Sevilla, 8 jul (EFE).- Dicen en el Icónica Santalucía Sevilla Fest que, cuando programan su cartelera de cada año, buscan, sobre todo, artistas icónicos, gente que, por lo que sea, son mucho más que música, gente como Jean-Michel Jarre, que gracias a este festival ha vuelto a Sevilla 32 años después.
El francés es mucho más que música. Es un emblema de cómo convertir un espectáculo con teclados en un fenómeno visual que no entiende de edades, elevando los efectos visuales a la categoría de arte en partitura.
Y es mucho más que un músico. Diseña sus espectáculos cuidando que no se escape un detalle a los oídos y a la vista del público. Algunos de los 18.000 que esta noche han ido a verle a Sevilla eran unos veinteañeros o poco más cuando actuó en la capital andaluza en 1993, y, en realidad, lo que han visto es un espectáculo que evoluciona a cada paso que lo hace la tecnología. Según avanza el mundo, Jarre avanza.
Un cocinero que elabora música

Esta noche se ha definido como “un cocinero que mezcla los ingredientes de la música en una cocina”, y ha explicado al público que la música electrónica, europea como ella sola, no tiene influencia alguna de Estados Unidos, como el jazz o el soul, y que, para él, tiene “influencias españolas y latinas”, de las que ha dicho que son muy importantes en sus composiciones.
Y se ha presentado en Sevilla con el juego de luces láser más alto del mundo, “para llegar a Marte incluso ante que Elon Musk”, y con ocho impresionantes columnas de efectos de luz y que han actuado como pantallas de proyección de imagen, para añadir este punto a la lista de escenarios singulares donde ha actuado, como la Acrópolis de Atenas, el Palacio de Versalles o las pirámides de Egipto.
Y no ha sido solo para que se vea en Sevilla su despliegue, ya que el concierto ha sido grabado por el Canal Arte en alta definición, para emitirlo íntegramente el próximo septiembre, bajo el nombre genérico de ‘Jean-Michel Jarre, Live in Seville’.
“Gracias a este concierto, vamos a dar la vuelta al mundo desde Sevilla”, ha dicho Jarre a su público, mientras explicaba detalles de cómo trabaja para perfeccionar su arte, en toda una clase práctica en mitad de un monumento que en 1929 cumplirá sus primeros cien años de vida.
‘Oxymore’, ‘Sex In The Machine’, ‘Arpegiateur’, ‘Zoolookology’…, sus iconos han ido saliendo de sus teclados en una coreografía perfecta con su equipo, mientras drones y varias cámaras, una de ellas en una grúa, dejaban constancia de todo para la posteridad.
Un concierto en el que, además, los láseres han recorrido todo el parque de María Luisa, el entorno que corona la impresionante Plaza de España, y han podido ser vistos desde toda la ciudad y buena parte de su área metropolitana.
Un artista que es mucho más

Jarre es compositor, intérprete, productor y embajador cultural, un creador incansable, un investigador que ha abierto, desde la innovación tecnológica, nuevos caminos para la música. Y tiene la enorme habilidad de trasladar al concierto en directo sus producciones de estudio.
Y lo hace como si fuese un Dj que anima desde sus platos (en este caso teclados) a su público, solo que este animador en concreto es un detective de las partituras que ha dado 76 vueltas al sol, tocando con producciones multicanal de audio, usando la realidad virtual o el metaverso.
Pero Jarre no es solo un artista. Es Comandante de la Legión de Honor y Embajador de la UNESCO para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y, como defensor incondicional del planeta y el medio ambiente ha sido galardonado con la Medalla Stephen Hawking.
Si hay que fijarse solo en el aspecto musical, su catálogo actual incluye 22 álbumes de estudio, de los que se han vendido más de 85 millones de copias en todo el mundo, y le han valido innumerables premios y nominaciones, una lista de reconocimientos que seguramente ni él mismo sabrá enumerar de forma concreta.
Y con todos esos mimbres ha elaborado un recital que ha coronado con ‘Stardust’, ‘Rendez-Vous 4’ y ‘Magnetic Fields 2’, para despedirse con su mijita de español de Sevilla, a la que espera no tardar en volver, quién sabe si de nuevo a un festival que, como mínimo durante seis años más, seguirá en el mismo escenario y con el mismo espíritu icónico.
Fermín Cabanillas