Santo Domingo, 29 jun (EFE).- El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez considera que la literatura es «una especie de rebeldía» contra los intentos del poder de imponer su relato a la sociedad y, si bien «no cambia el mundo, sí cambia conciencias».
En una entrevista con EFE en Santo Domingo, donde participa este fin de semana en la primera edición del Festival Mar de Palabras, Vásquez afirma que, aunque la literatura no tiene una incidencia directa a la hora de intervenir en la situación del mundo, «sí cambia conciencias, sí cambia al individuo» y este, «en su desempeño ciudadano, tiene un impacto en la vida política de un país».
«La vida política es siempre, siempre un intento que hace el poder, esa entidad abstracta que llamamos el poder, por imponer un relato sobre las sociedades, eso lo estamos viendo todo el tiempo (…) El poder político, cuanto más tonos autoritarios adquiere, más inescrupuloso es en el intento por imponer su verdad», asegura el autor de ‘El ruido de las cosas al caer’ (2011).
Y en este punto la literatura se presenta como «una especie de rebeldía contra esa posición», como «un disenso», como «una manera que tienen nuestras sociedades de levantar la mano y decirle al poder ‘usted miente’, ‘usted olvida esto'», agrega.
Para Vásquez, «la literatura es un aparato de ficciones, que son como mecanismos de defensa que tiene las sociedad para contrarrestar las mentiras que vienen desde fuera».
Como el título de su libro, considera importante «volver la vista atrás» porque, como decía Carlos Fuentes, «no hay un futuro vivo con un pasado muerto»: «Las sociedades latinoamericanas necesitamos constantemente estar revisitando nuestro pasado para defenderlo de versiones interesadas, mentirosas, distorsionadas y, de alguna manera, recuperar el control del relato del pasado para nosotros, los ciudadanos. Esa es una de las cosas que hace la literatura».
Colombia y «la oportunidad perdida»

Preguntado sobre la situación de Colombia y el reciente atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, Vásquez no tiene claro si la historia se repite o «si es la misma historia que se alarga», pues ese ataque, «deplorable y desde cualquier punto de vista condenable», inevitablemente le hace recordar acciones similares en medio las cuales él creció.
Estas situaciones forman parte de «una Colombia que creíamos haber dejado atrás y el hecho de que vuelvan estos crímenes, es profundamente preocupante y un testimonio más de la especie de desintegración de la sociedad colombiana a la que estamos asistiendo», lamenta.
En su opinión, «estamos viviendo en cierto sentido la consecuencia de no haber cerrado nunca de manera definitiva las heridas de violencias anteriores (…) Estamos asistiendo a la oportunidad desperdiciada de unos acuerdos de paz exitosos», los firmados en 2016 entre el Gobierno y la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para acabar con medio siglo de conflicto.
Pero las críticas y ataques a esos acuerdos de una parte de la sociedad política «acabaron minando su poder, sembrando desconfianza en los ciudadanos y, por lo tanto, no hemos conseguido aplicar completamente. Esto es una oportunidad perdida para Colombia».
Ya a nivel de Latinoamérica Vásquez piensa que los países «pasan por un momento difícil de rompimiento de los diálogos entre ciudadanos, de rompimiento de la conversación política» y «se necesitan nuevos acuerdos sociales, nuevos contratos sociales. Pero yo no veo que haya mucha voluntad (…), son sociedades terriblemente polarizadas que no encuentran la manera de cerrar heridas», de establecer diálogos.
El examen del pasado
Para Vásquez, la del novelista y la del periodista son «dos maneras muy distintas, casi opuestas de mirar el mundo»: el columnista escribe porque «tiene breves certezas, porque ve algo que juzga necesario decir o que no puede callar», y el novelista «escribe porque no sabe, escribe a partir de la sensación de ignorancia, de que el mundo es complejo, es mucho más complejo de lo que pensábamos. Está lleno de lugares oscuros, de contradicciones, de ambigüedades. Y el novelista escribe a partir de esas incertidumbres, de hacer preguntas».
En su caso, él como escritor trata en sus novelas de hacer una especie de reparación de la relación con «el mundo que nos rodea, con la sociedad en la que estamos, con el pasado, que es tan importante para entender dónde estamos y para saber a dónde vamos».
Una de sus «obsesiones» como novelista es el examen del pasado, «de ese lugar en el que las fuerzas políticas, de la historia, las fuerzas sociales entran en la vida íntima de los personajes».
Eso es lo que siempre le ha interesado tratar en sus obras, y «las que vienen también hablarán de esos lugares que llamamos pasado, que llamamos historia», concluye el autor de ‘Los nombres de Feliza’ (2025) y ‘La forma de las ruinas’ (2015).
Almudena Casado