Madrid, 26 sep (EFE).- El uso del término genocidio para referirse a lo que está ocurriendo en Gaza ha desatado en los últimos días una competición entre los políticos por hacerse con el control de esta lucha donde entran además otros componentes como el derecho internacional o la lingüística.
La RAE define genocidio como exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivos de raza, etnia, religión, política o nacionalidad y masacre, otro de los términos empleados, como matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida.
La relevancia del encuadre léxico
Beatriz Gallardo, catedrática de Lingüística de la Universitat de Valencia, y experta en construcción del discurso público, remite a estas definiciones y recuerda que el término genocidio es léxico especializado jurídico.
«Quien bautiza se lleva el gato al agua», resume en referencia al filósofo alemán Arthur Schopenhauer y la importancia que este daba al sentido de las palabras. Y opina que si se opta por la palabra masacre se estaría eludiendo la connotación jurídica que puede arrastrar el término genocidio.
El marco jurídico: el delito y el papel de los tribunales
La catedrática de Derecho Internacional de la Universidad Complutense de Madrid, Araceli Mangas destaca que estamos ante un término que pertenece al derecho. Se trata de un delito tipificado en el orden internacional, en concreto en la Convención sobre el Genocidio de 1948.
Es el más grave de los delitos internacionales que se puede cometer y persigue aquellos actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico o religioso.
Una matanza o masacre no tiene, por tanto, la misma connotación penal, porque en el caso del genocidio hay un plan formal o implícito de dirigentes que deciden que un grupo de personas deben ser exterminadas, subraya.
Ha recordado que han sido pocas las ocasiones que se ha declarado por parte de los tribunales que estos hechos se han producido y ha remarcado que no se debe hablar de genocidio hasta que no lo diga un tribunal.
El veredicto de los jueces
Para Mangas, hay que respetar por tanto el reparto de las competencias y esperar a que un juez resuelva que hay genocidio, porque aunque hay indicios bastante claros de ello no se puede atribuir este delito hasta que un tribunal se pronuncie.
Hay en estos momentos, recuerda, un procedimiento abierto por la Corte Internacional de Justicia a raíz de una denuncia por parte de Sudáfrica a la que posteriormente se sumaron otros países como España. Junto a este procedimiento está el abierto por la Corte Penal Internacional.
Mangas señala además que el delito de genocidio estaría sobre todo en las violaciones graves que se han producido en Gaza al no atender los requerimientos de la Corte Internacional de Justicia dejando a la población sin alimentos o a los niños sin tratamientos médicos, sometiéndoles a unas condiciones de vida tan horribles que pueden morir por inanición.
La clave, resume, está en esa intencionalidad, en que exista un plan para ello.
«Pandillas» en torno a la misma palabra
Más allá del ámbito jurídico está el análisis desde el prisma de la comunicación política.
Y aquí hay un momento en que el propio continente se convierte en la propia lucha, afirma Luis Arroyo, presidente del Ateneo de Madrid y consultor político, quien recuerda la «obsesión» que se generó en 2008 sobre si el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero pronunciaba la palabra crisis.
Es lo que ha pasado -dice- con genocidio, no se sabe bien cómo se llega a ese punto en el que hay que decir o no una palabra, pero además hay un momento en que ya los que dicen genocidio se sitúan de un lado o los que no del otro.
«Se establecen pandillas en torno a la misma palabra», un fenómeno que se produce en todas las sociedades porque la posesión del lenguaje, de los símbolos, es el control del debate público, afirma,
Y aquí enlaza con lo apuntado por Beatriz Gallardo: hay una lucha «ancestral» por el control del marco con el que se interpreta el mundo.
Al final, señala, se puede dar lo que en la jerga se conoce como «infiltración semántica», es decir cuando consigues que tu adversario utilice determinados términos.
«Hay momentos en los que las palabras ya se convierten en una espada de esgrima, con independencia de lo que signifiquen», resume. EFE
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