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Estudio revela límites adaptativos del oso pardo ante invasión humana y cambio climático

Imagen de archivo de un oso pardo. EFE/Celia Agüero Pereda

León, 23 sep (EFE).- Una investigación internacional, liderada por la Universidad La Sapienza de Roma y con la participación de Andrés Ordiz, del grupo ADIBECO (Comportamiento, conservación y diversidad animal) de la Universidad de León (Ule), ha revelado que los osos pardos europeos podrían estar alcanzando un límite en su capacidad de adaptación conductual ante la creciente invasión humana y el aumento de las temperaturas.

El estudio al que ha tenido acceso EFE, publicado a mediados del mes de julio en la revista ‘Ecography’ tras analizar más de seis millones de registros GPS de 139 osos en Europa y América del Norte, alerta sobre las consecuencias ecológicas de la urbanización y el cambio climático en los grandes carnívoros.

Presión humana, entorno y temperatura

El trabajo, desarrollado entre 2004 y 2022, compara los ritmos de actividad diaria de seis poblaciones de osos pardos —incluidas las del norte de España— con los ejemplares del Gran Ecosistema de Yellowstone, en Estados Unidos.

Utilizando modelos bayesianos avanzados, los investigadores han evaluado cómo la actividad diurna, crepuscular y nocturna de los osos se ve afectada por tres factores clave: la presión humana, la productividad primaria del entorno y la temperatura máxima diaria.

Los resultados muestran que, aunque todas las poblaciones presentan un patrón bimodal de actividad —con picos al amanecer y al atardecer—, los osos europeos tienden a ser más nocturnos que sus homólogos norteamericanos.

Esta tendencia se acentúa en regiones con mayor densidad humana, como los Apeninos italianos o los Pindos Dináricos en Croacia y Serbia, donde los osos han modificado sus hábitos para evitar el contacto con las personas.

Los osos europeos más al límite de adaptación que los americanos

Sin embargo, el estudio advierte que esta estrategia de segregación temporal podría tener un coste fisiológico. «La nocturnidad forzada puede entrar en conflicto con los ritmos circadianos naturales del oso, afectando su termorregulación, eficiencia alimentaria y reproducción», explican los autores del estudio.

«Nuestros datos sugieren que los osos europeos están cerca de un umbral de plasticidad conductual, lo que limita su capacidad de adaptación a nuevas perturbaciones ambientales», indican.

Paradójicamente, los osos de Yellowstone, que habitan en un entorno más prístino, mostraron una mayor capacidad de ajuste ante la presión humana, aumentando significativamente su actividad nocturna durante los meses de mayor afluencia turística. Esta flexibilidad, según los autores, podría deberse a que sus patrones de actividad no están ya condicionados por una exposición constante a la presencia humana, como ocurre en Europa.

Relación entre la dieta estacional y la productividad del hábitat

Otro hallazgo relevante del estudio es la relación entre la dieta estacional y la productividad del hábitat. En otoño, durante la hiperfagia —fase de alimentación intensiva previa a la hibernación—, los osos del sur de Europa aumentan su actividad en zonas de alta vegetación para recolectar frutos secos, mientras que los del norte, que se alimentan principalmente de bayas, prefieren áreas más abiertas con menor densidad vegetal.

Respecto al impacto del calor, los investigadores observaron que las altas temperaturas estivales reducen la actividad diurna de los osos europeos, sin que esta se compense con un aumento nocturno, lo que podría afectar su balance energético. En cambio, los osos de Yellowstone sí modifican sus horarios para evitar el estrés térmico, lo que refuerza la hipótesis de una mayor capacidad adaptativa en entornos menos antropizados.

La investigación, que ha contado con el apoyo de instituciones de Croacia, Estados Unidos, Suecia, Noruega y España, subraya la importancia de considerar los ritmos de actividad animal en las estrategias de conservación. «La coexistencia entre humanos y grandes carnívoros exige entender no solo dónde viven, sino cuándo están activos», concluyen.

Este estudio se enmarca en los esfuerzos internacionales por frenar la pérdida de biodiversidad antes de 2050, tal como establece el Marco Mundial de la Diversidad Biológica. Sus conclusiones podrían ser clave para diseñar políticas de gestión del territorio que favorezcan la supervivencia de especies emblemáticas como el oso pardo en un mundo cada vez más cálido y urbanizado.