Fermín Cabanillas
Sevilla, 20 may (EFE).- Han sido diez años sin exponerse al público directamente, y a Isabel Vázquez se le nota la ansiedad positiva que genera su cerebro ante la perspectiva: “las ganas de actuar no se pierden nunca”, asegura a EFE a cuatro días de estrenar ‘Zambra de la Buena Salvaje’ en el festival Madrid en Danza.
La bailarina sevillana, de 60 años, protagonizará un “monólogo de danza” los días 24 y 25 de mayo en la Sala Cuarta Pared, y le pondrá el alma a un espectáculo que explora los límites entre la domesticación y la naturaleza más primitiva del ser humano. “Echaba muchísimo de menos el escenario, estar…”, dice, mientras confiesa que pensaba que las ganas se le pasarían, pero ese ansia de estar en escena “nunca se va”.
Hace diez años se retiró de los escenarios, pero decidió revertir esa decisión para volver a disfrutar de la subida de adrenalina que le supone danzar en público. Y, además, no se trata solo de actuar, sino también de poner su cuerpo y su talento al servicio de un alegato: “las mujeres de mi edad tenemos mucho que contar todavía en la escena. Hay que reivindicar a las mujeres adultas maduras en el escenario”, sentencia.
Pero en su caso tiene un matiz dentro del arte, porque la danza “está unida al físico, a la fuerza, a la potencia, al virtuosismo”, de modo que se puede dar el hecho de que “una bailarina con 40 años está más que retirada”, pero ella defiende que “no solo hay que hacer de personas mayores en los espectáculos”.
El montaje de su regreso tiene un motivo muy concreto, ya que “las producciones grandes son muy costosas económicamente, y en este momento no quería riesgos económicos”, aunque, visto lo que tiene preparado, hacer algo grande no está relacionado con el dispendio de medios técnicos y humanos. En ‘Zambra de la Buena Salvaje’ ella está sola, en un montaje enorme en esencia y en presencia.
“Es verdad que no es lo mismo estar sola que estar acompañada, pero me siento muy bien arropada, aunque esté sola en escena”, explica, mientras habla de “la dirección maravillosa de Alberto Velasco, con una dramaturgia muy interesante de Ruth Rubio, “y muy acompañada” por su productora, Elena Carrascal.
Desde La Cuadra al mundo
Isabel habla de sus raíces, las de su danza, y recuerda cómo empezó en La Cuadra, la compañía con la que Salvador Távora hizo universal este arte desde 1969. “Fue mi primer trabajo, y yo ni me lo creía porque estrenamos en Broadway. De la nada, de haber hecho funciones en pueblecitos o en centros culturales, de repente, estreno en Broadway”.
Y le da sentido a la frase “hacer de todo en la vida”. Ha sido coreógrafa, dramaturga, intérprete, “hasta tapón en la cabalgata de la Expo,92, y todas son experiencias maravillosas que te hacen crecer como artista”.
Ella misma como artista y como mujer
Lo que va a presentar en Madrid se nutre de la danza, el humor y la irreverencia, y plantea una pregunta universal: “De todo lo que soy, ¿qué es inherente a mí y qué me ha sido impuesto?”. A través de un monólogo coral, el espectáculo se convierte en un grito de resistencia colectiva, en el que la protagonista encarna a todas las mujeres que han sido sometidas a la violencia sistémica y silenciosa.
Todo ello con la ayuda de la zambra, la danza ancestral que llegó a estar prohibida en el siglo XVI, y que Isabel usa como punto de partida de este viaje escénico.
La capital de España será testigo de su vuelta a las tablas danzando. Y, a partir de ahí, comenzará una gira que la llevará por distintos escenarios del país. Isabel Vázquez ha vuelto. Larga vida a las eternas.