Tel Aviv, 3 ago (EFE).- La inauguración de un campamento pacifista para pedir el fin de la ofensiva de Israel contra Gaza en la Plaza Dizingoff de Tel Aviv terminó convertido este domingo en una escena en la que los activistas soportaban desde sus sillas los gritos de «¡Traidores!» de un grupo de ultranacionalistas israelíes.
«La guerra más devastadora en nuestra historia tiene que terminar ya. Lo que pasa en Gaza, los asesinatos en masa, la destrucción total y matar de hambre a toda una población está a años luz de los valores fundacionales de un Estado fundado bajo el juramento: ‘Nunca más'», leían a primera tarde representantes de la coalición ‘Es la hora’, con más de 60 organizaciones en favor de la reconciliación entre israelíes y palestinos.
A primera hora la plaza la recorren decenas de miembros de la organización pacifista israelí Peace Now, familiares de rehenes secuestrados o personas asesinadas durante el ataque del 7 de octubre de 2023, activistas de los Rabinos para los Derechos Humanos y decenas de otros movimientos que claman contra la ofensiva en Gaza.
Cuando leen su manifiesto, un joven alza dos carteles en los que se lee: «No hay hambre en Gaza» y «Yo creo al ejército israelí».
«La gente está al límite», dice a EFE el activista Moshe Chertoff ante la creciente tensión en un Israel inmerso en la ofensiva en Gaza casi dos años, con aún 50 rehenes en la Franja y cada vez más dividido entre el apoyo a la operación militar y al Gobierno que la mantiene o el llamamiento a ponerle fin.
«Todos pierden en la guerra. Si queremos verlo matemáticamente, ¿cuántos palestinos hay entre el río (Jordán) y el mar (Mediterráneo)? Siete millones. ¿Cuántos judíos hay entre el río y el mar? Siete millones. ¿Alguien va a ganar? No. ¿Alguien se va a marchar? No. Entonces, ¿qué sentido tiene continuar con las guerras?», se pregunta.
Chertoff se acerca al agitador y trata de recordarle que este domingo comienza la festividad religiosa del Tisha B’av, el conocido como «día más triste» entre los judíos, que impregnaba la protesta de los activistas hasta que los gritos de los manifestantes se alzan sobre ella. Este le responde gritándole a apenas unos centímetros de su cara, sonriente.
Poco después una mujer y su marido se suman a la escena. Ella interrumpe al portavoz de los activistas que da un discurso en ese momento: Yonatan Zeigen, cuya madre, asesinada en el ataque del 7 de octubre de 2023, reivindicaba también la reconciliación entre israelíes y palestinos.
A última hora de la tarde, casi tantos ultranacionalistas (la mayoría de unos 20 años) como activistas hay en la carpa de la protesta habrán rodeado el lugar y acosarán a los manifestantes entre gritos de «¡Traidores!».
La contramanifestación se desata ante la llegada de un diputado, el comunista y miembro del partido árabe ‘Hadash Taal’ Ofer Cassif, conocido por sus discursos contra la agresión hacia Gaza.
Su presencia en la carpa de los activistas desata gritos, golpes contra las vallas y una lista de insultos con «hijo de puta» en el primer puesto hasta que la organización le pide que abandone el lugar.
Detener lo que se ha convertido «en un genocidio»

«Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestro poder para parar lo que se ha convertido, definitivamente, en un genocidio en Gaza», asegura a EFE Raluca Ganea, de la ONG israelí Zazim.
Las organizaciones pro derechos humanos en Israel han endurecido su discurso contra la ofensiva en Gaza y, la semana pasada, dos de las más reconocidas (B’Tselem y Physicians for Human Rights) denominaron por primera vez como «genocidio» lo que su país ejecuta en el devastado de territorio palestino.
Ranea explica, sin embargo, que los organizadores de la acampada prefieren utilizar la expresión hebrea ‘Retzaj Am’, traducida al castellano como genocidio pero con un significado específico en este idioma: el asesinato de un pueblo.
En una protesta marcada por la tensión, Ranea lamenta que en la sociedad israelí hay «un problema para ver al otro lado», una Gaza que acumula más de 60.000 muertos y una Cisjordania que afronta diariamente la violencia de la ocupación.
Una de la organizadoras del campamento es Mika Almog, activista y nieta de Simón Peres (uno de los fundadores de Israel, presidente del país entre 2007 y 2014 y coartífice de los Acuerdos de Paz de Oslo entre su país y Palestina). Recorre la manifestación y graba en ocasiones a los ‘ultras’ que la interrumpen.
«La reparación que tenemos que hacer en Israel es masiva. Masiva. Tenemos que volver a enseñar casi todo desde cero. Pero para lograrlo, lo primero que debemos hacer es romper el círculo vicioso de la muerte. Debemos detener esta guerra», sentencia.
Paula Bernabéu