Madrid, 9 mar (EFE).- El talento de cuatro jóvenes investigadoras -Ana Ortega, Marta Molina, Anabel Díaz-Guerra e Itziar Olano- las ha colocado a la vanguardia de la investigación contra el cáncer tras recibir el aval de la Fundación Científica de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) a sus prometedores proyectos desarrollados en centros de la Comunidad de Madrid.
Todas ellas se han dado cita en el II Encuentro de Investigadores Contra el Cáncer, que reunió esta semana en Madrid a 250 científicos que reciben financiación de la AECC, la entidad que más invierte en esta área apoyando proyectos en los que cada vez participan más mujeres, que suponen ya la mitad de los investigadores en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Ana Ortega (Madrid, 1983), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que investiga los linfomas B de alto grado, uno de los subtipos más agresivos, quimiorresistentes y con opciones de tratamiento mínimas, ha obtenido 300.000 euros de la AECC.
Estos tumores de la sangre “no responden bien a la inmunoterapia, porque están escondidos, no son reconocidos por nuestro sistema inmunitario. Queremos investigar por qué no sean visibles”, explica Ortega que investiga terapias epigenéticas que “modifican la estructura del ADN y lo que cubre el ADN para hacer que se expresen estos genes” que permiten a los linfomas “esconderse”.
En el Hospital 12 de Octubre, la doctora Itziar Olano (Pamplona, 1982), ha obtenido 278.000 euros para estudiar la relación entre el sistema inmune y los desequilibrios genómicos en un cáncer de pulmón, en el que las líneas terapéuticas no han variado en los últimos 20 años.
“Hace falta nuevos conocimientos y nuevas herramientas para avanzar en la estrategia terapéutica, porque no hay mucho conocimiento sobre este tipo de pacientes, no hay muestras biológicas, no hay casi modelos animales, por lo cual es un reto muy grande plantear una investigación basada en ciertos tipos de tumores”, explica Olano.
Marta Molina (Soria, 1998), investiga en el Hospital Puerta de Hierro la resistencia a la quimio-inmunoterapia previa a la cirugía en cáncer de pulmón de células no pequeñas, que supone el 85% de los casos. “Buscamos biomarcadores, moléculas, indicios que puedan hacer predecir qué pacientes van a poder responder y cuáles no, para cambiarles el tratamiento, darles terapias alternativas y anticiparse un poco a la progresión del cáncer”, explica.
“Vamos a utilizar tecnologías de secuenciación bastante avanzadas para hacer un barrido de todo el componente tumoral de estos pacientes -los que progresan en la terapia y los que no-, y sacar biomarcadores que nos ayuden a predecir la respuesta”, señala Molina, que basa en ello su tesis doctoral.
“Nos planteamos utilizar un modelo de ratón que nos permita hacer como ese ‘screening’ o barrido en vivo, en directo, que es una cosa que en pacientes no podemos hacer”, detalla la joven investigadora en el encuentro celebrado en la Real Fábrica de Tapices.
Anabel Díaz-Guerra (Madrid, 1998), del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) investiga los daños en el corazón en los supervivientes del cáncer. “Tratamos de disminuir los efectos secundarios de un agente quimioterapéutico, las antraciclinas, usadas para tratar muchos tipos de cánceres”, que tienen una elevada toxicidad cardíaca, detalla esta investigadora que recibió su primera ayuda predoctoral en 2022.
Actualmente “se desconocen muchos de los mecanismos detrás de la falta de eficacia o resistencia a los tratamientos” y no hay suficientes herramientas para “predecir qué pacientes pueden beneficiarse más” de una u otra terapia, según las investigadoras.
Estas jóvenes científicas coinciden en que “la investigación es prueba y error, no tenemos un manual”. En ocasiones “planteas una hipótesis, que según muchos indicios parece correcta, pero luego empiezas a hacer experimentos y no lo es”.
Hay que ir adaptando “sobre la marcha en función de los resultados obtenidos”, indican, antes de apuntar la “escasa financiación” para investigar y, cuando ya se logra, “la excesiva burocracia” que conllevan.
Juliana Leao-Coelho