Guelbenzu publica su última novela: ‘Tratar de dominar la realidad es un error espantoso’

Imagen de archivo (06/08/2019) del escritor José María Guelbenzu.
EFE/ Pedro Puente Hoyos

Magdalena Tsanis

Madrid, 8 abr (EFE).- Después de casi tres décadas de trayectoria literaria, José María Guelbenzu se despide de la novela con ‘Una gota de afecto’, la historia de un hombre «devorado por la realidad» que, en la última etapa de su vida, regresa al lugar de su niñez y se ve en un callejón sin salida.

«Tratar de dominar la realidad es un error espantoso y a quien lo cometa le espera el infierno», ha dicho el escritor en una entrevista con EFE con motivo de la publicación de esta novela, que considera la mejor de su carrera. Y ha escrito casi una treintena.

Guelbenzu (Madrid, 1944) debutó con ‘El mercurio’ (Seix Barral, 1968), obra finalista del premio Biblioteca Breve y obtuvo el Premio de la Crítica con ‘El río de la luna’ (1981) y el Premio Torrente Ballester por ‘El hermano pequeño’ (2011).

Director editorial de Taurus (1977-88) y de Alfaguara (1982-88), en 2022 también dio por concluida su línea de novelas policíacas protagonizadas por Mariana de Marco, que empezó en 2001 con ‘No acosen al asesino’.

PREGUNTA.- La editorial Siruela señala que ‘Una gota de afecto’ será su última novela, ¿es así? ¿por qué?

RESPUESTA.- Es muy probable y la razón es muy sencilla, porque no la puedo superar. Es la primera vez en mi vida que he conseguido poner al mismo nivel la ambición y la escritura. No voy a decir que he escrito una obra genial, porque eso lo tendrán que decir otros, pero me siento satisfecho, creo que esta vez he hecho algo bien.

P.- La novela habla de volver a conectar con la infancia y sus traumas. ¿Cómo recuerda la suya?

R.- He tenido traumas de los normales, los de toda la vida, sufrí acoso en el colegio. Antes recordaba la infancia como un sitio infernal, porque lo pasaba fatal, era muy tímido y me tenían amedrentado en el colegio, pero en estos momentos la recuerdo como algo estupendo, muchas de las satisfacciones que ahora tengo, de disfrutar de la vida, proceden de allí.

P.- ¿Hay algo suyo en este personaje?

R.- Soy contrario a la autoficción, a la novela biográfica, todo eso me parece un horror. Un escritor, si tiene lo que hay que tener, es un tío que se inventa mundos; este personaje yo no lo he conocido pero lo he trabajado a fondo, hay un trabajo de filigrana.

P.- ¿Y cómo lo describiría?

R.- Es un ser humano que ha tomado una decisión que es ‘a mí no me la da con queso nadie, soy yo el que domina la realidad y no la realidad a mí’ y tratar de dominar la realidad es un error espantoso, a quien lo cometa le espera el infierno.

P.- En la novela lo describe como un hombre seco, que desconfía de las mujeres y huye del compromiso. ¿Cómo ha vivido usted la última oleada feminista?

R.- Siempre he sido profeminista, las feministas de mi generación se reunían en mi casa para tramar cosas, siempre he simpatizado mucho y he creído que era algo importantísimo en la evolución de las sociedades. Por otro lado, antes de casarme fui un picaflor pero cuando me casé pasé a la monogamia más absoluta y llevamos 40 años juntos y encantados.

P.- El protagonista de la novela dice de los jóvenes que son «estúpidamente hedonistas y egoístas» porque no han vivido un gran conflicto como una guerra, ¿está de acuerdo?

R.- No. Es como cuando ahora dicen que los universitarios no saben escribir y no les interesa nada. En mi época en la Universidad había un 80 % de melones y un 20 % de gente curiosa e interesada por la vida, y creo que ahora es igual, no ha variado en absoluto.

Cuando los jóvenes protestan y dicen que nosotros vivíamos mejor, les doy la razón, vivíamos mejor, pero porque teníamos menos cosas y tampoco exigíamos mucho. Lo que no creo es que sean unos blandos, de blandos nada, es que están en una situación imposible.

P.- Lleva muchos años alejado del otro lado del negocio editorial, ¿por qué lo dejó?

R.- No lo dejé, me echaron. Yo concebía la edición como una labor cultural. Normalmente se concibe como una forma de ganar dinero o de equilibrar ambas cosas. Yo era demasiado culturalista.

P.- ¿Qué opina de la retirada por parte de Anagrama de la novela ‘El odio’ de Luisgé Martín?

R.- Una editorial que cuide un poco las cosas, cuando cree que un libro puede tener algún problema, se lo pasan a un equipo jurídico. Esto no lo han debido de hacer, han entrado por las buenas diciendo ‘somos Anagrama, más modernos que la puñeta y sacamos esto’.

P.- ¿Usted qué habría hecho?

R.- No lo habría publicado en ningún caso. Me ha recordado a cuando Jordi Évole se sentó con Josu Ternera. Creo en la libertad de expresión fundada en actitudes constructivas. Pero hacer un reportaje sobre uno de los tíos más carniceros de ETA o sobre este venado que mató a sus hijos, si cabe la posibilidad de que se les dé un aire como mítico, de gloria, o de personajes con quienes se ha cebado la mala suerte o que no han tenido oportunidades, yo no, no creo en eso.