José de San Martín, máximo símbolo argentino de patriotismo, 175 años después de su muerte

Integrantes del Regimiento de Granaderos a Caballo realiza un cambio de guardia este viernes, en la tumba del General San Martín en la Catedral de Buenos Aires (Argentina). EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Buenos Aires, 16 ago (EFE).- A 175 años de su fallecimiento, el libertador José de San Martín (1778-1850) es una de las escasas figuras históricas y contemporáneas de Argentina que no genera polémica. Desde la ciudadanía hasta todo el arco político y los académicos lo consideran el máximo símbolo de patriotismo y heroísmo nacional.

Nacido en tiempos en que Argentina pertenecía al Virreinato español del Río de la Plata, San Martín y Simón Bolívar, al frente de sus ejércitos, fueron los líderes del proceso de independencia y de creación de las naciones suramericanas a lo largo del siglo XIX.

El argentino vivió sus últimos 26 años en el exilio, en Francia, porque no quiso tomar parte en las guerras civiles que comenzaron tras la independencia, a pesar de haber sido decisivo para la liberación de Argentina, Chile y Perú del yugo colonial español.

San Martín en calles y plazas

La directora del Museo Histórico Nacional, María Inés Rodríguez Aguilar, habla en una entrevista con EFE este jueves, en Buenos Aires (Argentina). EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Tal es el tamaño del mito, que llevan su nombre calles, avenidas, parques, pueblos y ciudades en Argentina, y objetos personales -como su sable de combate- son reverenciados casi tanto como su mausoleo en Buenos Aires.

«Esa noción de que la matriz propia se debe defender ante el invasor proviene de su experiencia española, ya que San Martín viaja a estudiar a la península y es parte de la resistencia contra Napoleón», explica a EFE María Inés Rodríguez Aguilar, directora del Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, donde se exhiben objetos del archivo personal del libertador, entre ellos su sable de guerra.

En el equipaje del retorno a su tierra, San Martín trae un conocimiento eximio de estrategia bélica española, lo que posibilita los resonantes triunfos militares contra las tropas coloniales.

Sus hazañas incluyen el cruce de un ejército entero a través de la escarpada cordillera de los Andes, movimiento que sorprende al enemigo y permite la liberación de Chile y su llegada a Lima, capital del Virreinato del Perú.

El sable de San Martín en disputa

Fotografía del monumento al General San Martín este viernes, en Buenos Aires (Argentina). EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

«Los héroes sirven para construir identidades», dice a EFE Camila Perochena, historiadora y docente en la Universidad Torcuato di Tella.

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, Argentina se encontraba por fin unificada bajo un gobierno central en Buenos Aires tras décadas de guerras civiles, y las multitudes migrantes europeas llegadas en aquella época fueron educadas en el culto a la figura del prócer.

Según Perochena, la figura ideal de San Martín mostrada en las escuelas fue retomada después por múltiples figuras políticas, como Juan Domingo Perón, que en su primera presidencia desplegó un gran homenaje para el centenario de la muerte del independentista.

“Pero hay muchos San Martín. En toda unidad y adhesión a un orden simbólico ha habido tensiones: no es lo mismo el San Martín que reivindicó Montoneros (grupo armado revolucionario peronista de la década 1970) o el que reivindica cierto sector militar. Lo que no se discute es lo nacional, encarnado en esa figura”, expresa la directora del Museo Histórico.

Mientras Rodríguez Aguilar conversa con EFE, dos granaderos ingresan a la sala del sable para el cambio de guardia, ya que por protocolo siempre debe estar custodiado por este cuerpo de élite fundado por el general durante el alzamiento contra España.

Los granaderos también son el cuerpo de custodia personal de todos los presidentes argentinos.

En 1845, en el final de su vida, San Martín entregó la hoja de acero curvo y discreta empuñadura de ébano a Juan Manuel de Rosas, entonces principal líder dentro de una nación cruzada por conflictos internos, y desde finales del siglo XIX es exhibido en el Museo Histórico.

En 1963 y 1965, jóvenes militantes del peronismo, por entonces movimiento proscripto, robaron dos veces el sable del museo como gesto de rebeldía contra la opresión política.

Por ello, la dictadura del general Juan Carlos Onganía decidió resguardar el sable en el Regimiento de Granaderos y dejó de ser exhibido al público.

En 2015, la presidenta Cristina Fernández ordenó la restitución del sable al Museo Histórico Nacional, decisión que no fue bien recibida por el Ejército.

Y el pasado 4 de mayo, el presidente Javier Milei fue distinguido como ‘granadero honorífico’ en una ceremonia que supuso un acercamiento del ultraderechista a las Fuerzas Armadas. En paralelo, el sector militar movía sus piezas con sigilo.

“El Ministerio de Defensa presentó una solicitud ante la Secretaría de Cultura (que controla el Museo Histórico) para que el sable fuera devuelto a los granaderos”, detalla a EFE Gabriel Di Meglio, historiador y director de este museo hasta hace poco más de un mes, cuando fue destituido por el Gobierno de Milei.

“Di argumentos para evitar que el sable fuera mudado, que pasaban por la donación de la familia de Rosas al museo en 1897”, explica Di Meglio, que antes de ser reemplazado por Rodríguez Aguilar ofreció un discurso de despedida en la puerta de la institución a la que asistieron cientos de personas.

En aquella clase de historia al aire libre, el exdirector afirmó que había sido objeto de un «despido político» por haber sido crítico de los recortes presupuestarios del Gobierno actual.

Di Meglio expresó a EFE que su despido no cree que tuviera que ver con su rechazo a una nueva mudanza del sable de San Martín.

“Suenen claras trompetas de gloria y levanten un himno triunfal, que la luz de la Historia agiganta la figura del gran capitán”, dice una canción patria dedicada al libertador y que todos los argentinos probablemente recuerden de memoria por haberla cantado hasta en las escuelas.

Sebastián Rodríguez Mora