Fumiko Morita, la ‘hibakusha’ de 96 años que conciencia sobre las armas nucleares en redes

Fumiko Morita durante una entrevista en Tokio, Japón, el 25 de junio de 2025 (publicada el 1 de agosto de 2025). Fumiko Morita, una 'hibakusha', el término japonés para un superviviente de la bomba atómica, tenía 16 años cuando presenció la devastación de la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki. Después de guardar su experiencia personal para sí misma durante décadas, se volvió activa en las redes sociales en los últimos años, concienciando sobre el peligro de las armas nucleares. EFE/EPA/FRANCK ROBICHON

Tokio, 1 ago (EFE).- Fumiko Morita tenía 16 años cuando la bomba atómica ‘Little Boy’ fue arrojada sobre Nagasaki. Ochenta años después y tras décadas de recuerdos aparcados por el ajetreo del día a día, se mantiene activa en redes sociales para concienciar sobre sus consecuencias y compartir su postura antibelicista.

Nacida en 1929 en la ciudad portuaria del sudoeste japonés, Morita se creó un perfil en 2019 en la entonces Twitter, ahora X, para compartir sus pensamientos sobre la escena política y social niponas bajo el usuario @Iam90yearsold.

Todo cambió con el 75 aniversario de los bombardeos en 2020, que la embarcaría en un ejercicio de desnudez emocional en redes que contribuye a mantener vivo el testimonio en primera persona de los ‘hibakusha’, los supervivientes de la bomba atómica, de los que quedan con vida menos de 100.000.

El entonces primer ministro Shinzo Abe (asesinado en 2022) causó revuelo entre la comunidad de supervivientes por utilizar discursos casi idénticos en las ceremonias conmemorativas de Hiroshima y Nagasaki: «Está menospreciando el sufrimiento de los ‘hibakusha'», posteó indignada, y por primera vez reveló su experiencia personal.

«Me pareció que aquello estaba fuera de lugar y pensé que debía escribir sobre lo sucedido», explica Morita en una entrevista con EFE.

Cuando comenzó tenía un número de seguidores de un dígito. En un sólo día ganó más de 10.000 y actualmente cuenta más de 85.700.

Tras estos años de actividad en redes, Morita publicó el pasado 19 de julio su primer libro, biográfico: «Un relato de ‘Tengo 96 años’. El verano de mis 16 años – 9 de agosto de 1945» (Kadokawa), sobre el que charla animadamente con EFE.

Nos cita en una cafetería cercana a su residencia en Tokio, donde vive con su hija Kyoko desde 2008. Pide una bebida helada de yogurt con melón. El azúcar, dice, le ayuda a mantener la mente centrada.

Recuerdos enterrados en la cotidianidad

Fumiko Morita y su hija Kyoko Morita durante una entrevista en Tokio, Japón, el 25 de junio de 2025 (publicada el 1 de agosto de 2025). Fumiko Morita, una 'hibakusha', el término japonés para un superviviente de la bomba atómica, tenía 16 años cuando presenció la devastación de la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki. Después de mantener su experiencia personal en secreto durante décadas, se volvió activa en las redes sociales en los últimos años, concienciando sobre el peligro de las armas nucleares. EFE/EPA/FRANCK ROBICHON

«Nunca se lo conté a mi familia», declara con naturalidad Morita, que no considera que aquello fuera ocultar nada. No calló por dolor, vergüenza o trauma, como han reconocido otros ‘hibakusha’, simplemente tuvo «una vida ajetreada» con la familia.

Su descontento con el desplante político la hizo estallar y rememorar en redes su encuentro con los cuerpos calcinados de sus padres y hermanos pequeños tras un incendio a raíz de la explosión: su padre apoyado en el marco de la puerta, megáfono en mano; su madre cubriendo a dos de sus hermanos pequeños. Los restos del tercero nunca se encontraron.

«Me enteré de todo esto por su tuit», señala su hija. Sabía que su familia había muerto en el bombardeo, pero desconocía los detalles de cómo afectó la bomba al hogar familiar, ubicado a unos 200 metros del hipocentro de la explosión.

Aquel 9 de agosto de 1945, Morita había sido movilizada a un astillero a las afueras de Nagasaki, a unos 10 km de la «zona cero». Recuerda conversar y reírse con una amiga cuando vio un destello de luz cruzar el cielo, y una fuerte ráfaga de viento sopló con el sonido de una fuerte explosión.

Emprendió entonces la marcha a su casa, preocupada por su familia, pero fue interceptada por alguien que le advirtió de los incendios en la zona y puso rumbo a un refugio antiaéreo. Allí se reencontró con su hermana dos años menor.

Juntas volvieron a su hogar al día siguiente, cuando el fuego remitió. Nunca volvieron a hablar de lo sucedido, cuenta a EFE.

«Mi hermana tenía muchas enfermedades a consecuencia de la bomba atómica porque volvió justo después de que arrojaran la bomba. Acabó muriendo pronto, a los 50 años», dice. Recuerda cómo siempre les hacían análisis de sangre en el hospital para enviar los resultados a Estados Unidos.

Washington nunca compartió con Tokio los resultados de estas y otras pruebas médicas vinculadas a los efectos de la radiación en humanos, lo que complicó los tratamientos y la comprensión de las enfermedades vinculadas a la radiación.

Hasta el fallecimiento de su esposo, militar, no se enteró de que él había formado parte de un equipo de rescate que arribó a Hiroshima al día siguiente del bombardeo del 6 de agosto, lo que lo convertía en otro ‘hibakusha’ por su exposición a la radiación.

Murió a los 54 años, sin que fuera jamás reconocido como tal y guardando el secreto hasta que, poco antes de su muerte, se lo reveló a su hijo, que posteriormente se lo contaría a Kyoko.

Un alegato para los jóvenes

Kyoko Morita, hija de Fumiko Morita, lleva a su madre, sentada en una silla de ruedas, en Tokio, Japón, el 25 de junio de 2025 (publicada el 1 de agosto de 2025). Fumiko Morita, una 'hibakusha', el término japonés para un superviviente de la bomba atómica, tenía 16 años cuando presenció la devastación de la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki. Después de mantener su experiencia personal en secreto durante décadas, se volvió activa en las redes sociales en los últimos años, concienciando sobre el peligro de las armas nucleares. EFE/EPA/FRANCK ROBICHON

Pese al paso del tiempo, Morita mantiene vivas sus ganas de postear en redes. Lee y responde a casi todos los comentarios, con el deseo de que la mayor cantidad de gente posible sea consciente de la realidad del daño que causan las armas nucleares y de la posibilidad de que puedan verse involucrados en una guerra.

Preguntada sobre las tensiones en Ucrania, Gaza y Oriente Medio, entre otras zonas candentes, Morita no tiene pelos en la lengua: «Creo que la guerra es realmente estúpida».

«No veo que ningún político fuera capaz de ir a la batalla con un arma. (…) Es vergonzoso que los más jóvenes, los que encuentran la muerte, vayan a la guerra. ¿Cómo son capaces de hacer eso?», invita a reflexionar a los mandatarios.

María Roldán y Yoko Kaneko