São Paulo, 26 jun (EFE).- El fuego, y no la sierra mecánica, es el nuevo gran enemigo de la Amazonía, un escenario provocado por el cambio climático y que acarrea lecciones para el combate a la deforestación, según datos recientes y expertos consultados por EFE.
Durante décadas, los científicos creían que la humedad de la Amazonía, el mayor bosque tropical del planeta, la volvía prácticamente inmune a los incendios.
Sin embargo, esta certeza ha recibido golpe tras golpe desde 2023, con dos sequías seguidas y una ola de incendios inédita.
El impacto real del fuego solo queda claro recientemente cuando las nubes que cubren la región, durante la temporada lluviosa, se despeja y los satélites consiguen fotografiar el terreno.
El 51 % de la deforestación registrada en mayo en Brasil, época que marca el inicio de la temporada seca, fue causada por incendios en su gran mayoría del año pasado, según datos presentados este mes por el Gobierno.
Se trata de la primera vez, en una década, que más de la mitad de la destrucción registrada en mayo se debe al fuego y no a la tala, que ha sido tradicionalmente la principal fuente de deforestación.
A modo de comparación, en mayo de 2021, solo el 4 % de la destrucción fue causada por incendios, frente al 94 % por la tala y un 3 % restante por la minería.
“Hemos entrado en un nuevo ciclo… La selva nativa, históricamente poco susceptible a los incendios, empieza a cambiar de perfil”, alertó durante la presentación de los datos, el viceministro de Medio Ambiente, João Paulo Capobianco.
Un informe de la ONG MapBiomas, divulgado este martes, confirma la tendencia: la Amazonía brasileña registró el año pasado la mayor área quemada desde 1985, más de 156.000 kilómetros cuadrados, un 117 % superior a la media histórica anual.
La investigadora Ane Alencar, una de las coordinadoras de MapBiomas, atribuye la devastación a la acción del humano y a una sequía “atípica” asociada a El Niño, un fenómeno cíclico que reduce las lluvias en la región.
“Estaba tan seco que los árboles perdieron más hojas de lo normal, lo que hizo que esa capa de hojas se triplicara en tamaño y sirviera como combustible para el fuego”, cuenta a EFE.
Por otro lado, el reconocido físico, Paulo Artaxo, pide prudencia antes de sacar conclusiones de datos sobre los incendios del año pasado, pero señala que el clima en la Amazonía está cambiando “muy rápidamente” y que esto va más allá del fenómeno de El Niño.
“Es un cambio permanente de la región, que está volviéndose cada vez más seca, con una reducción importante de las precipitaciones y un aumento significativo de las temperaturas”, afirma el físico a EFE.
Acciones de combate

Esta situación hace sonar las alarmas en el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), la institución encargada de combatir la deforestación y que no acostumbraba a ver el fuego como una prioridad.
En ese sentido, a principios de mes, el Gobierno aprobó un desembolso de 825 millones de reales (unos 150 millones de dólares) para capacitar al Ibama en esta competencia y comprar helicópteros.
Con todo, Ane Alencar advierte sobre los desafíos que supone este cambio de foco, puesto que para incendiar no se necesita la maquinaria y la mano de obra involucrada en la tala tradicional, sino apenas un mechero.
“Va a ser más difícil encontrar a los responsables… Tiene que haber una inversión en inteligencia muy fuerte”, afirma.
Con la temporada seca ya encima, en Rondônia, un estado fronterizo con Bolivia que fue uno de los epicentros de la ola de incendios del año pasado, los bomberos se preparan a marchas forzadas.
Después de que en 2024 la multiplicación de los fuegos desbordara su capacidad, el Gobierno regional está contratando a más brigadistas y pretende instalar 15 bases cerca de las áreas de riesgo.
“La perspectiva es que los incendios aumenten en los próximos meses, pero nos hemos preparado bastante este año”, asegura a EFE el mayor, Geanderson Maia, portavoz del Cuerpo de Bomberos. EFE
Jon Martín Cullell
