Sevilla, 3 abr (EFE).- La interpretación teatral de la obra de Federico García Lorca ‘La casa de Bernarda Alba’ regresa desde este jueves a los escenarios, en el Espacio Escénico de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, de la mano de un grupo de mujeres gitanas, muchas de ellas todavía residentes en el poblado chabolista El Vacie.
La conmemoración del 600 aniversario de la llegada del pueblo gitano a España ha servido de excusa para la vuelta de un espectáculo que hace doce años fue un hito, al llevar al teatro a actrices no profesionales, personas que entonces no sabían en la mayoría de casos ni leer ni escribir.
Esta propuesta teatral, impulsada desde el Centro Internacional de Investigación Teatral TNT y dirigida por Pepa Gamboa, mejoró la vida de estas mujeres, algunas de las cuales ya no viven en este asentamiento, considerado en su día el poblado chabolista más grande y antiguo de Europa y que actualmente se encuentra en desmantelamiento, con la reubicación de sus residentes.
El hecho de que las tres funciones programadas para este jueves, el viernes y el sábado estén agotadas evidencia además el interés que este particular teatro, que adapta la conocida obra de Federico y que apuesta por la inclusión social, despierta entre el público.
“Para mí es bastante emocionante retomar este espectáculo que estrenamos hace doce años y que estuvo girando como cuatro. Fue un acontecimiento, estuvo en los teatros más importantes del mundo. Ellas no sabían leer ni escribir y ya han aprendido, algunas hasta se han sacado el carnet de conducir”, comenta Gamboa a EFE muy pocas horas antes del reestreno.
La directora del montaje y responsable de la dramaturgia del espectáculo ha explicado que el elenco se mantiene prácticamente en su totalidad aunque con nuevas incorporaciones, lo que permitirá subirse al escenario a tres generaciones, con edades que van desde los 19 a los 70 años.
Junto a Gamboa, Sandra Ramírez, una de las mujeres que sigue viviendo en El Vacie y que regresa a las tablas se siente “un poquito nerviosa”, aunque apostilla que, una vez que se sube al escenario se le “quitan todos los nervios”.
“Todo empezó como un juego. Nos invitaron a un teatro para verlo nosotras, fuimos y quisimos hacer algo igual… Jugando, jugando, mira lo que ha salido de ahí. Creían que las gitanas no tienen poderío para hacer estas cosas y claro que sí”, añade orgullosa esta actriz ocasional, quien tiene que memorizar todos los textos en la cabeza porque tiene dificultades para leer y escribir.
Este montaje combina la fuerza del autor de Fuente Vaqueros (Granada), tan vinculado al pueblo gitano a través de su Romancero, con la autenticidad de unas mujeres con gran presencia escénica.