La chilena Carla Guelfenbein transita entre el dolor y el amor en ‘Mi vida robada’

Imagen de archivo de la escritora chilena Carla Guelfenbein. EFE/ Francisco Guasco

Madrid, 12 may (EFE) .- La chilena Carla Guelfenbein abandona una vez más su zona de confort en ‘Mi vida robada’, una novela “muy disfrutada”, escrita desde la más absoluta libertad creativa, en la que transita por la vida de dos mujeres, Biba y Lola (madre e hija), a través de las que, asegura en una entrevista con EFE, acaba descubriendo también su propio dolor.

“Es una novela muy pequeña, pero que tuvo un gran trabajo”, afirma Guelfenbein (Santiago de Chile, 1959) en una charla virtual, en la que rememora la ‘aventura’ en la que se vio envuelta para escribirla tras una oferta circunscrita en principio únicamente a la universidad de Columbia, que acabó siendo publicada comercialmente por la editorial Alfaguara.

“Me dieron total libertad (la universidad), fue uno de esos regalos del cielo que cualquier escritor quisiera”, afirma la autora que dedica el libro a su impulsora, Karen Poniachik, fallecida en 2022.

Con esa premisa, Guelfenbein viajó a Nueva York con un presupuesto muy reducido y se enfrentó, primero, a un alojamiento, alquilado a través de una plataforma, “con la cama en el suelo, sin ventanas y lleno de cucarachas”.

Aquella situación, lejos de hacerle abandonar el proyecto, supuso el inicio de la inspiración para la novela. “Me entregué al destino. La vida me propuso una salida de mi zona de confort abrupta y así lo hice”, señala.

 

19 fotografías y un cuaderno

La historia, los personajes y el escenario de ‘Mi vida robada’ – que llega estos días a las librerías españolas-, nacieron de las fotografías que la escritora tomó durante sus paseos por Nueva York, de lo que observaba en ellos y de las conversaciones que escuchaba e iba anotando en un cuaderno.

Al regresar a Chile e intentar armar un rompecabezas con todos estos elementos “me di cuenta de que lo más interesante eran las imágenes de los grafitis”, que en el libro marcan el principio y el final de cada uno de los ‘capítulos’.

Con el grafiti ‘She went’/’Se fue’ arranca la historia de ‘Mi vida robada’, la de una madre que abandona a sus hijos para perseguir su carrera como actriz en la Gran Manzana y que años después desaparece. Su hija, Lola, acudirá a buscarla.

“No me di cuenta de que estaba hablando de este tema complejo (una madre que abandona)”, explica Guelfenbein, quien asegura que fue “un desafío” hacerlo desde un “lugar de libertad”.

“Porque siendo yo feminista lo podía haber transformado en una especie de panfleto defendiendo el derecho de las mujeres a tener una vida, a dejar una familia como hacen los hombres y nadie dice nada. Nadie va a escribir una novela sobre un hombre que deja a su familia porque no tiene ningún interés”, apunta.

Pero, “no soy una escritora ideológica, tengo mis ideas, el material de mis novelas no. Yo investigo sobre la vida, no hago juicios sobre ella”.

Mientras escribía ‘Mi vida robada’, Guelfenbein se conectó también con el dolor de la pérdida de su madre, fallecida de un cáncer cuando ella tenía 17 años: “no me abandonó en los términos tradicionales, pero la sensación que tuve por muchos años fue de rabia por irse tan temprano, de resentimiento de tener que hacer mi vida sola”.

Una novela con tintes históricos

La escritora chilena afronta ya un nuevo reto, su nueva criatura – “al final las novelas se convierten en criaturas que tienen vida propia”-, una novela con un componente histórico, algo que nunca había intentado y que la tiene “muy entusiasmada”.

Desde que escribió su primer trabajo, ‘El revés del alma’ (2002), en el que abordaba a través de la figura femenina temas muy cercanos, y que fue “como una estampida”, decidió salir de su zona de confort; por eso, en el segundo, ‘La mujer de mi vida’ (2005), el hilo conductor fue la voz de un hombre.

 Porque para Guelfenbein, cada novela es ir buscando de alguna manera romper sus lugares comunes y no acomodarse. “Yo creo que no hubiera logrado escribir tanto (ocho novelas) si no estuviera siempre en esa búsqueda, me habría aburrido”, asegura.

“Cuando uno pasa tanto tiempo sentado frente al texto tiene que ser un encuentro casi amoroso cada vez, de desafío, de misterio, de lucha. Esa es mi relación con la escritura”, concluye.

Alida Juliani