Hermès, una familia de artesanos del lujo sin ostentación

Una modelo luce una creación de Hermes durante la semana de la Moda de Paris en una imagen de archivo. EFE/LUCAS DOLEGA

Inmaculada Tapia

Imagen de archivo del cantante colombiano Manuel Turizo con un bolso de Hermès. EFE/Marta Pérez

Madrid, 20 may (EFE).- ¿Cómo llega la empresa de un guarnicionero del siglo XIX a ser uno de los máximos exponentes del lujo del siglo XXI? Y lo que es más sorprendente, ¿cómo ha conseguido que continúe en manos de la familia casi 190 años después? La ‘tribu’ es la clave, así es como ha calificado su actual CEO, Axel Dumas -sexta generación-, a todos los que forman parte de la casa francesa.

Frédéric Laffont, autor del libro ‘La casa de los artesanos’ (Lumen) aventura que quizá el secreto de su éxito se base, precisamente, en esa conexión estrecha durante años entre la familia Hermès y sus trabajadores, todos sin excepción forman ‘la tribu’.

“Han consolidado un sentimiento de pertenencia”, explica este martes en una entrevista con EFE Laffont, y recuerda que Emile Hermès conocía el nombre de todos sus empleados, ahora los grupos de trabajo no exceden los diez para que suceda lo mismo, advierte.

También resalta su discreción, su falta de exhibicionismo y sobre todo su gusto por el trabajo bien hecho y lo que hay detrás de su creación.

Los Hermès se ensucian las manos, no viven en los despachos, en su momento cogen las herramientas para construir y diseñar, “no son guarnicioneros son artistas”, sentencia este reportero, escritor y cineasta.

‘La casa de los artesanos’ no es un libro que hable de lujo, “no me gusta mucho esa palabra”, dice el autor; es un texto que detalla los cimientos de 24 Faubourg Saint-Honoré, la sede principal de Hermès, su pilar, su casa en el más amplio sentido de la palabra, en la que acogen a sus clientes y les hacen sentir que también es suya.

Desde que en 1937 Thierry Hermès, un artesano guarnicionero francés, demostró que sus arneses eran delicados y resistentes gracias a sus logros técnicos, la empresa de la que el General Patton era asiduo, comenzó a crecer y diversificarse para adaptarse a los nuevos tiempos.

Llegaron las carteras, los bolsos, los guantes, sus celebrados pañuelos, la moda para hombre y mujer e incluso el diseño del interior de un coche y la decoración para el hogar.

La empresa no ha dejado de crecer pese a que como todas ha sufrido los avatares económicos de la pandemia y mucho antes las dos Guerras Mundiales, y el crack del 29 en Estados Unidos, el único desastre económico que casi les arrastra a la ruina y al cierre con Emile Hermès -tercera generación-. Pero se salvaron, de nuevo gracias a la innovación que llegó de la mano de la cremallera para bolsos y maletas.

“Siempre han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, pese a lo tumultuoso el trayecto”, argumenta Laffont, al que la casa le ha abierto las puertas de sus archivos para escribir un libro que pone de manifiesto la fortaleza de su estructura, en el que realiza un paseo por la historia de forma novelada para descubrir la “humanidad” que hay en ella.

El escritor desvela curiosidades hasta ahora desconocidas de este gigante de la moda, aunque reconoce que no se ha dejado aplastar por la riqueza de su archivos.

Hermès, con 293 tiendas en 45 países, ha facturado 4.129 millones de euros en el primer trimestre de 2025, un 7,2 % más que en el mismo periodo de 2024, gracias a una subida de sus ventas en todo el mundo, aumentando su volumen de negocio al 8,5%.

En abril se convirtió en la primera empresa por capitalización de la Bolsa francesa y superó a su rival LVMH, que hace unos años intentó hacerse con la firma adquiriendo poco a poco acciones que, finalmente, tras varios litigios, acabó vendiendo a la familia.

Marlene Dietrich, Yves Montand o María Félix forman parte de su larga lista de clientes. La princesa Grace Kelly y la cantante Jane Birkin renombraron dos versiones de uno de sus bolsos más solicitados, hoy con una larga lista de espera, y quizá por su escasez, el más deseado.

Laffont recuerda que Emile Hermès no quería ver desaparecer el patrimonio del XIX y sus herederos mantienen esa intención en el siglo XXI.

Una máxima que al escritor le recuerda su inminente viaje a Ucrania para filmar la historia de un Museo de Arte Popular que, a pesar de la guerra, “un grupo de personas ha puesto en riesgo su vida para que su patrimonio y herencia permanezcan. No hay diferencia entre ellos y Hermès”.