Héroes anónimos en la batalla contra los megaincendios de Galicia

Una vecina entre las casas calcinadas esta semana en la aldea de San Vicente, en Vilamartín de Valdeorras (Ourense). EFE/ Brais Lorenzo

Santiago de Compostela, 20 ago (EFE).- Los megaincendios que se han desatado este verano en Galicia han dejado imágenes dantescas de la lucha contra las llamas, pueblos devastados como si hubieran sufrido un bombardeo o un terremoto y héroes anónimos, muchos sin uniforme y otros con traje de bombero, de las brigadas contraincendios o de la Unidad Militar de Emergencias.

Viviendas ardiendo el lunes en la aldea de San Vicente, en Vilamartín de Valdeorras (Ourense). EFE/ Brais Lorenzo

«Nos han salvado los vecinos» es una de las frases más repetidas en los fuegos que afectan a la comunidad autónoma. El número de incendios y su violencia, la particular orografía de Galicia, la dispersión de la población y el humo han dificultado el despliegue de medios para combatirlos.

Por eso, la lucha de los residentes en los pueblos, con los refuerzos de aquellos que regresan a sus lugares de origen en agosto, han sido claves para evitar un desastre aun mayor.

Cuentan en Larouco, zona cero del fuego más voraz de toda la historia en Galicia desde que hay registros -más de 20.000 hectáreas-, que se han ido avisando de unas aldeas a otras para que los habitantes de aquellas que estaban en calma acudieran a las que se encontraban en peligro.

Allí, el fuego comenzó el miércoles de la semana pasada y «desde el día uno», explica a EFE una mujer de ese pueblo, todos los vecinos lo combatieron con lo que tenían a mano: palas, ‘xestas’ -retama- y los tractores agrícolas que emplearon sus cisternas para aportar agua a las llamas.

Esta vecina vio «crecer» el fuego que pasó de la parroquia de Seadur a otras del municipio de Larouco y ha seguido avanzando por ayuntamientos como O Barco de Valdeorras, O Bolo, Carballeda de Valdeorras, A Rúa, Petín, Rubiá, A Veiga, Vilamartín de Valdeorras y, ya en la provincia de Lugo, Quiroga. Ahora amenaza a O Courel.

Para su extinción se han movilizado 39 técnicos, 147 agentes, 190 brigadas, 149 motobombas, 11 palas, 4 unidades técnicas de apoyo, 10 helicópteros y 15 aviones, además de la UME.

Ha sido insuficiente para atajarlo de momento, pero hay pocos reproches. «Los medios hicieron lo que pudieron, pero está ardiendo toda Galicia y no dieron para más», apunta otra vecina de Larouco.

El avance de las llamas se convirtió en una especie de lotería para los pueblos. En A Portela y Portomourisco, colindantes entre Petín y O Bolo, pudo salir cruz, pero fue cara.

Desde allí -hay más altitud- divisaron las llamas de Larouco y Petín el miércoles y jueves de la semana pasada, y también las de zona de la Estación de Invierno de Manzaneda, que queda a decenas de kilómetros.

Montaron sus propias brigadas, vigilaron el fuego desde el primer momento, desplegaron metros y metros de mangueras por si hubiera que defender las casas… Las llamas tardaron en presentarse, pero lo hicieron.

«Fue una espera lenta y, al final, afortunada», explican a EFE los vecinos mientras se reunían este martes para decidir si celebran la fiesta del San Vitoiro, cuyo día grande es el 27. Han consensuado que la mantienen porque la gente también merece «alguna alegría», sobre todo en unas fechas en las que son muchos los que retornan de vacaciones.

A ellos el fuego les atacó por dos frentes, el domingo de madrugada y por la mañana, pero se salvaron porque el viento se calmó y por «la implicación de todos»: la UME, varias motobombas, entre ellas la de Petín, dotaciones forestales y Protección Civil.

En general, los medios de extinción se han centrado en proteger las viviendas y a las personas, conscientes de que la batalla contra el fuego forestal parecía perdida.

Dicen los brigadistas que nunca antes habían enfrentado pavesas capaces de saltar cientos de metros, superar ríos tan anchos como el Sil o autovías como la A-52 y avanzar a su antojo; fuegos que parecen extinguidos y dos días después se reavivan.

En la retina, quedarán para siempre esos héroes anónimos de los pueblos, las brigadas y los integrantes de la UME tratando de sofocar llamas gigantes con una manguera, a unos centímetros del fuego que ha arrasado miles de hectáreas.

Carlos Alberto Fernández