Israel atacó un campo de desplazados en Gaza: «Estaríamos hechos pedazos si nos quedamos»

Palestinos desplazados inspeccionan tiendas destruidas después de un ataque israelí en el campamento de Al-Manasrah, que albergaba a más de 200 familias en Deir al-Balah, franja de Gaza central, 21 de agosto de 2025. EFE/EPA/HAITHAM IMAD

Deir al Balah (Gaza), 21 ago (EFE).- Niños, hombres y mujeres caminan este jueves sobre tiendas de campaña aplastadas contra el suelo, entre trozos de tela cubiertas de polvo, en lo que queda del campamento de Al Manasra para desplazados en la ciudad de Deir al Balah, en el centro de la Franja de Gaza, tras ser bombardeado por el Ejército israelí el día anterior.

Palestinos desplazados inspeccionan tiendas de campaña destruidas tras un ataque israelí en el campamento de Al-Manasrah, que albergaba a más de 200 familias en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza. 21 August, 2025. EFE/EPA/HAITHAM IMAD

«Salimos con lo puesto, no tenemos nada», relata a EFE Zahra Abu Zanad, desplazada de la ciudad sureña de Jan Yunis, recordando la evacuación. El ataque, que dejó cinco heridos, según fuente médicas locales, destruyó el campamento por completo.

Refugiados palestinos inspeccionan tiendas de campaña destruidas después de un ataque israelí en el campamento de Al-Manasrah, que albergaba a más de 200 familias en Deir al-Balah, en la Franja de Gaza central, 21 de agosto de 2025. EFE/EPA/HAITHAM IMAD

«Si hubiera estado aquí, mis hijos y yo habríamos muerto, estaríamos hechos pedazos», añade.

«Miren, aquí están nuestras cosas», dice mientras recoge ropa interior y algunas faldas cubiertas de polvo. «¿A dónde vamos ahora?», se pregunta. «Basta ya, estamos cansados de ir de un lugar a otro, de un desplazamiento a otro.»

Según la ONU, al menos 1,9 millones de personas —alrededor del 90 % de la población— en la Franja de Gaza han sido desplazadas durante la guerra. En el caso de Al Manasra, sus habitantes fueron avisados por Israel tan solo unos minutos antes del ataque aéreo que acabó con las tiendas.

«Tres minutos antes nos ordenaron evacuar todo el campamento. Sacamos a los niños, las mujeres, los ancianos, los enfermos… a todos. Atacaron todo el campamento con misiles», cuenta a EFE un hombre de mediana edad desplazado desde el norte del enclave palestino, donde los bombardeos destruyeron su casa y su coche, con el que conseguía comida y transportaba a su madre enferma y a su familia.

«Ahora estamos sin refugio», dice el hombre. «Hoy de nuevo buscamos una manta, un colchón, cualquier cosa para abrigarnos». «Mi padre era civil, yo soy civil, mis hijos son civiles. ¿Cuál es nuestra culpa?», se pregunta.

El Ejército israelí no se ha pronunciado sobre el ataque de este miércoles sobre Al Manasra, un día en que la Franja acumuló 70 muertos y 356 heridos por fuego israelí, según el recuento del Ministerio de Sanidad gazatí.

«Frente a ti está la destrucción, ¿ves lo que pasó?», señala Umm Jabir Abu al Ward, otra desplazada que vivía en el campamento, sin un lugar a donde ir. «Aquí nos quedamos, aquí estamos esperando. Saldremos a algún lugar cuando encontremos un sitio seguro», aclara a EFE.

Según la ONU, el 86,3 % del territorio gazatí ya se encuentra bajo órdenes de evacuación forzosa israelíes o en las denominadas ‘zona de combate’, lo que hace que los palestinos vivan hacinados en la ciudad de Gaza y los pocos campamentos que quedan sin tomar por los militares.

Deir al Balah está situada debajo de la ciudad de Gaza, que Israel ha anunciado que ocupará. Las tropas israelíes ya están dando los primeros pasos para su toma y atacando con fuerza algunos barrios, así como urgiendo a médicos y personal humanitario a desplazarse al sur, donde pretenden hacinar al millón de personas que vive en la capital gazatí.

«Vinieron y dijeron: ‘Evacuen, evacuen’. Salimos corriendo hacia (el hospital de) Al Aqsa. Después de un rato comenzó el bombardeo. Volvimos y encontramos esta destrucción, no quedó nada», relata desde Deir al Balah otra mujer de mediana edad, sentada entre los restos de su tienda, recogiendo ropa y alfombras del suelo, limpiándolas del polvo.

«Ya es la décima vez que nos desplazamos, y ahora vamos por la undécima, en la calle. ¿A dónde vamos? No hay lugar, no hay a dónde ir. Yo, mis hijos y mi esposo, ¿a dónde vamos? Díganme», se pregunta.