonas más vulnerables de acuerdo con otro estudio publicado en ‘Nature’ en 2023, que eleva la tasa de subsidencia de estos lugares entre los 10 y los 50 milímetros anuales.
Consecuencias
Los efectos de la subsidencia sobre las edificaciones pueden ser graves: Olivella precisa que “un milímetro al año no es muy importante, pero un milímetro al mes ya puede causar grietas en las viviendas” y comprometer obras de ingeniería civil sin movilidad, como las vías de alta velocidad.
Además, este fenómeno puede alterar los sistemas naturales de drenaje y el flujo de las aguas, con el consiguiente incremento del riesgo de inundaciones, así como el riesgo de erosión y el deterioro y la pérdida de ecosistemas.
Otro problema es el de mayor riesgo de contaminación, puesto que los movimientos del suelo pueden romper tuberías subterráneas como las que transportan el agua potable.
Comunicación y gestión
Para el profesor “tendría que haber un poco más de comunicación entre arquitectura e ingeniería” porque la solución a este problema, señala, no puede pasar simplemente por el arreglo de las estructuras afectadas o por meros replanteamientos urbanísticos.
A su juicio es necesaria una “gestión adecuada de las aguas subterráneas: recargar cuando hay excedentes y usarla cuando se necesiten” ya que forman “una parte importante de nuestros sistemas de abastecimiento” sobre todo en períodos de sequía pero vigilando los acuíferos para “no provocar grandes variaciones en la presión” con extracciones de mucho volumen pues cuanto más disminuya la presión del agua, más “aumentan las tensiones efectivas y el suelo se comprime”.
Para minimizar los efectos de este fenómeno sería necesario recargar artificialmente los acuíferos cuando hay excedentes de agua como ya se hace, recuerda, con las aguas subterráneas de la cuenca del Llobregat, en las que se reintegran aguas saneadas.
Otras causas
Aunque la subsidencia provocada por la sobreexplotación de los acuíferos tiene más impacto por afectar generalmente a zonas urbanas, las extracciones petrolíferas y algunos tipos de minería también contribuyen al hundimiento del suelo, con efectos aún más graves cuando se desarrollan cerca de asentamientos, apunta Olivella.
Este fue el caso del barrio de la Estación, en el municipio barcelonés de Sallent de Llobregat, construido desde cero en los años ochenta del siglo XX con una buena y espaciosa planificación urbanística, pero junto a unas minas que eran explotadas desde hacía varios decenios y que habían llegado hasta unas grandes cavidades naturales subterráneas.
Las grietas aparecieron en calles y casas y en 2004 comenzó la evacuación voluntaria del barrio pues, como recuerda el profesor, “apenas había forma de arreglarlo” porque “ya no es una variación en la presión del agua, son agujeros en el terreno”. En 2009 la Generalitat de Cataluña decretó el desalojo forzoso y los antiguos habitantes del barrio tuvieron que buscar otro domicilios.
“El efecto del agua es gradual, pero el de la minería puede resultar catastrófico”, sentencia Olivella. EFE
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