Pamplona, 7 jul (EFE).- El futuro del encierro, el acto por excelencia más representativo de los Sanfermines, parece concitar práctica unanimidad sobre su permanencia en el tiempo. No así que no vaya a sufrir modificaciones obligadas por el excesivo éxito cosechado en las últimas décadas a costa de perder el purismo con el que lo pretendían guardar algunos pamploneses.
Algo más de 800 metros discurren entre los corrales de Santo Domingo y los de la Plaza de Toros, en el Casco Viejo de Pamplona. Son los que cada mañana de las fiestas protagonizan la atención ya no solo presencial sino en televisores y dispositivos móviles de todo el mundo. Estos facilitan asistir en directo a un acto trepidante pero peligroso e imprevisible, con 6 toros bravos conducidos a la carrera por cientos de corredores.
Pero estos son solo una pequeña parte de los aproximadamente 2.500 mozos y mozas que entre semana acceden al recorrido, cifra que puede aumentar hasta 4.000 los fines de semana. Muchos de ellos lo hacen para entrar los primeros al ruedo sin llegar a ver a los toros y otros muchos para hacerlo de lejos o subidos al vallado nada más comenzar la carrera.
Independientemente del debate a favor o en contra del uso de animales en espectáculos, lo cierto es que el encierro está ya datado en el siglo XIV por la necesidad de trasladar a las reses bravas hasta la plaza de toros para las corridas. Esta tradición suma ya 16 fallecidos a partir del siglo XX y su vistosidad, especialmente desde que se empezó a retransmitir por televisión en 1981, atrae hoy a miles de personas llegadas desde todo el mundo a Pamplona a participar.
Esta masificación del encierro se palía con los controles policiales que criban la entrada en el recorrido vallado. La minoría de edad, la ingesta de alcohol o portar objetos que entorpezcan la carrera son motivos previos para impedirlo, pero hay otros de sanción a su finalización, como tocar a los toros.
Izu: Los Sanfermines no se entienden sin toros

Según asegura a EFE el escritor, jurista y sociólogo Miguel Izu «realmente en Pamplona hay mucho arraigo a los toros, porque no se entienden los Sanfermines sin ellos».
«La mayor parte de la gente en Pamplona es favorable al encierro, mucho más que a las corridas de toros», dice aunque considera que el evento de tan arraigada tradición «ha cambiado mucho en los últimos años», especialmente al convertirse en «un espectáculo televisado». Esto ha derivado en que «casi está profesionalizado, viene gente de todo el mundo a correr y ya no es una fiesta, digamos, de la gente de Pamplona».
Prueba de ese cambio de reglas no escritas es que «hay gente que viene de fuera incluso con una camiseta con patrocinador», advierte para conceder que esto no augura ni de lejos su desaparición como acto esencial, porque «sigue siendo un espectáculo muy potente y se va a mantener».
Menos “participantes” y más “corredores”, según Lázaro

De la misma opinión es el excorredor y hoy comentarista de los encierros en RTVE Teo Lázaro, quien reconoce la «masificación» sufrida por el encierro a partir de los años 80 del siglo XX por «un número muy elevado de participantes pero no tanto de corredores», que son quienes conscientemente se meten en el recorrido y aguantan la cara del toro.
Y de estos últimos aprecia en los últimos años un mayor número, «afortunadamente», en detrimento de los «participantes», en una tendencia que debe equilibrarse con la toma de medidas que ordenen en la medida de lo posible la carrera sin modificar su esencia pura.
Por ello cree fundamentales las campañas informativas para que se asuma que «el encierro entraña muchísimo riesgo, porque se puede incluso perder la vida».