Buenos Aires, 21 abr (EFE).- Decenas de fieles argentinos, turistas y curiosos se congregaron en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires para rezar y rendir homenaje Jorge Mario Bergoglio, el “papa de los pobres”, como le llamó el mismo arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva.

Desde primera hora de la mañana, los bancos de la catedral se fueron llenando de personas, quienes, entre rezos y suspiros, no podían contener las lágrimas y buscaban consuelo en la homilía oficiada por el arzobispo.

Según transcurrían las horas, a los fieles se sumaban curiosos y turistas llegados de distintos lugares, llamados por la curiosidad de vivir un momento histórico en Buenos Aires.
“Se nos fue el papa de los pobres, de los marginados, de los que nadie quiere, de los que muchos excluyen”, expresó García Cuerva frente a rostros consternados.
Los alrededores de la Plaza de Mayo, donde está la catedral de la que Bergoglio fue arzobispo durante quince años, eran un caos de bocinas y silbatos de agentes de tránsito, debido al constante movimiento de personas que se apresuraban hacia las puertas de la iglesia.
“El dolor del corazón es grande porque se fue nuestro padre. El padre nuestro. El padre de los argentinos, al que no siempre comprendimos, pero profundamente amamos”, continuó Cuerva.
Los presentes disimulaban con respeto la necesidad de romper el silencio y expresar su llanto, algunos se recluían en los altares laterales que honran a María u otros santos, otros se quedaban de pie con la cabeza gacha apoyados en los pilares de mármol o en el fondo de la iglesia.
“El mejor homenaje que podemos hacer es unirnos, tender puentes, dialogar, dejar de enfrentarnos todo el tiempo, porque si es el padre, qué mayor dolor que ver a sus hijos divididos. Que se vaya Francisco al cielo con la tranquilidad de que sus hijos van a tratar de vivir esa unidad nacional tan pendiente entre nosotros”, concluyó el arzobispo.
El altar desde el que habló García Cuerva estaba cubierto con un manto negro que se extendía hasta el piso y envolvía a un Francisco sonriente cubierto de arreglos florales blancos, una imagen tomada durante su pontificado.
El papa de Buenos Aires
Gustavo Fernández, es jubilado, llega a fin de mes con lo justo y se tomó dos colectivos y el metro para llegar hasta la catedral. Allí le dijo a EFE que necesitaba rezar y pedir por Bergoglio, a quien define como “un cura muy entregado a las necesidades del pueblo”.
“Fue el sacerdote que muchos no eran: estar al lado de los más necesitados. Un hombre que a pesar de ser papa seguía siendo el cura Bergoglio y eso fue un cambio en la Iglesia católica”, añadió, mientras cubría sus ojos rojos e hinchados con lentes de sol.
“Lo que más me duele de todo esto es que no vino a su país, a visitar la Argentina, de los 266 papas que hubo, él era el único latinoamericano. Nunca llegó porque lamentablemente, creo, que se enredó en la grieta de la política argentina”, añadió.
Hasta que el papa sea velado en la sede del Vaticano, se celebrarán sucesivas misas en la catedral de Buenos Aires, pero también en iglesias, parroquias y capillas de todo el país, sobre todo en las villas y barrios populares que Bergoglio recorrió y asistió a lo largo de su vida.
Tras finalizar la misa, los fieles empezaron a brotar por las puertas del edificio, mientras otros aprovechaban para entrar y rezar en soledad.
Algunos jóvenes empezaron a encender velas en las columnas, junto a un escudo de tela de San Lorenzo, el club de fútbol favorito del papa, y un cartel escrito a mano que reza: “Vuela muy alto, siempre vas a estar en nuestros corazones, estamos todos muy tristes”.
La presidenta de Acción Católica de Buenos Aires, una institución eclesiástica formada por laicos que promueven actividades de pastoral, Ana María Pérez Bodria, dijo a EFE que “hoy es un día triste, pero alegre”.
“Triste porque se fue de este mundo, alegre porque sabemos que está en la casa del padre y ayer nos ha dado su bendición, la alegría de haberlo visto. Ayer todos vivimos la Pascua y él hoy vive su Pascua”, amplió Pérez Bodria, mientras realizaba un gran esfuerzo para mantener la compostura.
“Tengo un lindo recuerdo de su paso por Buenos Aires. Todos sentimos que sus enseñanzas en Buenos Aires llegaron al mundo, porque Francisco fue el mismo Jorge Bergoglio que teníamos acá en la Argentina”, indicó.