Barcelona, 8 abr (EFE).- Acostumbrado a atrapar a millones de personas con precisas vueltas de tuerca en sus novelas negras, en su octavo título, ‘La muy catastrófica visita al zoo’, es el propio Joël Dicker quien cambia de registro y presenta una historia diferente, guiada por una niña, aunque sigue atrapando desde la primera línea a sus lectores.
El escritor suizo ha comentado este martes en rueda de prensa en Barcelona que su último libro es para personas de entre 7 y 120 años, una suerte de “paréntesis” en su trayectoria, con el que quiere hacer sentir “bien” a quien pase sus páginas, en un mundo que “ya es suficientemente difícil”.
Publicada por Alfaguara y en catalán por La Campana, en ‘La muy catastrófica visita al zoo’, los protagonistas son un grupo de niños de una escuela especial, que se ha inundado, y que empiezan una investigación, comandada por Joséphine, para determinar por qué ha ocurrido este hecho, con suspense hasta la última página.
Con humor y alguna que otra dosis de ternura, Dicker va descubriendo la peripecia de estos jóvenes, en una historia con varias capas en las que cuestiones como la defensa de la democracia, la educación inclusiva o el papel de los padres en la formación de los hijos tienen mucho peso.
Mientras iba escribiendo se dio cuenta de que, por primera vez, tenía un libro “para todo tipo de lectores” y cuando ya estaba terminado pidió opinión a niños, adultos y a sus editores para que le ofrecieran sus impresiones.
“Como veía que la cosa funcionaba, pensé que tenía que ir hacia adelante. Se trata de un libro para que los niños hagan leer a los padres y para que los padres hagan leer a sus hijos, como una película familiar que reúne a criaturas, padres y abuelos y que permite un encuentro en el que todos lo pasan bien juntos”, ha detallado hoy.
También cree que era una manera de establecer un vínculo adicional con los lectores que tiene desde hace trece años, cuando fue mundialmente conocido por ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’.
Utilizar por primera vez como voz narradora a una niña le ha permitido sentirse “muy libre”, a la vez que ha podido mostrar con “perspectiva y distancia” el mundo de los adultos. “Ver qué somos o qué hacemos”, ha apostillado.
Una generación de chavales que no leen
Hijo de librera, Joël Dicker deja claro que no tiene ninguna intención de moralizar con su nuevo relato, pero sí que considera que debe defender sin resquicios la importancia de leer en soporte papel, porque, tal como indican científicos como la norteamericana Maryanne Wolf, la lectura en papel “desarrolla el cerebro y da capacidad para entender aquello que está en juego en determinados momentos”.
A su juicio, los niños y jóvenes que leen en papel son “capaces de entender lo que está en juego en el mundo, no sólo para ellos, sino para todo lo que les rodea, mientras que los que no leen son menos capaces de entenderlo”.
“Por tanto -ha proseguido- la pregunta que hago es, ¿qué hacemos con la democracia?, ¿cuál es el riesgo de encontrarnos con una generación de chavales que no leen? La respuesta la tendremos en veinte años”.
Sostiene Dicker que en un sistema democrático todo radica en el “principio de responsabilidad”, como se constata en su novela, donde se abordan temas como la censura.
“No se trata tanto de juzgar si la censura es positiva o negativa, igual que si la democracia es positiva o negativa, sino de ver cuál es la responsabilidad que cada uno de nosotros está dispuesto a asumir”, ha subrayado.
Como ocurre en un determinado momento de su nueva historia, el novelista mantiene que en ocasiones “hay que entender que debemos aceptar cosas que no nos encajan como individuos, pero que son necesarias para el conjunto de la sociedad. Conceptos que son muy evidentes cuando uno no vive en democracia”.
“El éxito no se puede olvidar”
Con millones de lectores en todo el mundo y con largas colas cada vez que se anuncia una firma de libros, Joël Dicker asevera que el éxito “no se puede olvidar”, es una “presión”, pero también “una exigencia respecto a los que han leído todos mis libros”.
A la vez, tiene claro que “no se puede gustar a todo el mundo” y cuantos “más lectores tienes más difícil es esta posibilidad. Por tanto, la única presión que realmente me impongo es la exigencia de seguir siendo auténtico”, tal como promete que será su nueva novela, que ya está hilvanando.