Houston (Texas), 3 oct (EFE).- A sus 31 años, Gregory Sanabria nunca pensó regresar al encierro. En Venezuela pasó casi cuatro años en el Helicoide, una prisión conocida por violaciones a los derechos humanos, en represalia por su activismo político estudiantil. Diez años después, tras rehacer su vida en el exilio, fue detenido nuevamente, esta vez en un centro para migrantes en Texas.

En junio fue arrestado durante una cita rutinaria con las autoridades migratorias en Houston y permaneció casi cuatro meses bajo custodia federal, temiendo que lo entregaran en las manos del mismo Gobierno del que huyó.
La semana pasada, un juez le concedió asilo y ordenó su liberación. «Estoy agradecido por esta segunda oportunidad, es como un nuevo comienzo», dijo a EFE tras salir del centro Montgomery, a unos 70 kilómetros al norte de Houston.
Sanabria llegó a Estados Unidos en 2022. Atravesó la selva del Darién, cruzó la frontera con México desde Matamoros y se entregó a la Patrulla Fronteriza. Pasó la entrevista de «miedo creíble» y recibió permiso para quedarse, presentándose periódicamente ante las autoridades mientras esperaba la respuesta a su solicitud de asilo. Fue en una de esas citas cuando lo detuvieron.
El Departamento de Seguridad Nacional lo acusó de permanecer «ilegalmente» en el país, en aplicación retroactiva de cambios impuestos por el Gobierno de Donald Trump, según explicó su abogado Juan Molina.
El arresto de Sanabria se enmarcó en la ofensiva republicana para acelerar las deportaciones y detenciones de migrantes. Ese mismo mes se alcanzó un récord de casi 60.000 detenidos en centros de ICE, la mitad sin antecedentes penales, según datos citados por CBS News.
El día de su traslado a Montgomery, Sanabria inició una huelga de hambre. «Tenía miedo de que me mandaran de manera exprés a Venezuela. Quería ver a un juez, explicarle lo que estaba pasando», relató. Tras varios días, un guardia le aseguró que sin firmar una orden de deportación no podían enviarlo de regreso y volvió a comer de nuevo.
Al hablar de sus meses en detención, Sanabria no puede evitar compararlo con su experiencia en Caracas, durante la que sufrió torturas y fuertes golpizas: «Esto para mí era como un hotel cinco estrellas. Me cuidaban, me daban comida. En Venezuela eso era un sueño», dijo. Aun así, insiste en que haber estado privado de libertad «no debió haber pasado».
El centro Montgomery ha sido denunciado por organizaciones de derechos humanos por hacinamiento, aislamiento prolongado y abusos físicos. Sanabria asegura no haberlos presenciado, pero Human Rights Watch consideró su caso “un ejemplo del uso abusivo e innecesario de la detención de solicitantes de asilo, agravado bajo el Gobierno Trump”, según señaló a EFE Juan Pappier, director para las Américas de esta organización.
La audiencia final, celebrada el 18 de septiembre, marcó un punto de inflexión. El juez aceptó su solicitud de asilo presentada en 2022. Para Sanabria, fue un momento en el que la justicia prevaleció: «Toda mi vida ha sido una lucha contra la mentira, y esta vez ganó la verdad».
Durante casi cuatro años en EE.UU., había logrado construir una vida desde cero. Llegó con lo puesto —»un short, una camisa y unas chanclas»— y consiguió empleo como lavaplatos. Aprendió inglés en el restaurante donde trabajaba y luego se desempeñó en construcción, electricidad y aire acondicionado, hasta obtener un puesto en servicios de datos relacionado con sus estudios de ingeniería eléctrica en Venezuela.
Debido a la detención perdió el contrato de alquiler, la matrícula del coche, acumuló deudas y llamadas de cobradores. «Había hecho un lugar seguro; hoy ya no lo tengo», reconoce. Aun así, mantiene intacta su convicción de volver a empezar: «Lo he perdido todo antes y lo he vuelto a hacer muchas veces».
Sanabria asegura que su mayor sueño sigue siendo trabajar por una Venezuela libre. «Dios tiene algo para mi vida. ¿Se imagina cuántas veces pensé que ahí se acababa todo? No me veía saliendo del Helicoide, ni siquiera llegando a los 31 años. Pero aquí estoy, comenzando otra vez».
Alejandra Arredondo