Hay una gitana en la universidad

Son mujeres, son jóvenes y gitanas y han decidido ir a la universidad. Desde Palencia, Ester (d) y Belén (i) desafían las estadísticas y los estigmas asistiendo a clase, aprobando exámenes y tirando de orgullo cada vez que alguien se sorprende al descubrir que pertenecen al pueblo gitano. Cuando lo digo, me miran y me sueltan: ¡Ah!, pero tu no eres como las demás gitanas, no pareces gitana, explica a EFE Ester Dual Gabarri. Habla con serenidad, aunque detrás lleve una mochila de prejuicios que ha aprendido a cargar desde pequeña, pegada a la bolsa en la que lleva los libros y que luce orgullosa la bandera romaní. EFE/ Almudena Álvarez

Almudena Álvarez

Palencia, 4 ago (EFE).- Son mujeres, son jóvenes y gitanas y han decidido ir a la universidad. Desde Palencia, Ester y Belén desafían las estadísticas y los estigmas asistiendo a clase, aprobando exámenes y tirando de orgullo cada vez que alguien se sorprende al descubrir que pertenecen al pueblo gitano.

“Cuando lo digo, me miran y me sueltan: ¡Ah!, pero tu no eres como las demás gitanas, no pareces gitana”, explica a EFE Ester Dual Gabarri. Habla con serenidad, aunque detrás lleve una mochila de prejuicios que ha aprendido a cargar desde pequeña, pegada a la bolsa en la que lleva los libros y que luce orgullosa la bandera romaní.

Tiene 18 años y se ha matriculado en Lengua y Literatura en la Universidad de Valladolid decidida a romper moldes en una provincia donde residen 2.700 personas gitanas y hace más de una década desde que la última chica gitana fue a la universidad. Varones, ninguno.

También los ha roto en su familia porque después de muchas generaciones y de que sus hermanas mayores dejaran de estudiar en la ESO, va a ser la primera en pisar la Universidad. «Mi madre siempre ha tenido mucho miedo, pero al final he conseguido ir arrastrando a toda la familia», afirma.

Lo mismo ha hecho Belen Gabarri García al matricularse el próximo curso en el doble grado de Educación Infantil y Primaria. A sus 18 años, ha decidido que no se conforma con lo que otros esperan de ella. “A veces te sientes como si tuvieras que demostrar el doble, no solo que vales, sino que mereces estar ahí”, dice.

  Doble techo: resistencias dentro y fuera

La coordinadora de la Fundación Secretariado Gitano en Palencia, Sandra Morate (i) junto a Belén Gabarri García (2i) y Ester Dual Gabarri (2d) dos jóvenes gitanas que han accedido a la universidad desafiando estereotipos y barreras sociales dentro y fuera de su comunidad, y la educadora Carolina Pérez (d). Son mujeres, son jóvenes y gitanas y han decidido ir a la universidad. Desde Palencia, Ester (d) y Belén (i) desafían las estadísticas y los estigmas asistiendo a clase, aprobando exámenes y tirando de orgullo cada vez que alguien se sorprende al descubrir que pertenecen al pueblo gitano. Cuando lo digo, me miran y me sueltan: ¡Ah!, pero tu no eres como las demás gitanas, no pareces gitana, explica a EFE Ester Dual Gabarri. Habla con serenidad, aunque detrás lleve una mochila de prejuicios que ha aprendido a cargar desde pequeña, pegada a la bolsa en la que lleva los libros y que luce orgullosa la bandera romaní. EFE/ Almudena Álvarez

     Que el camino hacia la universidad no ha sido sencillo lo saben Ester y Belén pero también la coordinadora de la Fundación Secretariado Gitano en Palencia, Sandra Morate, y la orientadora educativa, Carolina Pérez, porque lo ven todos los días en un contexto que sigue marcado por la desigualdad.

Son mujeres, son jóvenes y gitanas y han decidido ir a la universidad. Desde Palencia, Ester (d) y Belén (i) desafían las estadísticas y los estigmas asistiendo a clase, aprobando exámenes y tirando de orgullo cada vez que alguien se sorprende al descubrir que pertenecen al pueblo gitano. Cuando lo digo, me miran y me sueltan: ¡Ah!, pero tu no eres como las demás gitanas, no pareces gitana, explica a EFE Ester Dual Gabarri. Habla con serenidad, aunque detrás lleve una mochila de prejuicios que ha aprendido a cargar desde pequeña, pegada a la bolsa en la que lleva los libros y que luce orgullosa la bandera romaní. EFE/ Almudena Álvarez

Según los últimos datos de la Fundación Secretariado Gitano, solo el 0,8 por ciento de la población gitana se gradúa en la universidad y uno de cada tres alumnos gitanos estudia en centros segregados.

A esto se suma un 86 por ciento de abandono escolar prematuro en Secundaria, frente al 13,3 por ciento de la población general, y una tasa de fracaso escolar del 63,8, diez veces superior a la media nacional.

Ester y Belén no solo han tenido que vencer las barreras académicas, también las culturales y sociales. «Si estudian, las sacamos de la comunidad gitana, funciona así. Pero no dejan de ser gitanas por estudiar», sostiene Morate.

Estereotipos que presionan

Dentro de la comunidad gitana hay presión para cumplir unos roles para no salirse del camino marcado, para alejarse del modo de vida ‘paya’. “Y fuera te encasillan, te miran como si fueras una excepción. No encajas del todo en ningún sitio”, explican Belén y Ester.

Esa sensación de estar “entre dos mundos” es constante. Ester lo resume en una frase: “Si hablas bien, te dicen que no eres gitana; si dices que eres gitana, esperan que no sepas hablar”.

La doble identidad se convierte en una presión permanente, alimentada por el estigma y los estereotipos. “Ser mujer, joven y gitana es enfrentarte cada día a una triple barrera”, apuntan.

  Romper los clichés

Carolina Pérez, orientadora educativa de la Fundación Secretariado Gitano en Palencia, lo ve cada día en su trabajo: “A menudo, la mayor resistencia no está en las familias gitanas, que muchas veces apoyan más de lo que se cree, sino en el entorno escolar y social, donde se parte de prejuicios muy arraigados”.

En su experiencia, los profesores no siempre tienen las herramientas ni la sensibilidad para fomentar trayectorias educativas inclusivas. “No se trata solo de acceso, sino de acompañamiento y permanencia”, subraya.

Sandra Morate, coordinadora de la Fundación en la provincia, insiste en la necesidad de referentes visibles. “El imaginario colectivo sigue anclado en clichés, por eso es tan importante que las chicas como Ester y Belén cuenten su historia: están demostrando que otro modelo es posible y necesario”.

Belén y Ester subrayan que no se trata de renunciar a su identidad, sino de ampliarla. “Ser gitana no significa no poder estudiar, igual que ser mujer no significa no poder decidir sobre tu futuro. Pero la sociedad a veces te hace sentir que tienes que elegir entre ser gitana o ser libre”, reflexiona Ester.

«Yo voy a ir a la universidad, pero también voy a seguir siendo la gitana que soy», añade Belén.

   El valor de ser referentes

     Ambas saben que su ejemplo puede marcar la diferencia. No solo para otras chicas gitanas sino para el conjunto de la sociedad. “Ojalá que dentro de unos años no haga falta explicar que una chica gitana estudia, porque sea algo normal”, sostienen.

Desde la Fundación reconocen que el cambio es lento, pero imparable. «Hay que conseguir que la educación se vea como algo a lo que se tiene derecho. Y en ello estamos», concluye Sandra Morate.