Shuafat (Jerusalén), 11 sep (EFE).- Los padres y tíos de Dana Qawasmi, una refugiada palestina de 25 años del campamento de Shuafat en Jerusalén Este ocupado, tuvieron acceso a educación gracias a las escuelas que estableció allí la agencia de Naciones Unidas UNRWA. Pese a que el curso arrancó hace unos días, todas están vacías ahora por el cierre impuesto por Israel.
El pasado mayo, fuerzas israelíes cerraron las seis escuelas de la UNRWA (agencia de la ONU para los refugiados palestinos) en Jerusalén Este, en una operación en la que forzaron la evacuación de todo el alumnado y profesorado.
Esa decisión, que Israel justificó amparándose en la conocida como ley UNRWA (en vigor desde enero de este año), ha afectado a cerca de 800 alumnos palestinos en el curso que acaba de arrancar, de los que 550 viven en este campo, según datos de la agencia.
«Mi hermano, de 16 años, se ha quedado sin escuela y está en casa sin hacer nada. Lo mismo le pasa a mi primo, que vende ahora palomitas en la calle. El cierre de las escuelas de UNRWA ha generado un gran problema en el campamento. De las que quedan abiertas, muchas son privadas y no tienen espacio», se lamenta a EFE esta joven palestina frente a uno de los colegios, que tiene paredes agujereadas por disparos de las redadas israelíes en Shuafat.
Solo algunas familias (aunque no hay cifras oficiales) han conseguido reubicar a sus hijos en otras escuelas de Jerusalén Este que, tras el cierre de las de la UNRWA, también se han visto colapsadas ante la enorme demanda.

Meses de espera para una plaza

«Yo he estado cuatro meses tratando de matricular a mi hijo, que ni siquiera iba a la UNRWA, pero de repente en su escuela de aquí del campo no había espacio para él este año. Tras acudir al ayuntamiento, donde había unas 150 personas esperando, he logrado hace unos días que tenga un plaza en una escuela en Beit Hanina», explica EFE Riyad Golani.
Para entrar y salir de este campo de refugiados, en el que viven unas 60.000 personas, hay que cruzar un puesto de control israelí que, en ocasiones, puede permanecer cerrado durante horas. Y este, como señala otra palestina residente de Shuafat y profesora en una escuela de Jerusalén, es un problema porque hace que los estudiantes pierdan mucho tiempo en autobuses o coches.
«Los alumnos estaban cerca de sus familias aquí en el campo y ahora muchos tienen que salir fuera. Incluso los más pequeños que están en guarderías van a tener que cruzar el puesto de control todos los días», indicó.
Que Israel atacara los derechos como la educación de los palestinos refugiados era el mayor miedo de los trabajadores de la UNRWA, cuando Israel aprobó en octubre de 2024 la ley tras acusar a la agencia de tener vínculos con Hamás, pese a que nunca aportó pruebas verificables.
La norma prohíbe a la agencia, que fue creada para dar asistencia social a los palestinos refugiados tras la creación del Estado israelí, seguir operando en territorio israelí, lo que ha provocado que muchos de sus empleados extranjeros afincados en Jerusalén Este (anexionado por Israel de forma ilegal en 1980) se hayan marchado del país por la no renovación del visado.
«Manteníamos la esperanza de que con el inicio del curso escolar Israel reabriera las escuelas cerradas en Jerusalén Este de nuestra agencia. Pero no ha sido así. Golpear a la educación de los palestinos es muy fácil para Israel», lamenta desde Amán Jonathan Fowler, portavoz de la UNRWA y que hasta hace unos meses vivía en Jerusalén.
Fowler, además, recuerda que antes del cierre de estas escuelas ya había cerca de 2.000 niños palestinos en Jerusalén Este que enfrentaban problemas para poder conseguir plazas.
Núria Garrido Gómez