Alida Juliani
Madrid, 29 mar (EFE) .- El camino espiritual de la emprendedora mexicana Annette Arellano comenzó cuando a su hija Alexia le descubrieron un retraso neurológico. El impacto inicial se transformó en otra forma de ver la vida que materializó en dos proyectos solidarios, Kalimori, de ayuda a la discapacidad, y Huakal, con el que exporta al mundo piezas de alta decoración de su país.
“Aceptar la situación de Alexia me tomó 9 años, hasta que vi que el problema no lo tenía ella, lo tenía yo, y decidí retomar mi vida”, explica a EFE Arellano en su casa de Madrid donde organiza showrooms para dar a conocer las piezas de artesanos de México con los que trabaja y que se pueden adquirir también en la tienda que abrió en la capital española.
Como nuevo punto de partida, buscó trabajo en el campo del diseño – “siempre me ha gustado la estética y la decoración” -, pero esto no cuajó y se enfocó en los proyectos altruistas, para apoyar a otras familias en su misma situación.
Así nació Kalimori (en aymara ‘casa de la luz’), la fundación que Arellano puso en marcha después de viajar por varios países de Europa y Estados Unidos en busca de información para ayudar a su hija a tener una vida lo más independiente posible. Decidió “mexicanizar” esas buenas prácticas adaptándolas a la realidad local.
La iniciativa se sustentó económicamente a través de talleres (horticultura, cocina, cerámica, elaboración de velas), una granja orgánica y un pequeño hotel en Malinalco, a una hora de la Ciudad de México.
“Mi objetivo siempre ha sido que todo lo que generamos, una vez cubiertos los costos de operación, se destine a un fondo de becas. Muchos jóvenes que apoyamos no tienen recursos, y nuestra misión es brindarles educación y oportunidades”, señala Arellano, quien destaca las dificultades en el proceso en un país en el que las diferencias sociales, económicas y culturales pueden ser muy marcadas.

El nacimiento de Huakal

La simiente de Huakal (Waa + Kal en maya, “uniendo voces”) la sembró la mexicana en un viaje por Oaxaca con una amiga. ¿Podría vender artesanías en España?, se planteó como nuevo sostén para su fundación.
“Al adentrarme en la artesanía a través del taller de cerámica de Kalimori descubrí un mundo fascinante que antes no valoraba. Veía la artesanía como algo ajeno, pero al conocer el esfuerzo y talento de los artesanos, mi perspectiva cambió por completo”, indica.
Huakal nació hace cuatro años y al segundo ya abrió la tienda de Madrid.
“Todo comenzó con un pop-up (una tienda efímera) en Casa de México, durante la exposición de Frida Kahlo. Fue una prueba de mercado clave: las ventas fueron excelentes y la apreciación del público me confirmó que había una gran oportunidad. A partir de ahí, comencé a importar productos y estructurar el negocio”, señala.
Con el tiempo, aprendió a identificar las diferencias entre los consumidores de los distintos países: “los españoles, europeos, americanos y mexicanos tienen formas distintas de apreciar y comprar. Adaptarme a cada mercado ha sido un reto, pero también una gran enseñanza”.
Huakal no para de crecer, acaba de arrancar en México, ya está en España y sigue expandiéndose por Europa, desde donde ya reciben los primeros clientes.
Huakal, mucho más que un proyecto
Pero lo que realmente llena a Arellano es la parte humana de este proyecto: “Mis chicos, mi fundación, mis artesanos”, dice.
“Cuando viajo con ellos, me libero de las máscaras de la vida cotidiana. Me conecto con personas que me enseñan, que me dan sin esperar nada a cambio. Esos encuentros me aterrizan. Me hacen ver lo simple y valioso de la vida”, reconoce.
Y sin embargo, al principio le costó ganarse su confianza, porque “han sido abusados tantas veces que les cuesta abrirse, pero poco a poco construimos algo juntos”.
“Es fascinante ver cómo, a pesar de las dificultades, producen piezas de gran calidad. Aunque el entorno no sea el más adecuado, la creatividad y el talento prevalecen. Son como una familia para mi, y los cuido como si fueran mis hijos”, subraya.
También con los artesanos descubrió su propio país, “que no es el de la Ciudad de México con su caos, su contaminación y su inseguridad. México es su gente, su historia, sus comunidades”.
“Mi trabajo ha evolucionado. Empecé ayudando a gente como Alexia, y ahora estoy comprometida con mejorar la vida de los artesanos y dejar un legado que continúe mucho después de que yo ya no esté”, afirma.