Paco Aguado

Madrid, 21 may (EFE).- El diestro malagueño Jiménez Fortes dio todo un recital de toreo puro y del valor más sincero y auténtico frente a un complejo lote de la aparatosa y descompensada mansada que lidió hoy en Las Ventas la ganadería de Araúz de Robles, de la que también estuvieron por encima Morenito de Aranda y Adrián de Torres.

El único lunar de Fortes, en ambos toros, llegaría con la espada, lo que le impidió salir, como merecía lo realizado, por la Puerta Grande después de haber cortado tres o cuatro orejas, solo que, en este caso, la dimensión de lo que llevó a cabo toda la tarde queda muy por encima de la simpleza de un balance contable.
Porque a esa voluminosa y serísima mansada, que no regaló ni una sola embestida entregada, el torero de Málaga la toreó como si fuera buena, y no solo con una férrea determinación y absoluta quietud de plantas, sino también con una prodigiosa sutileza en los vuelos de su muleta y con un ajuste y una verdad escalofriantes.
Así lo hizo ya con el capote de salida con su primero, largo como un tren, al que meció a la verónica antes de que el animal se negara a colaborar, desarrollando un sentido reservón, sin romper con claridad hacia adelante. Pero el valor de Fortes, esperando en el embroque hasta la última milésima, hizo que, poco a poco, el de Araúz se fuera convenciendo de que no le quedaba otro remedio que meter la cara.
Y ni aun así lo hizo con la suficiente entrega, sino solo en medias arrancadas a un cauto paso que, sobre dos férreas columnas, Fortes convirtió, por su pureza, en hondos, lentísimos y enormes muletazos, más allá del mayor o menor recorrido del trazo, incluso en una ligada tanda final por la derecha impensable cinco minutos antes.
Su faena al quinto fue casi un calco, por los soberbios lances iniciales y por lo que, muleta en mano, también le sacó a otro toro hecho cuesta arriba y de interminable espinazo que escarbando constantemente avisaba de su nula disposición a embestir. Así que, de nuevo sin duda alguna, sin un sólo paso atrás, el de Málaga persistió en su misión de hacer bandera de la verdad del toreo, por mucho que no encontrara el suficiente eco en el desconcertante público de estos tiempos.
Sin poderlos ligar, ante la reservonería del toraco, aún dibujó una docena más de rotundos muletazos con una asombrosa facilidad, casi sin darse importancia, por mucho que su actuación haya sido la más importante de las vistas en Madrid en los últimos años. De ahí que sus pìnchazos con la espada ante ambos toros solo la mermaran en resultado orejero pero no en su descomunal trascendencia.
A ese mismo nivel intentó estar también Adrián de Torres, solo que sin envolver sus méritos en la sosegada puesta en escena de Fortes. Y el hecho es que insistió lo indecible con su lote, buscando un reconocimiento que no llegó en el hoy alborotado tendido de Las Ventas.
Así se aplicó lo mismo con su primero, que se dio pronto a una descarada huida, que con el sobrero mostrencón de Castillejo de Huebra, también rajado y que solo soltó descastados cabezazos a la muleta del linarense, por mucho que intentara encelarlo con temple y no menos sinceridad.
A Morenito de Aranda le cupo en suerte un cuarto que, probablemente por sus más afinadas, pero no menos serias hechuras, se movió con algo más de entrega.
El veterano burgalés lo afrontó con pundonor y con una celeridad de muñecas que no ayudó a atemperarlo, sino que aumentó su brusquedad, aunque se le jaleó casi más que a Fortes antes de pincharlo, como también falló con los aceros ante un bastísimo primero de corrida, cuya mansedumbre manejó con oficio.
————————–
FICHA DEL FESTEJO:
Cinco toros de Araúz de Robles, de mucho volumen y trapío aunque, salvo el cuarto, de hechuras bastas o descompensadas. Todos fueron mansos y complicados en la muleta, cuando no se rajaron o se negaron a embestir, incluido el gigantesco sobrero de Castillejo de Huebra, que sustituyó al sexto, devuelto por lesionarse de salida.
Morenito de Aranda, de azul azafata y oro: dos pinchazos y estocada caída delantera (silencio tras dos avisos); tres pinchazos (ovación tras aviso).
Fortes, de salmón y oro: dos pinchazos y estocada caída (gran ovación); pinchazo y estocada trasera atravesada (vuelta al ruedo).
Adrián de Torres, de palo rosa y oro: cuatro pinchazos y estocada contraria (silencio); dos pinchazos hondos, media estocada desprendida y descabello (silencio).
Buen y acertado nivel en general de las cuadrillas en la lidia, y especialmente en la brega Raúl Ruíz, El Víctor e Iván García, que también saludó tras dos arriesgados pares de banderillas al cuarto.
Undécimo festejo de abono de la Feria de San isidro, con tres cuartos del aforo cubiertos (16.687 espectadores), según la empresa, en tarde calurosa. EFE
pa/plv
(foto)