San Sebastián, 3 jul (EFE).- ETA ha saltado a la pantalla en más de 245 producciones audiovisuales, entre las que figuran títulos emblemáticos como ‘Yoyes’ y ‘La infiltrada’ y en las que las víctimas del terrorismo han pasado de ser extras a protagonistas y el cine ha logrado convertirse en un faro para preservar la memoria.
El modo en que ETA ha sido representada en las últimas décadas en la ficción audiovisual constituye el eje de un curso de verano de la Universidad del País Vasco (EHU) que ha comenzado este jueves en San Sebastián y en el que a lo largo de dos días participarán cineastas como Borja Cobeaga y Jon Viar.
La delegada del Gobierno en el País Vasco, Marisol Garmendia, el director del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, Florencio Domínguez, el presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Juan Benito Valenciano, y la directora del ciclo, Virginia López de Maturana, han sido los encargados de abrir hoy este curso de verano, titulado ‘Ponerse en la piel de las víctimas del terrorismo’.
La ponencia inaugural ha corrido a cargo del catedrático de Historia Contemporánea de la EHU, Santiago de Pablo, quien ha explicado que desde la transición hasta la actualidad, ETA ha saltado a la pantalla en 245 producciones audiovisuales, de las cuales 77 son largometrajes cinematográficos.
77 largometrajes cinematográficos
«Esa idea de que el cine español no se ha atrevido a tratar el tema de ETA no es cierta. Hay un corpus audiovisual potente aunque, a veces, desconocido» por no tener esa calidad artística, carecer de hondura ética y moral, o simplemente por no tener éxito de público, ha recalcado De Pablo.
Por tanto, en su opinión, «no puede decirse que el cine español no se haya preocupado de ETA», aunque en ocasiones, especialmente en las primeras décadas, lo ha hecho de una manera que, a su juicio, «tenía que haber sido más valiente», aunque lo hizo en sintonía con la actitud que mantenía la propia sociedad.
El catedrático ha repasado la evolución que ha experimentado el tratamiento del terrorismo en la producción audiovisual desde las primeras películas que, en la década de los años setenta, trataron el asesinato de Luis Carrero Blanco y que continuaron después recreando el fusilamiento de Txiki y Otaegi o el proceso de Burgos.
A partir de ahí la cinematografía está salpicada de títulos en los que, en ocasiones, los miembros de ETA se presentan como héroes románticos, no se profundiza en el terrorismo y las víctimas aparecen como figurantes.
Esta situación es más o menos recurrente hasta el año 2000, cuando la «reacción sin precedentes contra ETA» generada tras el asesinato del concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, se traslada también a la pantalla, crece exponencialmente el número de producciones sobre el tema y las víctimas cobran protagonismo y llevan sus testimonios a documentales, que ganan terreno a la ficción, ha explicado.
En este contexto, ha puesto de relieve la capacidad que ha tenido la producción audiovisual en las últimas décadas para aunar, por un lado, la parte atractiva que garantiza su éxito en taquilla y por otro, dejar un poso sobre el relato, la memoria y el sufrimiento de las víctimas.