Geranios, ficus y violetas: la historia colonial desconocida de las plantas de interior

Vista de la exposición 'Colonialismo en el alféizar', abierta hasta el 25 de mayo de 2026 en el 'Weltmuseum' de Viena. EFE/Naturhistorisches Museum Wien"***SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)***

Luis Lidón

Ilustración de un pelargonio que se puede ver expuesta en la exposición 'Colonialismo en el alféizar', abierta hasta el 25 de mayo de 2026 en el 'Weltmuseum' de Viena. EFE/Naturhistorisches Museum Wien"***SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)***

Viena, 17 jun (EFE).- ¿Por qué los cactus y ficus adornan casas en Occidente? ¿Cómo llegó la violeta africana a decorar la ventanas y balcones del continente? ¿Qué relación tiene el geranio real con la biopiratería?

Imagen de la primera descripción de la violeta africana en la revista Gartenflora de 1893. EFE/Naturhistorisches Museum Wien"***SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)***

Estas cuestiones las aborda la exposición ‘Colonialismo en el alféizar’, abierta hasta el 25 de mayo de 2026 en el ‘Weltmuseum’ de Viena, y que examina cómo diez plantas habituales en los hogares europeos esconden una compleja historia de apropiación, comercio y poder.

La muestra ofrece una mirada original sobre esas especies vegetales empleadas desde hace siglos en Europa como objetos decorativos: el pino estrella, el ficus, el aloe vera, la begonia, el pelargonio, la sansevieria, la cinta, la diefembaquia, el cactus y la violeta africana.

Todas ellas, aunque hoy pasen casi desapercibidas debido a su presencia cotidiana, llegaron un día a Europa como ‘plantas exóticas’ desde África, Asia y América, transportadas en expediciones científicas, comerciales y coloniales.

La exposición combina plantas vivas con objetos históricos, fotografías y material procedentes de otras instituciones como el Museo de Historia Natural, junto con elementos del propio ‘Weltmuseum’ (Museo del Mundo), que antes era el Museo Etnográfico y cuenta con numerosos objetos de origen colonial.

En los siglos XVIII y XIX, las potencias europeas emprendieron viajes de exploración que no solo buscaban riquezas minerales o rutas comerciales, sino también conocimientos botánicos.

En Europa, las plantas exóticas eran también vistas como símbolos de estatus, y muchas de ellas se conservaban en invernaderos pertenecientes a la nobleza.

Muchas viajaron en los mismos barcos que transportaban artefactos etnográficos, armas o incluso esclavos, y con frecuencia, su recolección se produjo en un contexto de violencia.

«Detrás de la sansevieria está también la historia brutal del comercio de esclavos desde la costa occidental de África hacia América», explica a EFE Bettina Zorn, comisaria de la exposición.

La sansevieria, que recibe su nombre por un noble del sur de Italia que la cultivaba en el siglo XVIII, es conocida en América Latina como ‘rabo de tigre’, ‘espada de San Jorge’ o ‘espada de Bolívar’, entre otros nombres, y tiene su origen en África.

Allí la planta, que tiene numerosas propiedades, su savia es antiséptica y sus hojas se emplean como apósitos para heridas, por ejemplo; está vinculada también a rituales religiosos.

Las variedades de hojas con franjas amarillas, como la ‘Dracaena trifasciata’, estaban asociadas a Oya, la diosa femenina de las tormentas en la religión yoruba. En Nigeria, se vinculan con Ogún, dios de la guerra, y se emplea para protegerse del mal de ojo.

Con la trata de esclavos a partir del siglo XVIII, la religión yoruba y sus deidades, como Ogún y otros ‘orishas’, se difundieron desde África occidental hacia América, especialmente Brasil, y en muchos casos la planta llegó en los mismos barcos que transportaban a los esclavos.

La exposición muestra una y otra vez que la botánica era una parte más de los esfuerzos coloniales y uno de los ejemplos más claros es el de la violeta africana.

Originaria del este de África, fue «descubierta» por el oficial colonial alemán Walter von Saint Paul-Illaire en la región de Usambara (actualmente en Tanzania y Kenia).

Saint Paul-Illaire envió las semillas a Alemania, donde el botánico Hermann Wendland la describió en una revista en 1893 y una empresa registró su propiedad y la comercializó.

En la exposición, la planta se presenta junto a un tambor de un pueblo tanzano que fue llevado a Austria en un barco de la marina imperial austro-húngara.

También el pelargonio, conocido como geranio real y habitual en balcones y jardines europeos, esconde un intento de apropiación.

Utilizado en Sudáfrica como medicina tradicional para enfermedades respiratorias, su principio activo fue patentado por una empresa alemana a principios de los años 2000, aunque después de un largo litigio, se revocó la patente en 2010.

La muestra también incide en el despojo de las plantas de su contexto original, en muchos casos vinculado a aspectos religiosos, culturales y medicinales.

El ficus, por ejemplo, es en su región de procedencia en el sur y sureste de Asia un árbol con un gran vínculo con la religión. El banio (Ficus indica) es el árbol nacional de la India, tiene un gran valor espiritual en el hinduismo, el sijismo, el jainismo y el budismo. Buda tuvo su iluminación sentado debajo de un ficus.

‘Colonialismo en el alféizar’ no pretende que el visitante se sienta culpable por tener un ficus en casa, aclara la comisaria de la exposición. Su objetivo es otro: invitar a reflexionar sobre el pasado y también sobre las plantas que nos rodean.

La propia Zorn admite que ha aprendido mucho como comisaria: «Me sorprendieron muchas cosas. Conozco las plantas del ámbito doméstico, pero no era consciente de lo que había detrás. Eso no se enseña en botánica», admite.