Sergi Ill
Barcelona, 18 abr (EFE).- Òscar es voluntario penitenciario desde hace una década, una experiencia que define en una entrevista con EFE como “una escuela de vida” que tiene un gran impacto en la reinserción de muchos reclusos: “Te ven como una persona que les escucha y está a su lado, y eso lo agradecen”.
Aunque hace años tuvo un primer contacto con el voluntariado de prisiones, estuvo tiempo alejado de este ámbito hasta que hace alrededor de una década se acercó de nuevo en el centro de Quatre Camins, en La Roca del Vallès (Barcelona), con actividades con expresos, de la mano de la Fundació Obra Mercedària.
De su vivencia personal sobre la realidad de la cárcel, el voluntario hace hincapié en la gran experiencia que supone, puesto que le ayuda a humanizar a un colectivo muchas veces estigmatizado a nivel social: “Yo tendría que pagar para ir allí”, subraya.
De hecho, Òscar, que hace de profesor voluntario pese a no dedicarse profesionalmente, ha señalado que muchas veces la sociedad tiende a pensar que “todos los que están en la cárcel son malos”, aunque a su juicio “estás como estás por las circunstancias que has tenido”.
“En la cárcel todo el mundo está porque algo ha pasado, nadie está porque sí, pero si yo hubiera nacido en sitios donde han nacido muchos de ellos y en el entorno social que han tenido ellos, yo podría haber sido como ellos”, ha reflexionado.
Además, ha incidido en la importancia de las organizaciones sociales que atienden a los reclusos cuando quedan en libertad, puesto que si salen a la calle “sin un apoyo afectivo, ni económico, lo más normal es que o se mueran de hambre o que para vivir tengan que robar”.
“Después de estar cinco, seis, siete o diez años dentro, sin tener nada afuera, cuando sales es como si estuvieras en la luna y luego bajaras. Hay gente que no sabe usar el móvil, han estado 20-25 años allí dentro”, ha manifestado.
Apoyo para superar el paso por prisión
La Fundació Obra Mercedària, tal y como explica a EFE su directora, Núria Ortín, trabaja dentro del centro penitenciario con la finalidad de evitar que los presos se hundan, puesto que “la cárcel es de las peores cosas que te puedan pasar en la vida”, y luego les acompañan en su salida.
Ortín señala que en muchas ocasiones se trata de “personas que están muy dañadas, con pasados muy oscuros”, muchos de ellos con familias desestructuradas, que vienen “del mundo de la pobreza, prostitución, adicciones”, y añade: “Pasar por la cárcel lo único que hace es que la gente se quede rebotada”.
Una de las personas que ha pasado por prisión atendida ahora por los mercedarios es Ricardo Alejandro, que salió el 5 de marzo de la cárcel, a quien la lectura le ha acompañado y ayudado durante todos los años de reclusión, y que afronta su nueva etapa con esperanza, contento por haber encontrado un trabajo.
“Lo dije una vez aquí a una trabajadora social, no quiero ser el de antes, quiero tirar para adelante, como cualquier ciudadano normal”, ha subrayado Alejandro, que también ha lamentado los prejuicios que hay demasiadas veces contra las personas que han estado en un centro penitenciario, y que él también ha sufrido.
A diferencia de muchos presos, él se ha sentido afortunado de haber contado con el apoyo de su hermana, a la que define como “una segunda madre”, y lamenta que haya muchos compañeros que carezcan de una red familiar que pueda sostenerles.
Otro expreso atendido por la Fundación es Mustafa, que asiste asiduamente a clases de catalán y castellano, y que ha agradecido a los mercedarios que le hayan dado un voto de confianza: “Tienes una oportunidad aquí, tú te puedes rehabilitar, avanzar, elegir el camino”, ha afirmado.